l coronavirus es un fenómeno inédito en la historia reciente de Occidente, que por sus dimensiones colectivas pone a prueba elementos de la estructura social profunda que van más allá de la emergencia sanitaria, con toda la gravedad que tiene. Esta crisis supone un test de estrés a una sociedad a la que le toca lidiar con niveles de vulnerabilidad e incertidumbre muy grandes desde hace más de una década. Estos días quedarán también como un ensayo o precedente para algún tipo de casuística climática en el futuro. La duración de la crisis conllevará que la huella sea más o menos marcada, pero ya se augura una sacudida enorme, por el gigantesco efecto de bola de nieve, con consecuencias que se barruntan económicamente nefastas, ante una sociedad con el recuerdo fresco de las tremendas consecuencias y severas trágalas que ha arrastrado la crisis originada en 2008. Existe el riesgo serio de que nos encontremos en la antesala de una nueva versión de aquella doctrina del shock denunciada por Naomi Klein, con un rebrote que afecte al nervio del comportamiento político y social, o que pueda reforzarse el valor de lo público. En cualquier caso la onda expansiva se adivina profunda. Por de pronto, en el aspecto positivo, supone una suerte de bautizo político exprés para millones de jóvenes, en unas jornadas que sin ningún género de dudas son históricas.

Así las cosas, en un ambiente inimaginable hace escasos días, hemos cotejado las impresiones de unos cuantos nombres propios capaces de poner las luces largas ante este panorama grave. Por ejemplo para pulsar la sensación de vulnerabilidad general. El profesor de filosofía, Mikel Aramburu-Zudaire, considera que estamos en un momento “muy filosófico”. “Nos creemos que lo controlamos todo, y la existencia sigue siendo frágil”. Un diagnóstico similar al del politólogo y periodista Jordi Armadans. “Esta enfermedad nos recuerda que la condición humana es un espacio de permanente inestabilidad, cambio y crisis, y que somos frágiles en el sentido absoluto y radical del término. Con lo cual, no podemos saber todo, ni prever todo, ni solucionarlo. Y eso es muy inquietante en nuestro mundo, pero es así”.

Ese choque entre fragilidad y confort tecnológico y modernidad, es un golpe muy potente a la cultura contemporánea. Para el escritor y crítico literario Rafael Narbona, “esto ha destruido nuestra sensación de invulnerabilidad. Al principio creíamos que esto solo iba a afectar a China o a países de su entorno, y de repente en la Europa protegida, del bienestar, nos vemos con una pandemia, algo que casi parece sacado de la Edad Media”.

Por otra parte, la pandemia, según Jordi Armadans, “nos recuerda que la seguridad, las amenazas y defensas no es algo que tenga que vincularse principalmente con la lógica militar, sino que hay cosas mucho más importantes a las que no se atiende de forma suficiente, como la salud pública o la cooperación entre países, “mucho más que la hipertrofia de aparato y logística militar”.

Crisis sobre crisis

Para Armadans, “Europa está en una situación de crisis no solo económica y política, sino sobre todo de cuál debe ser su rol, y qué valores proyecta en el mundo. En ese contexto, el miedo y la angustia “tiene una vertiente muy inquietante” desde un punto de vista político y de derechos humanos, y alimentar posiciones populistas y de xenofobia, aunque al mismo tiempo, pueden reforzarse comportamientos de creatividad social y de respuestas solidarias.

“En Europa estamos en una época líquida, escéptica, y estas situaciones nos obligan a encarar las preguntas fundamentales”, observa Narbona, que identifica una cosa positiva de todo esto. “Hasta ahora, en circunstancias normales, estamos muy pendientes de nosotros mismos, de nuestro yo y nuestro ego. Ahora hemos descubierto hasta qué punto es importante formar parte de una comunidad. No somos un yo aislado. Estamos dentro de una sociedad y tenemos que actuar con responsabilidad. Esto nos incita a relativizar el yo, a pensar en los otros, a desarrollar el sentimiento de comunidad, e incluso salir del estado de un cierto aletargamiento que propicia el bienestar material”. Algo que comparte la politóloga Cristina Monge: “hemos descubierto que somos interdependientes unos de otros, y del planeta, y por lo tanto se nos ha venido abajo la mitificación del individuo, de la superioridad tecnológica”.

Reflexión en la conmoción

Mikel Aramburu recuerda un lema de Albert Camus, el de ser solitariamente solidarios. Narbona cree que estos días son una oportunidad para la lectura y la reflexión, aunque en muchos casos la soledad se puede acentuar durante las próximas semanas, en colectivos especialmente vulnerables, lo que invita a una reflexión “sobre el modelo de sociedad que queremos”. Narbona también saca a colación a Camus, autor de La Peste. Acaba de releer este libro de 1947 y ve paralelismos en los comportamientos ejemplares del personal sanitario que en estos momentos arriesga su salud por los demás.

Globalización de la enfermedad

Para el filósofo José Antonio Pérez Tapias, “esta pandemia entra en lo imprevisto y reviste las características de un acontecimiento, porque sin duda marca un hito, y así será recordado esto, y obligará a muchos cambios en los modos de vida, en las relaciones, en las maneras de articular lo privado y lo público, lo político, lo económico, lo social, y hasta lo biológico”. En su análisis, “veníamos hablando en las últimas décadas de globalización, en términos de mercado y capitalismo financiero. Aspirábamos a una globalización de instituciones correlativas para regular ese mercado, y se nos ha presentado la globalización de la enferemedad, y por lo tanto también la necesidad de abordar las cuestiones relativas a la salud o a la vida en general en esos términos de globalización. También aparece una forma novedosa de articular lo local y lo global”. Para la politóloga y analista Cristina Monge, ”las respuestas locales en unos sitios y en otros nos afectan a todos. El hecho de que Italia haya gestionado la crisis de esa manera, les afecta en primera persona a ellos, pero luego también al resto”.

Según Pérez Tapias, “cuando salgamos de esta situación no debemos olvidar la experiencia colectiva acumulada. Y ahí hay un ejercicio no solo de memoria, sino de replanteamiento de ciertas cuestiones de fondo. Primero, todo esto supone una cura de humildad fuerte. Porque cuando pensábamos que todo estaba bajo control. Cuando pensábamos en términos de genética, biotecnología, big data, inteligencia artificial... pues resulta que un virus nos sitúa de nuevo en nuestra pequeñez. Es una cura de humildad fuerte a la arrogancia tecnológica, y nos obliga a unos nuevos planteamientos en términos de biopolítica. Eso va a obligar a replanteamientos profundos de la misma democracia”, considera Pérez Tapias, atento a la posibilidad de que este episodio “pueda tener otras vertientes o variantes en el futuro”. “Esto es un antes y un después, una de estas crisis que nos cambian”, considera Cristina Monge, que sintetizala distopía: “que en pleno siglo XXI, en la época en la que la ciencia todo lo puede se declare una pandemia”. En su opinión” lo que más nos asusta no es el virus. Esto lo que nos pone delante de nuestras narices es lo vulenerable que es nuestra forma de vida, que es un castillo de naipes. Así que el shock en nuestro imaginario colectivo va a ser bestial”. Monge compara este momento con el 11-S o la caída de Lehman Brothers, episodios que no se pudieron valorar en toda su profundidad hasta tiempo después. “Yo creo que estamos en una de esos momentos, que nos cambian la vida radicalmente, en donde todos nos lo jugamos todo”. Una oportunidad “para recuperar la confianza perdida en el conjunto del establishment, o para perderla del todo”. De hecho, añade, “hay empresas de demoscopia que están empezando a hacer seguimiento de cómo va evolucionando estos días la credibilidad de las instituciones. públicas y privadas”.

Sensación de irrealidad

“Nos van a venir muchas más crisis, sean sanitarias, sociales o ambientales”, advierte el escritor Isaac Rosa, por más que intenta no extender el pesimismo. Más allá de lo urgente, y de la llamada social a la responsabilidad, para Isaac Rosa el momento es de “profunda conmoción e incertidumbre”, bajo un “gran shock”. Como en la fábula de Pedro y el lobo, pese al escepticismo inicial sobre la amenaza. la alerta ha cobrado cuerpo, y es gigantesco. “Estamos con una sensación de irrealidad e incredulidad”, bajo una “fuerte incertidumbre”. Y a una clave: “ya no podíamos pensar en el medio ni en el largo plazo y de pronto nos ha desaparecido también el corto plazo. No sabemos qué va a ser de nosotros mañana mismo, de forma literal”. Desde la convicción de que la “vida va a volver a la normalidad”, Rosa teme que como ha ocurrido en otras crisis anteriores se aproveche esta conmoción para “normalizar lo excepcional”. En cualquier caso, desde la base de que “nada va a ser igual”, confía en un aprendizaje social, y un análisis crítico de conjunto sobre “nuestras debilidades estructurales”, en las que subraya las del sistema sanitario, “que ha empezado a crujir muy pronto”, tras “tantos años de recortes”. Y debilidades también “de nuestro modelo de vida y capacidad de conciliar la vida laboral y familiar”. En ese sentido, Rosa considera que habrá afectación al comportamiento social. “Muchos no vamos a volver a ser los mismos”, piensa Rosa, que pone el precedente de la crisis de 2008, que a su juicio hizo a mucha gente replantearse su visión de las cosas. Su temor es que esta crisis llega cuando aún no nos hemos recuperado de aquella. “El colchón está agotado por completo”, y considera que esa es la parte “más preocupante”, la “capacidad para encajar y soportar” lo que viene. Una sacudida, donde Europa puede de nuevo establecer una suerte de ortodoxia de política económica. “Llevamos décadas en las que el capitalismo se ha reseteado y conquistado nuevos terrenos a golpe de sucesivas crisis. Es un escenario ante el que tenemos que estar preparados y muy conscientes”.

El conflicto que viene

“¿Vamos a volver a aplicar la misma receta de empobrecer a la población para que no caigan los grandes operadores financieros?”, se pregunta el periodista Pedro Vallín, que augura que en la refriega política “en cuanto la curva de afectados baje el clima político se complicará sobremanera. “Pero aunque el miedo siempre genera un giro reaccionario, en españa tenemos una derecha autoritaria, una ultraderecha que no se está luciendo precisamente. Si el gran banderín de enganche en todas las sociedades occidentales de la derecha más pasada de rosca es esa sensación de mando, el comunicado de Vox explicando lo de la infección es un poco de menor de edad. La gran idea fuerza de este tipo de movimiento es el mando. El poner orden. En España no tenemos una derecha que esté sabiendo aprovechar ese filón. Más bien al revés, esta semana esta gente ha perdido bastante relato”, afirma.

Para Vallín, “estamos viendo una ola de prestigio de los sistemas públicos de protección. Es algo que se puede aprovechar desde la socialdemocracia. Creo que el miedo en la población puede ser una tensión hacia el autoritarismo, pero por otro lado hay una fuerte sensación de que nuestra red de seguridad es el sistema público de salud”.

En su análisis discursivo, Vallín elogia el de Pedro Sánchez el pasado viernes, “muy bien escrito”. “Fue un pronunciamiento solemne, muy de Ala Oeste de la Casa Blanca, con el presidente en el despacho oval hablando a la Nación porque estamos en una hora grave. Creo que en parte con esto fijó un marco nuevo y recuperó la iniciativa política que corría el riesgo de perderla, con muchos presidentes autonómicos yendo más lejos que el gobierno del Estado transmitía una sensación un poco extraña. Pero al mismo tiempo de lo mejor que le ha salido al Gobierno hasta ahora es la política comunicativa del Ministerio de Sanidad, que me ha parecido de escuela, con la suerte de tener un gran portavoz”. La clave a su parecer es contar con alguien “que resulta que comunica muy bien, y que por carácter, ni siquiera por aprendizaje, tiene esa capacidad de transmitir serenidad”. Pero al margen Fernando Simón, Vallín elogia la política “muy transparente” en Sanidad, “informando a toda velocidad, siempre en comparecencias abiertas, sin límite de preguntas”. Para este analista “se está dibujando un surco en defensa de la sanidad pública que las opciones políticas de izquierdas deben aprovechar, porque llevamos veintitantos años instalados en lo contrario, que las grandes infraestructuras públicas como la sanidad eran una carga para el erario brutal y que gestionaban mal y había que derivar la gestión al sector privado, y así se hecho en varias comunidades autónomas, de forma muy intensa. Creo que ese discurso ha muerto”, destaca un Vallín que pone de relieve la estampa de los aviones chinos “llegando con especialistas y equipos que necesita Italia el mismo día que Donald Trump cerró las fronteras de su país a los extranjeros procedentes de Europa, con excepción de los británicos, que están en pleno brexit. Esto no en sí mismo un fenómeno, pero es una expresión sobre cómo está basculando el mundo. Y aquí Europa deberá empezar a pensar cómo teje sus alianzas.

“Esto nos recuerda que que somos frágiles en el sentido radical del término”

Politólogo y periodista

“Hemos descubierto hasta qué punto es importante formar parte de una comunidad”

Escritor y crítico literario

“Nos creemos que lo controlamos todo, pero la existencia sigue siendo frágil”

Profesor de filosofía

“Sin duda marca un hito, y obligará a muchos cambios en lo político, lo económico y social”

Filósofo

“La distopía es que en el siglo XXI, con una ciencia todopoderosa se declare una pandemia”

Politóloga

“Nos van a venir muchas más crisis, sean sanitarias, sociales o ambientales”

Escritor