eencuentro afectuoso en Donostia, conversación delicatessen entre Pablo Muñoz, articulista dominical en el Grupo Noticias, ex director de DIARIO DE NOTICIASy Noticias de Gipuzkoa, y Gorka Landaburu, ex director de Cambio 16.

Reunión de dos periodistas de raza, de 80 y 70 años respectivamente para analizar la actualidad en estos tiempos de zozobra, hablar del estado de la política y del periodismo. Particularmente en este caso con tristeza. “La prensa escrita se hunde, se acaba”, dice Muñoz. “Me da mucha pena nuestra profesión”, añade Landaburu. “Es admirable si se hacen bien las cosas, pero me preocupa porque crea mucha desilusión. Tenemos el poder de criticar a todo el mundo, y no hacemos autocrítica. Y la prensa en general, empezando por la escrita, en este país necesita una verdadera autocrítica”.

Pablo Muñoz Peña y Gorka Landaburu Illarramendi, diálogos en profundidad

Pablo Muñoz Peña y Gorka Landaburu Illarramendi, diálogos en profundidadPablo Muñoz PeñaGorka LandaburuGorka Landaburu, nacido en el exilio en París, hijo de Francisco Javier, diputado peneuvista, el más joven de las Cortes del 31, que llegaría a ser vicelehendakari en el exilio. Landaburu mamó la política desde niño. Creció con la compañía del lehandakari Aguirre o de Manuel de Irujo, ente otros. En 2001, cuando Landaburu contaba con 49 años, fue víctima de un paquete bomba e ETA que le ha dejado severas secuelas. Las amenazas venían de muy atrás. A comienzos de los años ochenta, su hermano Ander y él ya recibieron una advertencia de la banda. Ander acabó marchando de nuevo al exilio, pero Gorka decidió quedarse. “He sido un claro defensor de la libertad de expresión, he condenado los cierres de Egin y de Egunkaria desde el principio”, rememora. “Creo en la paz, creía en el diálogo, y aquí estamos, ahora preparando otro terreno que es la convivencia y que cicatricen todas las heridas de este país”.

Para Landaburu, la situación mundial “no es dramática, pero sí muy preocupante”. Piensa en la juventud, la situación laboral o el precio de los alquileres, además del cambio climático, “para el que todavía no estamos movilizados y puede ser peor que una guerra”. Así las cosas, ante la amenaza de naufragio, el tronco al que se agarra este periodista es la UE. Muñoz se muestra en cambio más pesimista sobre el devenir europeo. Ambos también difieren al hablar del PNV, pero coinciden sobre el papel que puede jugar Feijóo, son muy críticos con Sayas y Adanero, coinciden en exigir autocrítica en Sortu, y en criticar una agenda informativa sesgada por un excesivo protagonismo de la política. “Hay muchos políticos mediocres, las esperanzas de la explosión del 15M se ha diluido, y sin embargo seguimos poniendo como apertura de telediario o portada de prensa a la política”, afirma Muñoz, que considera que antes era la prensa la que controlaba a los políticos, y que ahora es “al revés, son los políticos los que controlan la prensa”. Para Landaburu, “los grandes medios de comunicación están hoy mucho más a la derecha de la derecha de la opinión pública”. Y comparte parecer: “Me desespera que pongas la radio o la televisión la política prime sobre cualquier cosa”.

¿Echan de menos la adrenalina de la dirección periodística? Pablo Muñoz cree que su “dependencia de lo noticiable” es “un defecto”, pero reconoce que todavía ordena en su cabeza dónde debería ir cada noticia. “El gusanillo lo mato escribiendo de lo que menos me gusta escribir, que es de política”, pero así sigue “al tanto de lo que está pasando”. Gorka Landaburu se jubiló hace un año, y reconoce que no se acostumbra. “Tengo radio hasta en la ducha, tres televisores, leo varios periódicos todos los días, lo que exaspera a mi mujer, que dice que hay que hacer más cosas”. Reconoce que “no ha pasado página del todo, pero creo que nunca la voy a pasar, porque siempre me he comprometido con lo que sea. Haré otra cosa, y es probable que pueda escribir un libro. El gusanillo lo tendremos siempre”. “Es una segunda piel”, apostilla Muñoz. Pero también comparten una sensación de alivio. “Lo que sí te quitas un peso de no mandar, de no dirigir de la publicidad”, dice Landaburu. “Y de no estar pendiente de cuánto has vendido”, se ríe Muñoz.