Con sus primeros presupuestos aprobados, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, cuenta aparentemente con el oxígeno necesario para sobrevivir a esta legislatura.

Un revulsivo que llega cuando las relaciones con sus socios de Unidas Podemos son razonablemente cordiales, según explican fuentes cercanas al Gobierno, que dan por hecho que los vínculos no son boyantes pero que la historia continuará.

Gracias al apoyo en el Congreso de sus socios de investidura, la coalición del PSOE y Unidas Podemos estrena este viernes una etapa y unas cuantas incógnitas.

¿Se verán debilitados los de Pablo Iglesias ahora que Sánchez ya tiene los presupuestos? ¿Logrará el bloque de la investidura situarse en "la dirección del Estado", escorando cada vez más a Ciudadanos? ¿Habrá cambios en el Gobierno?

No está escrito el manual que regirá en adelante las relaciones de los dos partidos de la coalición, a quienes les espera la gestión de un año 2021 aún muy complicado por la pandemia y la crisis social y también económica.

Pero pese a las dificultades, Unidas Podemos sí tiene una cosa clara: las tensiones con el PSOE no desaparecerán porque ellos no están dispuestos a renunciar a sus medidas.

"No va a haber cambios, pero claro que va a haber discusión, porque así es la política y así son los gobiernos de coalición", aseguraba este jueves, el mismo día de la aprobación de los presupuestos, el vicepresidente segundo del Gobierno y líder de Podemos, Pablo Iglesias, en una entrevista televisiva.

Pese al ruido, recuerdan desde el lado socialista, la fuerza de sus socios es limitada: Unidas Podemos tiene 35 diputados y el PSOE 120, con lo que, en último término, se hace habitualmente lo que el partido grande dice.

Y frente a eso, según admiten fuentes de Unidas Podemos, la respuesta es elegir bien sus peleas, en las que -explican- dejan fuera las cuestiones de Estado, con la salvedad de la Monarquía.

Así es como las libran: primero, identifican un conflicto en el que perciben apoyo social, después expresan en el seno del Gobierno sus pretensiones y, si son desatendidas, las hacen públicas como una estrategia de presión que habitualmente lleva a la resolución del conflicto a través de un acuerdo.

Así ha sucedido recientemente con la 'traca final' de la enmienda de los desahucios que ha generado malestar en los socialistas. El episodio incluso llevó al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a asumir que a la coalición le faltaba experiencia y rodaje.

"Cada uno tiene sus tácticas", dicen fuentes socialistas, que quitan importancia a las maniobras de Unidas Podemos y reconocen que cada vez les sorprenden menos, aunque también cansan.

Por otro lado, igual que 'para gustos, hay colores', tampoco los dos socios de la coalición ponen el acento en el mismo sitio cuando se trata de ponderar logros conjuntos, por ejemplo el apoyo prestado por once partidos distintos a las cuentas públicas.

Unidas Podemos se fija en las formaciones independentistas y de izquierdas, pero en ese bloque, recuerdan desde el lado socialista, está también el PNV, a quien la ministra de Hacienda y portavoz, María Jesús Montero, sigue reservando la calificación de "socio preferente".

En el lado socialista no ven mal que el líder de Podemos se cuelgue medallas, pero recuerdan que éstas no son de él, sino del Gobierno en su conjunto.

Y por mucho que los morados insistan en escorar a Ciudadanos, para nada renuncian en Moncloa a su denominada estrategia de 'geometría variable'.

Sánchez aspira a sumar a cuantos más grupos mejor, frente a la idea de su vicepresidente segundo de articular "un bloque de gobernabilidad" a largo plazo con la izquierda y los independentistas.

"El futuro es largo. Esta legislatura tiene por delante tres años y el Gobierno va a incorporar a cuantas más formaciones políticas mejor a las iniciativas que tiene por delante", explicaba Montero el miércoles en una rueda de prensa.

La ministra socialista aprovechó también para dejar claro que la formación de Inés Arrimadas decidió finalmente no apoyar las cuentas "por motivos políticos", porque los presupuestos sí estaban diseñados para que pudieran ser aprobados por ellos.

Con unas cuentas adaptadas a la situación de la pandemia que se pueden prorrogar, los socialistas aparentemente tienen más agarrado el mango de la sartén, pero la coalición tiene que ir de la mano si quiere impulsar las reformas legislativas pendientes para tiempos que en lo económico y social serán duros.

Y Unidas Podemos quiere seguir en el Ejecutivo para influir, vengan los tiempos que vengan, incluso si son de eventuales ajustes.

"Dijeron que era imposible y tuvimos Gobierno, dijeron que el Gobierno no iba a durar, y les digo: abandonen toda esperanza porque hay Gobierno para muchos años", decía el miércoles la portavoz socialista, Adriana Lastra, a una oposición que sigue ubicada en un mismo bloque compuesto por el PP, Vox y Ciudadanos.

No se sabe si muchos años, pero sí al menos algunos -porque aunque otros presupuestos no salieran estos se pueden prorrogar- tiene el Ejecutivo para seguir trabajando y aprendiendo a gobernar en coalición.

Está por ver si cuando se acerque la llamada a las urnas la relación entre los partidos de la coalición fluye de la misma forma que ahora, razonablemente cordial, o se enrarece.

Porque, aunque el Ejecutivo niegue el tacticismo electoral, en algún momento lo atenderá y quién sabe si lo que ahora son diferencias no avanza después hacia una contienda.