si algo caracteriza el año a punto de concluir es que el PSN, por fin, soltó amarras con la derecha para formar gobierno. Un tripartito parecido al de 1995, aunque con más peso del nacionalismo en la correlación de fuerzas, que ha permitido dar continuidad a las políticas de progreso que inició el cuatripartito de Geroa Bai, EH Bildu, Podemos e Izquierda-Ezkerra que Uxue Barkos lideró en 2015.

Pese a que al mapa electoral salido de los comicios del 26 de mayo dejaba en franca mayoría al espacio de izquierdas y nacionalista, con 30 escaños frente a los 20 de todas las derechas englobadas en Navarra Suma, hubo que esperar hasta el 2 de agosto para que cuajara la entente que elevó a la socialista María Chivite hasta la presidencia del Gobierno foral.

larga negociación Fueron dos largos meses en los que los sectores más conservadores del Estado trataron de abortar esta operación con un modus operandi similar al puesto en práctica durante el agostazo de 2007, que básicamente consistía en redoblar la presión sobre Ferraz. Además, en este caso contaban con dos argumentos añadidos que podían dinamitar las intenciones del PSN. Por un lado, el hecho de que el PSOE gestionara en paralelo la investidura de Pedro Sánchez era un factor que no contribuía precisamente a facilitar los planes de Chivite. Tampoco le convenía que necesitara la abstención de EH Bildu, algo que no se daba en la ecuación de 2007, ya que la izquierda abertzale estaba ilegalizada y, por lo tanto, sin representación institucional.

En definitiva, el hecho de que el PSOE estuviera negociando el Gobierno de España y varios ejecutivos autonómicos fue aprovechado para que se sucedieron los ofrecimientos encaminados a que el futuro de la Comunidad Foral se ventilara fuera del territorio y quedara quebrantada la voluntad de los navarros expresada en las urnas.

Uno de los primeros en intentarlo fue Javier Esparza. El presidente de UPN no tardó en poner sus dos escaños a disposición de Sánchez con la condición de que el PSN volviera a ejercer de bastón de la derecha. La oferta fue tan precipitada que hubo distinguidas voces en el PP que no tardaron en cuestionar su idoneidad.

"No sé muy bien qué me he perdido, pero Javier Esparza de UPN propone que a cambio de que Navarra no sea gobernada por el PSOE con Podemos, Geroa Bai y Bildu, él apoyará con los diputados de Suma Navarra que toda España sea gobernada por PSOE, Podemos, PNV, Bildu y ERC", escribió en Twitter el exportavoz parlamentario Rafael Hernando el 5 de junio.

También hubo dirigentes de Ciudadanos que no entendían que los escaños de la coalición con la que se habían presentado en Navarra pudieran ponerse al servicio de Sánchez.

jarro de agua fría municipal Justo entonces se iniciaba la primera ronda de contactos que el PSN mantuvo con Geroa Bai, Podemos e I-E. Parecía que la apuesta del socialismo por cerrar la etapa de estrecha colaboración con la derecha esta vez iba en serio, pero todo se torció solo diez días después.

El 15 de junio se constituyeron los ayuntamientos, sin que el PSN trasladara al ámbito municipal su voluntad de liderar un gobierno en clave de progreso. La estrategia de votar a sus candidatos posibilitó que la derecha recuperase la vara de mando, además de en Pamplona, en algunas de las localidades más importantes de Navarra como Barañáin, Burlada, Egüés y Estella.

Fue un jarro de agua fría que, sin embargo, se superó solo cuatro días después en la constitución del Parlamento. No sin momentos de tensión, el PSN aceptó finalmente que EH Bildu tuviera en la Mesa de la Cámara el puesto que le correspondía por su representación, sino que además Unai Hualde (Geroa Bai) se convirtió en presidente con los votos de PSN, EH Bildu, Podemos e Izquierda-Ezkerra.

Una elección que disipó prácticamente todas las dudas que todavía quedaban sobre las intenciones reales del PSN, que se mantuvo firme en su decisión de proseguir las conversaciones para liderar el Gobierno sin contar con EH Bildu.

Sólo cinco días, el 24 de junio, PSN, Geroa Bai, Podemos e I-E se sentaban para iniciar la negociación del programa de gobierno, al tiempo que Chivite expresaba su disposición a gobernar en minoría y gestionar el día a día con EH Bildu.

Apenas 24 horas antes del Chupinazo sanferminero, las cuatro fuerzas cerraban un acuerdo de gobierno que incluía 479 medidas que guardan indiscutible sintonía con lo que se ha venido haciendo los cuatro años anteriores.

Para después de las fiestas quedó el diseño del Gobierno. Se acordó que fuera de coalición con reparto de cuotas de poder y del que no quiso participar I-E. El PSN asumió ocho carteras, cuatro quedaron bajo el mando de Geroa Bai y una se encomendó a Podemos, antes de que el 2 de agosto Chivite fuera investida presidenta en segunda votación con 23 votos a favor (11 del PSN, 9 de Geroa Bai, 3 de Podemos y 1 de I-E), 22 en contra (20 de Navarra Suma y 2 de EH Bildu) y cinco abstenciones de la coalición soberanista.

Se iniciaba de este modo una nueva etapa en Navarra, a la que cada día son más quienes le vaticinan una larga andadura, mientras simultáneamente la derecha pierde influencia en la vida política.