esde Euskadi contemplamos y sufrimos la evidencia de que hasta el momento el ritmo de la vacunación resulta insatisfactorio en la UE, más aún si lo comparamos con los resultados a nivel internacional. ¿Cuáles pueden ser lo motivos de esta ausencia de autonomía estratégica de los veintisiete Estados que integran la Unión Europea? ¿Por qué, por ejemplo, en Estados Unidos y Reino Unido hay más vacunas que en la Unión Europea? ¿Es culpa de los contratos? ¿Es culpa de la Comisión Europea? ¿Qué está pasando?

Ninguno de los laboratorios tiene sede en la UE. Por eso la UE debe reclamar en los juzgados sus contratos: no tiene poder real sobre los laboratorios. El caso de Pfizzer-BioNTech es ilustrativo. La alemana BioNTech ha recibido fondos europeos y alemanes para investigar la vacuna, pero, aliada con la americana Pfizzer, se ha tenido que poner a las órdenes de EEUU: no manda quien paga sino quien tiene la fuerza geoestratégica.

Se está hablando de muchos factores: por un lado, las escasas competencias en la materia que tiene la UE en esta materia sanitaria, que sólo son de "acompañamiento" respecto a las que tiene cada uno de los Estados; se ha aludido también a la débil densidad de su política industrial en esta dimensión farmacéutica. Junto a todo ello, emerge un factor clave: como tal Unión Europea seguimos siendo poco más que una mera suma de Estados, y por ello la dimensión intergubernamental o interestatal domina sobre la vertiente supranacional dentro del proyecto europeo. Y así nos va. Divididos, atomizados, débiles en lo geopolítico al ser todavía una suma de egoísmos estatales.

La raíz del problema no deriva tanto de un "exceso de Unión" como arguyen los euroescépticos —achacándole gigantismo, burocratismo y pesadez procesal—, sino al revés, por defecto. No por mucha UE sino por demasiado poca Europa.

A su vez, el ritmo de vacunación de cada país depende de las autoridades nacionales pero las vacunas disponibles en la UE dependen de los acuerdos a los que ha llegado la Comisión Europea para las compras colectivas con hasta seis laboratorios, de los cuales cuatro ya tienen autorización para vacunar: Pfizer, Moderna, AstraZeneca -con problemas de suministro- y Janssen.

El esquema, establecido en junio de 2020, permite a la UE negociar la compra de vacunas en nombre de sus Estados miembros para ayudar a reducir los costes y evitar la competencia entre ellos. No era obligatorio apuntarse al mecanismo, pero los 27 países de la UE decidieron hacerlo. A la UE le preocupaba que si dejaba que cada uno de sus países miembros adquiriera vacunas para sí mismo los más pequeños y pobres no podrían comprar lo suficiente.

Pero sin perjuicio de tal acuerdo cada Estado miembro puede llegar a acuerdos separados con los fabricantes de vacunas que a su vez no han firmado acuerdos con la UE. Hungría compró dos millones de dosis de la vacuna rusa Sputnik y la lanzó en febrero. También otorgó la aprobación a una vacuna china y el primer ministro Victor Orban recibió la vacuna. Eslovaquia ha comprado la Sputnik y República Checa está considerando comprarla también. En otro movimiento fuera del esquema de la UE, Austria y Dinamarca han anunciado que unirán fuerzas con Israel para producir vacunas de segunda generación contra mutaciones del coronavirus.

La UE es más lenta que otros para asegurar los contratos de vacunas. Parte de la culpa podría atribuirse a los contratos tardíos de vacunas, dicen los expertos. Pero también es cuestión de dinero y de inversión: el Instrumento de Apoyo de Emergencia de la UE utilizado para adelantar dinero para las vacunas era de 2.700 millones de euros, mientras que Estados Unidos ha gastado unos 15.000 millones de euros en vacunas a través del mecanismo denominado Operación Warp Speed.

La propia presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha reconocido que llegamos tarde para autorizar, fuimos demasiado optimistas en lo que respecta a la producción masiva y quizás demasiado seguros de que lo que pedimos realmente se entregaría en hora.

Y por último, ésta es probablemente un área en la que la UE podría haber hecho un trabajo mejor si hubiera invertido antes en instalaciones de producción en todo el continente europeo. Ahora mismo hay un problema industrial, de producción y aumento de capacidades. Todavía estamos a tiempo, hay que reaccionar.