ace unos años tuve en mis clases a un alumno excepcional. Se sentaba siempre en primera fila y de una semana a la siguiente traía preparadas varias preguntas y una amplia sonrisa. En pantalones cortos, lucía una pierna de metal y por su edad yo pensé durante todo un semestre que se trataba de un veterano de Vietnam. Pero la realidad era más cercana que todo eso. Hacia el final del curso, nos quedamos un rato hablando después de clase y le pregunté por su pierna. Me dijo que la había perdido en un hospital. Un día, paseando, lo atropelló un coche. El conductor no tenía seguro. Los servicios de emergencia trabajaron con diligencia y cuando estaba en la cama del hospital le comunicaron que, pese a la gravedad del caso, le podían salvar la pierna. El problema era otro.

Según los datos del Journal of the American Pediatric Medical Association para 2009, una amputación de pie o pierna cuesta entre 30.000 y 60.000 dólares, pero a esto es preciso añadir entre 43.000 y 60.000 dólares en concepto de atención y seguimiento. Salvar la pierna costaba entre dos o tres veces más y el causante del accidente no podía pagar. Mi alumno tenía dos opciones: a) salvar la pierna, pagar por ella y llevar al causante del accidente a juicio esperando que aquél se hiciera cargo del pago tras una década de juicios o, b) amputar y reducir costes.

Otro buen amigo mío es ingeniero. Fabricaba piezas especiales para máquinas industriales que no se pueden producir mecánicamente, en cadena, un trabajo manual y delicado que le reportaba buenos beneficios. Le diagnosticaron un tipo de cáncer poco común y, después de haber vivido toda una vida en el Valle de San Joaquín, en California, él y su compañera decidieron dejarlo todo e iniciar una nueva vida en Australia, porque aquí no podían hacer frente a los gastos clínicos que conllevaba vencer el cáncer.

Alumnos, compañeros de trabajo y amigos, no son pocos los que han pasado por esto.

Dado que la carrera médica o la industria farmacéutica no está controlada por el Estado como lo está en la Europa de la Unión, los servicios médicos en Estados Unidos pueden llegar a ser astronómicamente más caros, especialmente en determinados hospitales: cualquier operación en un dentista medio cuesta aproximadamente el doble en Reno que en España. El precio de los medicamentos es desorbitante. Un ejemplo práctico: un bote de Atorvastatina Qualigen Farmade 20MG y 28 comprimidos para el colesterol cuesta unos 10 euros. O sea, un total de 0,35 euros por pastilla. Aquí un bote con 90 comprimidos cuesta 680,89 dólares, esto es, 7,56 dólares cada pastilla. La misma pastilla cuesta aquí 68 veces más. Cualquier medicamento puede fácilmente costar seis veces más, por lo que muchos pacientes compran sus medicinas en Canadá o México.

Todo esto explica lo ocurrido el pasado 12 de junio en un hospital de Seattle. La enfermera del turno de noche sostuvo el teléfono al oído de su paciente mientras éste daba su último adiós a su esposa e hijos. Con setenta años, Michel Flor presentaba síntomas severos de covid-19 y todos presagiaban lo peor. Pero, gracias a unos magníficos cuidados médicos, sobrevivió inesperadamente y así se convirtió en "el niño milagroso" de los medios. Al día siguiente se volvió a convertir en un fenómeno mediático, cuando al recibir la factura exclamó "¡Santo cielo!": eran 1.122.501.04 dólares, para ser exactos. Dos meses de hospitales, una factura de 181 páginas. Cámara de aislamiento, 408.912 dólares; ventilador mecánico 2.835 al día€ y más de 3.000 cargos detallados. La lista de gastos cuenta dos historias, la lucha de Flor por su vida y el negocio de la asistencia sanitaria.

Le facturaron 9.736 dólares por día. Flor tenía el seguro de Medicare y al salir sus primeras declaraciones fueron, extrañamente, de culpa. Incluso él mismo estaba profundamente sorprendido de su reacción, de sentirse culpable por haber sobrevivido: "Hay una sensación de ¿por qué yo?, ¿Por qué me merecía todo esto?" argumentó. Porque Flor es consciente de que alguien va a pagar su factura: "El miedo al socialismo ha supuesto siempre un freno a la implantación de un sistema de atención sanitaria integral y universal", aseguró. Pero -añadió- tratar a un paciente es dos veces más caro en este país que en el resto del mundo. ¿Por qué es dos veces más barato matar al virus en Europa que en EEUU? Dos veces menos no significa gratis, pero significa mucho si ponemos la mirada en los beneficios de la asistencia sanitaria universal, si entendemos que el objetivo de cualquier sistema es curar a todos por igual, si nos preocupamos por todos los ciudadanos, "por el pálido enfermo rico y el ceniciento enfermo pobre".

Un buen seguro es también mucho más caro en la república que en Europa. Por lo general, los seguros se contratan en virtud de una cantidad máxima de cobertura y cubren en torno a un 80% u 85% de los costes, pero sólo hasta que se alcanza esa cantidad límite, que puede ser medio millón de dólares o más, dependiendo del contrato, y del pago mensual. Es muy habitual que, según sea el seguro, cada visita al médico tenga un gasto de en torno 40 dólares y que los primeros 500 o 3.000 dólares de gasto anual corran a cargo del cliente y no de la aseguradora.

Éste y otros límites explican por qué para un amplio margen de la población estar enfermo es un lujo, y en ciertos casos, una cierta condena a muerte.

Tras duras discusiones, el Congreso y el Senado aprobaron la financiación de fondos de ayuda para aliviar la situación económica que ha generado la pandemia. Uno de los dos programas aprobados proporcionaba ayuda a los trabajadores que no eran elegibles para cobrar el subsidio tradicional de desempleo, y el otro programa proporcionaba fondos federales a desempleados de larga duración. Pese a ello, doce millones de personas perderán sus beneficios de desempleo como resultado del veto impuesto por Trump a estas medidas de auxilio social. Ninguna de ellas se podrá permitir pagar un seguro, por lo que se enfrentan sin protección alguna a la crudeza de un sistema de asistencia médica liberal.

Trump ha vuelto a mentir al alegar que el paquete de ayuda de 600 millones de dólares debería haberse aumentado a 2.000 millones. Todos sabemos que el Partido Republicano en el Congreso se ha opuesto a subir la suma de la ayuda, y que Steve Mnuchin, secretario del tesoro de su administración, ha negociado y firmado la medida de 600 millones de dólares propuesta desde la Casa Blanca. Después de mentir y de condenar a millones de personas, se ha retirado a su mansión de Mar-a-Lago de Florida donde al parecer celebrará algo parecido a unas Navidades. En su ausencia otros mienten por él, asegurando que "durante la temporada navideña, el presidente trabajará incansablemente por el pueblo estadounidense".

Es mucho lo que le debemos al personal sanitario en este 2020, en especial a todos aquellos que se han presentado voluntarios para tratar a pacientes infectados por covid-19, pero no aprendemos a medir el verdadero valor de nuestro sistema sanitario hasta que, sentados en el sillón del dentista, nos explican, "salvar su muela le va a costar 2.000 dólares, pero se la podemos extraer por unos 150 a 500 dólares; el precio incluye la anestesia€".