Pamplona - No hay periodos de transición en política. Sin tiempo para respetar siquiera los 100 días de cortesía parlamentaria, al Gobierno de María Chivite le ha llegado el momento de medir su fortaleza, interna y externa, mientras en el horizonte se asoma ya un otoño incierto en lo económico y caliente en lo político. La Mesa y Junta del Parlamento tramitarán mañana medio centenar de iniciativas, y el próximo jueves tendrá lugar el primer pleno de control al Gobierno, que ha aprovechado sus primeras semanas para organizar su estructura y tomar contacto con la maquinaria administrativa, novedosa para una parte de sus protagonistas.

Hay sin embargo optimismo en el Ejecutivo foral. Las diferencias programáticas se han solventado relativamente bien en un acuerdo amplio en el que se admiten discrepancias públicas siempre que no condicionen la acción del Gobierno. Navarra arrastra una inercia económica positiva y unas cuentas ordenadas, y la complicidad generada durante todo el proceso de negociación, unida al efecto cohesionador que supone la crítica constante y exacerbada de la derecha, han generado un clima de confianza suficiente como para afrontar la nueva etapa política que se abre ahora en Navarra. Al menos sobre el papel.

Quedan dificultades evidentes que van a poner a prueba los cimientos de la nueva coalición de Gobierno. La primera, su minoría de 23 escaños, que obliga al Ejecutivo a buscar acuerdos en todas y cada una de sus iniciativas. De los presupuestos, que por ahora parecen retrasarse a principios de 2020, hasta la propia actividad parlamentaria. Empezando por la composición de las comisiones sectoriales que se votarán en el Parlamento la semana entrante.

No hay pactos posibles, al menos por ahora, con Navarra Suma, que ha optado por una oposición de dureza extrema en la que cualquier acuerdo con el PSN exige la ruptura con sus socios actuales. Lo que deja como aliado casi exclusivo a EH Bildu, que no está por la labor de facilitar las cosas, dolido todavía por su exclusión en las negociaciones y dispuesto a pescar en las contradicciones que la presencia en el Gobierno pueda generar en sus antiguos socios, especialmente en Geroa Bai.

Pero queda una ventana de oportunidad para el nuevo cuatripartito. No será fácil para dos antagonistas históricos como la izquierda abertzale y la derecha españolista convertir su mayoría parlamentaria en una mayoría de bloqueo permanente de la acción gubernamental. No al menos sin sufrir el desgaste que implica una pinza que no haría si no reforzar la centralidad del propio Gobierno, que se guarda la llave del adelanto electoral por si observa condiciones favorables a medio plazo.

el factor externo No obstante, será la gestión del día a día la que demuestre la capacidad del Gobierno para navegar por una coyuntura que no va a ser benévola. Deberá atender los problemas reales, los ya conocidos y los que llegarán sin previo aviso. Lo que exige tomar decisiones concretas, también en aquellas cuestiones que quedaron indefinidas en el programa, como la política lingüística o la fiscalidad. También tendrá que atender las demandas de colectivos siempre reivindicativos a los que desde el Gobierno no siempre se les puede dar la razón, y lidiar con los señuelos que le va a plantear la oposición desde uno y otro lado del arco parlamentario.

Todo en un contexto que se va a ver condicionado por el exterior. En lo político, el principal elemento distorsionador será la inestabilidad política española, donde las diferencias entre PSOE y Podemos amenazan con una nueva repetición electoral. Lo que puede prolongar la interinidad en Madrid retrasando proyectos como el TAV o el Canal, y dificultan la relación bilateral en el Convenio. Y aunque socialistas y morados confían en que la posible disputa electoral no dañe las relaciones en Navarra, tanto la campaña como el resultado que deparen las urnas serán un elemento de tensión añadida para la estabilidad del propio Gobierno foral.

Para otoño se espera también la sentencia para los dirigentes catalanes encarcelados, y la previsible dureza de las penas puede reavivar un conflicto territorial en el que los socialistas han venido manteniendo posturas discrepantes con el resto de sus socios, y que va a exigir al Gobierno un análisis compartido que evite un coro de voces discordantes ante la opinión pública.

Será en cualquier caso la coyuntura económica quien determine en buena medida las dificultades del Gobierno en sus primeros meses de vida. Con dinero todo es más fácil, por lo que un escenario favorable en el que continúe el incremento progresivo en la recaudación, mejoren los índices de empleo y se mantenga la actividad económica y el consumo pese a los síntomas de ralentización todo será mucho más sencillo.

En cambio, los problemas serán mayores si se confirman las previsiones más pesimistas. Nubarrones como el brexit sin acuerdo o la guerra comercial entre EEUU y China pueden tener un efecto colateral en la economía navarra que exija medidas indeseadas que, lógicamente, siempre son más difíciles de gestionar y de explicar.

Son, en definitiva, los mismos problemas que tendrá cualquier otro gobierno autonómico, pero que el de María Chivite deberá afrontar en minoría y sustentado en una alianza política todavía en construcción. Con sus debilidades y fortalezas. Y desde una centralidad política y territorial que le ofrece una perspectiva de largo recorrido si logra sentar unas bases sólidas de confianza y cohesión entre los cuatro socios que lo apoyan. Acabado el tiempo de gracia, llega el momento de gobernar.