PAMPLONA.- Pedro Sánchez trató ayer de marcar perfil internacional cuando su reelección como presidente del Ejecutivo español se encuentra en el aire tras su investidura fallida del pasado julio y con un escenario que apunta a nuevas elecciones el próximo 10 de noviembre. El secretario general del PSOE, gracias a la invitación del presidente francés Emmanuel Macron, accedió al club político más selecto, tanto como informal y obsoleto, con su cargo en funciones, aunque desde Moncloa se valora que la cumbre le permitió intercambiar opiniones con mandatarios mundiales del G7 para posicionar a España en las citas clave que definen la política planetaria, aunque el impacto y realce pretendido recae sobre su figura. Y más en un contexto europeo donde se buscan dirigentes de izquierdas que contengan el auge de la extrema derecha.

Más allá del valor mediático de su presencia, acudió a la cena de gala y previamente se entrevistó con el primer ministro inglés, Boris Johnson, y con el presidente del Banco Mundial (BM), David Malpass. El brexit, Gibraltar o la tasa a las grandes compañías tecnológicas estaban en el libreto de Sánchez, que en feudo doméstico también enarbola la bandera del ecologismo como distintivo de su Gobierno, asunto líder en esta encuentro de líderes mundiales a cuenta, principalmente, de la Amazonía. Moncloa persigue reforzar la participación estatal en grandes iniciativas globales para atajar los principales desafíos que afronta el mundo, como la Carbon Neutrality Coalition, alianza sellada por un grupo de países, la mayoría de ellos europeos, pero en la que están otras grandes naciones como Canadá o México, de cara a poner en marcha estrategias ambiciosas de lucha contra el cambio climático. La cita con Malpass, pospuesta desde el último G-20, giró alrededor de temas de desigualdad y desarrollo relativos a la situación del Estado español como frontera sur de Europa.

Sánchez, que ayer viajó a Biarritz acompañado de su esposa, Begoña Gómez, no retomará la agenda europea hasta el 17 y 18 de octubre, cuando se celebrará el próximo Consejo Europeo en Bruselas y, probablemente, también una sesión extraordinaria para abordar la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Aunque su voluntad es estar presente, en el aire queda la asistencia al inicio de la Asamblea General de la ONU, ya que la fecha, el 23 de septiembre, es justo la que marca el plazo para lograr un acuerdo con Unidas Podemos y demás fuerzas que sumen la mayoría necesaria para evitar que haya repetición de elecciones. De no haber investidura, quedarán disueltas las Cortes y se convocarán las generales, las cuartas en cuatro años. Muy a la italiana.

La desconfianza mutua y enquistada rivalidad entre Sánchez y Pablo Iglesias parece imposibilitar el pragmatismo que llevaría al pacto, con ambos dirigentes enfrascados en el tacticismo y en un cruce de reproches entre miembros de sus diferentes filas. El líder del PSOE ha pospuesto además hasta primeros de septiembre las reuniones pendientes con las formaciones políticas, también con el presidente del EBB del PNV, Andoni Ortuzar, y dedicará esta semana a ultimar sus citas con los colectivos sociales para apuntalar el proyecto programático con el que postularse ante las demás fuerzas, también ante Podemos, después de que desde Ferraz rechazaran la última oferta morada, fundamentada en un Ejecutivo de coalición. Sánchez alega que ya es inviable e Iglesias advierte de que no regalará investiduras ni hará pasar a los suyos por el “trágala” socialista. Nada, ni la presión estratégica del presidente en funciones, hace entrever un cambio de posiciones y los partidos, con el PP a la cabeza, han comenzado a asumir que han de prepararse para otra campaña. Si es que no están ya en ella.

PERSPECTIVA en las urnas En Moncloa, capitaneados por el asesor Iván Redondo, se manejan estudios donde el PSOE podría ganar casi 30 escaños y Podemos perder la mitad de lo que ostenta pero ni con ese supuesto resultado, que reforzaría al bipartidismo, los bloques tendrían mayoría, aunque, eso sí, los socialistas podría negociar con ventaja y no depender tanto de las marcas soberanistas. Aseguran que Sánchez no volverá a ofrecer la coalición, pero también lo adelantó en junio y se desdijo, aunque ofreciera posteriormente carteras con cierto vacío competencial. La sangría morada entra en las quinielas del PSOE, que corre asimismo el riesgo de que agosto le pase factura tras manejar con titubeos y posiciones poco populistas, por ejemplo, la crisis del Open Arms o el incendio de Gran Canaria por su tardanza en visitar la isla. El regreso a la actividad parlamentaria se adivina igualmente tenso, ya que mañana la Diputación Permanente del Congreso votará hasta 14 solicitudes de comparecencia de miembros del Ejecutivo socialista y metidos en septiembre se retomarán las pertinentes sesiones de control, con el duelo entre Sánchez e Iglesias por ver quién gana la batalla del relato. De ahí que se tomara la cumbre del G7 en Biarritz como una forma de poder proyectarse.