ha nacido en Suecia de la mano de una joven de 16 años con síndrome de Asperger, Greta Thunberg, es el movimiento Youth for climate, que se ha extendido como la pólvora por la Unión Europea y ha saltado a Estados Unidos, Canadá y Australia. Sus protagonistas, los centennials, que aún no tienen edad para votar, se hacen oír hasta el punto de convocar a una huelga general ayer como protesta por la inacción ante el cambio climático. Su grito es el de la generación plenamente consciente del daño irreparable que el sistema actual de producción y consumo está causando al planeta. No tienen complejos, ni hipotecas del pasado, se han criado en Internet y están dispuestos a provocar el cambio caiga quien caiga. No pueden tomar decisiones aún, pero se enfrentan a un futuro tan terrible que quieren que se les escuche.

La certeza científica del cambio climático

Todo empezó el verano del año pasado cuando las temperaturas en Suecia superaron los 30 grados y una ola devastadora de incendios recorrió el país escandinavo. Los científicos llevaban un lustro advirtiendo que lo que empezó siendo calentamiento global del planeta había provocado un proceso de cambio climático. Sus voces de alarma llamando a tomar medidas que paliaran el problema apenas encontraron eco en los responsables políticos del mundo. La realidad es que estamos inmersos en un conjunto de desequilibrios de todo tipo: temperaturas máximas y mínimas en cotas históricas; desaparición de especies a ritmo vertiginoso que provocan efectos en cascada en sus ecosistemas; pérdida de cultivos y alimentos marinos y desertización del sustrato del suelo de nuestros bosques, lo que les convierte en pasto fácil del fuego. Un drama que llevó a Thunberg a hablar ante los líderes mundiales en la Conferencia COPS24 en Katowice y un mes después en Bruselas habló ante el propio Juncker en medio de una movilización de más de 70.000 personas.

Un grito de dignidad En un discurso que se viralizó mundialmente, Thunberg dijo cosas como estas: “Ustedes solo hablan del crecimiento económico verde y eterno, porque tienen demasiado miedo de no ser populares. Solo hablan sobre seguir adelante con las mismas malas ideas que nos metieron en este desastre, incluso cuando lo único sensato que pueden hacer es poner el freno de emergencia. No son lo suficientemente maduros para decir las cosas como son. Incluso esa carga nos la dejan a nosotros los niños. Pero a mí no me importa ser popular. Me preocupo por la justicia climática y por el planeta. Nuestra biosfera se está sacrificando para que las personas ricas en países como el mío puedan vivir de lujo. Son los sufrimientos de muchos los que pagan por el lujo de unos pocos. Ustedes dicen que aman a sus hijos por encima de todo, pero les están robando su futuro ante sus propios ojos. Necesitamos mantener los combustibles fósiles en el suelo y debemos centrarnos en la equidad. Y si las soluciones dentro del sistema son tan imposibles de encontrar, tal vez deberíamos cambiar el sistema en sí mismo. No hemos venido aquí a rogar a los líderes mundiales que se preocupen. Nos han ignorado en el pasado y nos volverán a ignorar. Nos hemos quedado sin excusas y nos estamos quedando sin tiempo. Hemos venido aquí para hacerles saber que el cambio está llegando, les guste o no”.

Europa, la conciencia mundial de la sostenibilidad Solo la Unión Europea puede promover la revolución de sostenibilidad por la que claman los adolescentes europeos. Estados Unidos, China o Rusia han dado la espalda al drama empeñados en su batalla por controlar la hegemonía de un mundo que se arruina. Europa ha firmado todos los compromisos lanzados por la ONU e incluso es quien más ha legislado para frenar el cambio climático. Pero es evidente que no es suficiente y que los jóvenes demandan reformas mucho más profundas que les ofrezca un panorama de futuro más prometedor. Si la Unión no les escucha y da soluciones a sus demandas, estos líderes del mañana habrán dejado de creer en Europa para siempre y optarán por sus propias vías para resolverlas. La primera gran convocatoria mundial ha servido para dar forma a sus peticiones, tan concretas como asegurar una transición ecológica equitativa entre rico y pobres o abandonar el uso de combustibles fósiles para producir solo energías renovables. Su grito se hará un clamor, pero el cambio climático sigue ahí más presente que nunca.