adie se acuerda ya de aquella "Ley de la Economía Sostenible" aprobada a principios de 2011, la postrera herencia de Zapatero meses antes de entregar la cuchara. Se dijo que era el marco legal que se necesitaba para que nunca más la economía española se viera inmersa en una crisis, de ahí lo de "sostenible". En el preámbulo de esa norma ponía que "La crisis financiera y económica internacional, la más grave en muchas décadas, ha afectado también con intensidad a la economía española interrumpiendo el largo periodo de continuo crecimiento experimentado por la misma durante tres lustros". Lo que venía a continuación era un texto con más de 200 artículos -algunos fueron declarados inconstitucionales- y un montón de disposiciones finales. Un fárrago, un pestiño que confirma la idea de que cuanto más larga es una ley, menos transformación social genera. No se conoce ningún estudio serio que haya determinado el efecto real de tanta regulación en la mejora de la prosperidad. Fue propaganda, sin más, una matraca de aquel tiempo de la que ya nadie se acuerda. Pero esa ley olvidada por inútil no fue el único instrumento que los poderes públicos crearon tratando de aparentar que algo estaban haciendo para sacar al país de la crisis del 2008. En Navarra tuvimos el Plan Navarra 2012 y el Plan Moderna, concebidos en un keynesianismo casposo, asumiendo que el Gobierno de Navarra tenía que tomar el testigo de la inversión pública y las subvenciones por doquier para revertir la recesión. Ladrillo, cemento y ocurrencias. Lo mismo sirvió para justificar la restauración del retablo de una iglesia que para pagarle a un navarro espabilado una parte del televisor de su salón. Se agotó el presupuesto y se acabó el festín, que bastante poco poso dejó en la economía real. Paradojas del destino, el Navarra Arena, símbolo de todo aquello, lo inauguró el gobierno que sucedió a los que pergeñaron los dispendios ilimitados, una administración postrera que se demostró mucho más rigurosa y sensata.

Hoy la crisis es otra, súbita y mucho más dañina, y también se espera una respuesta de los poderes públicos para mitigar su impacto. Hace tres semanas se publicó la primera versión del Plan Reactivar Navarra, y eso ya es en sí una buena noticia. La anticipación es encomiable, disponer de una referencia sobre cómo reaccionar antes incluso de que empecemos a ver la crudeza real del problema. También es de agradecer que constituya una propuesta en la que el Gobierno de Navarra se muestra unido en unos objetivos, a pesar de su heterogénea composición. La edición gráfica del documento se ha cuidado, lo que habla de que estamos ante un proyecto que se toma en serio y no es un papel más de los que se trasiegan en la administración foral. Además, se ha establecido ya un procedimiento de participación parlamentaria que a buen seguro lo podría enriquecer y, si existiera una mínima percepción de la responsabilidad de los grupos parlamentarios, se podría augurar un grado apreciable de consenso. Si entramos al contenido, ni todo lo que se plantea es necesario para reconstruir la economía, ni la economía se reconstruye sólo con lo que está escrito ahí. Pero al menos se ha exorcizado aquella idea de que lo que hay que hacer en tiempos de crisis es favorecer a sectores señalados, como el de la construcción, y en cambio hay que buscar elementos promotores de la actividad y la generación de riqueza y empleo, que impriman velocidad a una multitud de áreas de desarrollo económica. El estilo de lo que tenemos delante es diferente a lo que se ha visto antes, un buen paso y una gran oportunidad.

El problema no será el qué, sino el cómo. Aquí aparece la principal tara del Plan, cuando se vindica el "liderazgo de lo público". No hay sector público sin la pujanza de los privados, los propios de la iniciativa social. Si no se entiende que ambos crecen al unísono nunca se podrá apreciar mejora alguna en el bienestar y la prosperidad. Y las reglas para favorecer la economía real se conocen desde hace siglos: menos trabas (impuestos y regulaciones) y más confianza en la libertad y la iniciativa. Al Gobierno de Navarra le ha desaparecido de la noche a la mañana una cuarta parte de sus presupuesto. Podría demostrar liderazgo adaptándose con franqueza y humildad a la nueva situación. Y a partir de ese momento, que se centre en hacer del Plan Reactivar Navarra el primer proyecto común de la mayoría de los navarros en muchas décadas.

El Gobierno de Navarra podría demostrar liderazgo adaptándose con franqueza y humildad a su nueva situación presupuestaria

Después, que se centre en el Plan Reactivar Navarra, el primer proyecto común de la mayoría de los navarros en muchas décadas