Y además es imposible, dicen que sentenció un tal famoso torero Rafael Guerra ante la posibilidad de plantarle cara a un pedazo toro más alto que él. A la hora de escribir estas líneas sigue sin resolverse la salida a esta prolongadísima temporada de desgobierno, y al menos lo que ha llegado a la opinión pública es el desacuerdo entre el PSOE y Unidas Podemos sobre apostar por un Gobierno de coalición o de colaboración. O sea, el PSOE se queda con todos los sillones, o los reparte. Pues lo siento por los de Pablo Iglesias, pero me da que lo que plantean no puede ser, y además es imposible. Y no solo porque Pedro y Pablo desconfíen el uno del otro.

Es interesante comprobar que en el Estado español ha habido y hay gobiernos de coalición en todos los niveles, autonómico, foral o municipal. Gobiernos de coalición con partidos de sensibilidades muy distintas, que Unidas Podemos pone como ejemplo a la hora de presentar sus condiciones, pero que nunca han sido realidad en el Estado central. Esa excepción es histórica, ya que el Gobierno español ha sido siempre ejercido por un solo partido, UCD primero, y PSOE o PP después, y así durante cuarenta años en una alternancia que se ha considerado a sí misma garante de la estabilidad política del país.

Tras el paso fugaz de la UCD, casi como leve transición de la dictadura a la democracia, siempre han sido PP y PSOE los que han gobernado, y lo han ejercido solos. Hay que hacer notar que el PP lo ha hecho en calidad de sucesor de las fuerzas políticas que controlaban los aparatos del Estado en la dictadura y, si el PSOE participó en el juego, fue tras haber renunciado a elementos clave de su ideario como el republicanismo, la plurinacionalidad y, faltaría más, el marxismo. Solo así han recibido la autorización de los poderes fácticos, tanto financieros como económicos e institucionales -por no decir militares-, que han ejercido una enorme influencia en las relaciones de poder dentro del Estado.

Esta fue una consecuencia de la tan exageradamente ponderada Transición, esa especie de veto de los poderes fácticos que mantiene la potestad de decisión del Estado central, que sigue siendo clave para controlar todos los demás niveles periféricos. Esta centralidad implica que sea en Madrid, la capital del Reino, donde se ubican las instituciones básicas del Estado, donde reside la autoridad definitoria, donde están las sedes de los grandes poderes económicos, judiciales, de seguridad y, en definitiva, donde más peso tiene la herencia del Estado anterior.

Ante esta cruda realidad, parece ingenua la referencia al modelo portugués para una alianza de Gobierno teniendo en cuenta que en Portugal sí hubo una ruptura con el Gobierno anterior gracias a la Revolución de los Claveles. Tan ingenua como la insistencia de Unidas Podemos en formar parte del Gobierno central, una posibilidad que no desean los poderes financieros, económicos, políticos y mediáticos. A esos poderes les entra el pánico solo de pensar que puedan redefinirse las relaciones de poder en el país, y ven en ello una amenaza para la España en la que siguen siendo hegemónicos.

Es altamente improbable un Gobierno de coalición, casi imposible, y no por un problema de incompatibilidad entre PSOE y Unidas Podemos, sino por la renuncia del actual PSOE a comprometerse con la reforma radical del Estado, para poner en cuestión la uninacionalidad de España, para renunciar a su adaptación al sistema monárquico y a otros apéndices constitucionales heredados del sistema anterior.

De los 28 estados de la Unión Europea, 20 son gobernados por coaliciones. Las verdaderas reformas sociales y las posibilidades de cambio han sido protagonizadas por partidos socialdemócratas del norte de Europa que desde la II Guerra Mundial han gobernado en coalición con partidos de izquierda, logrando altos niveles de igualdad y calidad de vida. Pero esa fuerza de los partidos progresistas se ha visto facilitada en esos países por sistemas democráticos abiertos, representativos y libres del lastre dictatorial que sigue soportando el español. Ese lastre del que aún no nos hemos liberado y que hace tan difícil que pueda gobernar una coalición de izquierdas.

Por pedir que no quede, pero Unidas Podemos debería pisar suelo y hacer recuento de sus posibilidades para darle la vuelta al obstáculo histórico que le impide participar del Gobierno central. Con los votos del PSOE, los suyos y los periféricos que sumen no hay fuerza suficiente para que pueda ser lo que no puede ser. Y además es imposible.