crónica de un desacuerdo anunciado. Ese podría ser el título de la historia de la izquierda durante los años de democracia. En este tiempo, el PSOE ha sido claro protagonista en estas intentonas compartiendo escena con el partido de turno -normalmente situado más a su izquierda-, llámese Izquierda Unida, Podemos o Unidas Podemos. El fracaso entre los socialistas y Podemos para formar Gobierno del pasado sábado ha sido la última función que la izquierda ha protagonizado.

Los reproches entre unos y otros intentando justificar la falta de acuerdo no son nada nuevo. El pasado enero, el propio ministro de Fomento en funciones, José Luis Ábalos, dijo: “La derecha traga con carros y carretas y en la izquierda no se pasa el pelo de una gamba”. Al socialista no le faltan razones, pues la relación entre la izquierda española se ha caracterizado por su dificultad para ponerse de acuerdo. Ya durante la dictadura, socialistas y comunistas emprendieron sus propios caminos en la militancia antifranquista, con recelos y desconfianza entre ellos, ya que se responsabilizaban mutuamente de la derrota de la República.

Mientras los socialistas acusaban a los comunistas de radicales y de estar a las órdenes de Moscú; los otros les acusaban de traidores y de coquetear con los opresores. Poco quedaba ya de aquel joven Isidoro (nombre por el que conocían a Felipe González en el extranjero), que tenía que operar desde el exilio en clandestinidad para evitar la represión franquista. Al final de la dictadura, el PSOE ya se había convertido en la fuerza hegemónica de la izquierda con un discurso más posibilista y alejado de la radicalidad del Partido Comunista Español (PCE).

Pocos años le hicieron falta al PSOE para desbancar totalmente a sus adversarios de izquierdas y obtener una victoria arrolladora en 1982 con el 48,3% de los sufragios y 202 diputados, la primera mayoría absoluta de un partido. Entre 1982 y 1996, mientras el espacio a la izquierda del PSOE jugaba un papel poco significativo (sobre todo por la crisis de los partidos comunistas en toda Europa), el partido de González se afianzaba en el poder, al mismo tiempo que dejaban de lado su ideas más izquierdistas y cambiaban su discurso en algunos aspectos como la entrada de España en la OTAN.

nacimiento de IU Fruto del aburguesamiento de los socialistas, en 1986 nace Izquierda Unida con el objetivo de captar votos de la izquierda, de los sectores que ya no se veían representados en Felipe González y compañía. Las relaciones entre ambas fuerzas no eran buenas, ya que los socialistas, mayoría absoluta tras mayoría absoluta, no necesitaban apoyos y cuando en 1993 tuvieron que pactar buscaron a los nacionalistas catalanes y no a la federación de partidos que entonces dirigía Julio Anguita.

A partir de 1994 el debate político empezó a girar en torno a lo que se denominó la pinza, una hipotética operación de derribo del Gobierno de Felipe González fraguada tras una cena entre José María Aznar y Julio Anguita en el domicilio del periodista Pedro J. Ramírez. Anguita siempre desmintió la existencia de aquella pinza y consideró que se trató de una operación mediática de los socialistas para dañar a IU y recuperar votos por la izquierda. En medio de ese clima de enfrentamiento, la izquierda perdió numerosas alcaldías, algunas tan importantes como la de Málaga, y el Gobierno de Asturias en las elecciones municipales y autonómicas de 1995. Sumaban mayorías pero no conseguían llegar a acuerdos. Un escenario que se ha repetido en numerosas ocasiones a lo largo de los años. Solo en las elecciones del 2000 pareció que lograron unirse entre ellos pero duró poco tiempo.

En febrero, el país se preparaba para la campaña electoral de las elecciones generales con un Aznar cada vez más empoderado tras cuatro años en el Gobierno y con los sondeos acercándole a una mayoría absoluta que le llevaría a un Ejecutivo monocolor.

Frente a la hegemonía de la derecha, las dos fuerzas políticas heridas de la izquierda decidieron unir fuerzas: el PSOE de un Joaquín Almunia que tuvo que asumir a última hora el papel de candidato a La Moncloa por la renuncia de Josep Borrell que le había ganado en las primarias; e Izquierda Unida, con Francisco Frutos al frente. Ambos sellaron un acuerdo para concurrir juntos al Senado y un pacto para llegar juntos a La Moncloa. En el escenario del Palacio de Cristal de Arganzuela no había carteles, no había siglas, PSOE e IU se presentaban en igualdad de condiciones. Los malos resultados hicieron que Almunia presentara su dimisión la misma noche del 12 de marzo; Frutos optó en septiembre a renovar como coordinador general de IU. Perdió por un solo voto frente a Gaspar Llamazares.

podemos, otro más El pastel de la izquierda se dividió un poco más en 2014, cuando Podemos apareció en el escenario político con su idea de cambio político. El 17 de enero de 2014 se presentó en Madrid Podemos; cuatro meses después, en las elecciones europeas del 25 de mayo, logró cinco escaños. Podemos mostró desde el primer momento su ruptura con el PSOE con un discurso contra “la casta” y el “régimen del 78” (en ambos casos se incluía a los socialistas en esos conceptos) que sacudió el tablero político: se llevó por delante a IU -ambos en candidatura conjunta desde 2016- y obligó a los socialistas a modificar su discurso. Durante algún tiempo, incluso las encuestas así lo vaticinaban, estuvo sobre la mesa que el PSOE dejara de ser la fuerza hegemónica de la izquierda.

Tras las elecciones de 2015 su entrada en el Parlamento fue espectacular: 69 diputados y tercera fuerza política del país. En 2017 la pugna interna entre quienes querían llegar a algún tipo de acuerdo con el PSOE. Siguiendo la estela del año 2000, tras la sentencia del caso Gürtel, PSOE y Podemos lograron llegar a un nuevo acuerdo y presentar una moción de censura contra el gobierno de Mariano Rajoy y, sorpresivamente, se logran los votos suficientes. Pedro Sánchez se convierte en presidente del Gobierno con el apoyo “gratis” -como suele recordar Iglesias- de Podemos. Las relaciones entre ambos partidos pasan por un momento dulce durante el último año, con Podemos apoyando el Gobierno de Sánchez y con una campaña electoral en abril en la que PSOE y Podemos se presentan como dique ante la llegada de la extrema derecha.

Todo parecía ir en la misma dirección tras las elecciones generales hacia un Gobierno de izquierdas, un acuerdo que todos daban por hecho pero que ha tenido el mismo resultado que cada intento de negociación de la izquierda, una nueva ruptura.