Dice la RAE que la nostalgia, en una de sus acepciones, es “la tristeza melancólica por el recuerdo de un bien perdido”. En el caso del cosmonauta Mikhail Kornienko no es tanto un bien perdido como si una misión: la que llevó a cabo en 2015 junto a su compañero Scott Kelly y en la que estuvieron un año entero navegando por el espacio. “Estaría dispuesto a volver mañana mismo. Ya he descansado lo suficiente en la Tierra”, cuenta con media sonrisa en la boca Kornienko.

El cosmonauta fue el protagonista ayer al dar una conferencia, abierta a todos los públicos, dentro de las actividades que el Planetario de Pamplona está realizando con motivo de su 25º aniversario. Antes, atendió a los medios y relató infinidad de detalles sobre su experiencia en el espacio.

“No se vive mejor que en la Tierra, allí es mucho más complicado”, dice el cosmonauta ruso. Pese a ello, sus ganas de continuar viajando al espacio permanecen intactas. “Es como los alpinistas que quieren estar todo el tiempo en la montaña. El sentimiento de los cosmonautas probablemente sea parecido a eso”, zanja Mikhail, que recuerda cada una de las cosas y su colocación de la nave donde pasó un año de su vida.

Una adicción que le despertó cuando tenía entre 4 y 5 años. Transcurrían los años 60 y por aquel entonces Yuri Gagarin era toda una referencia en el mundo entero, pero sobre todo en la Unión Soviética, por ser el primer hombre en viajar al espacio. “En aquella época todos querían ser cosmonautas”, recuerda el ingeniero de vuelo.

Desde entonces, el camino que ha tenido que recorrer hasta alcanzar su sueño ha sido costoso. Primero tuvo que servir en el servicio en el ejército ruso desde 1978 hasta 1986. Después, trabajó en empresas comerciales a principios de los años 90. Fue en 1998 cuando fue seleccionado como candidato a cosmonauta y desde 1999 lleva entrenando con la Estación Espacial Internacional (ISS), formando parte de la Agencia Espacial Rusa Roscosmos.

Su día a día es muy distinto cuando se encuentra en Tierra a cuando se encuentra en el espacio. “En Tierra mi día a día normal depende de en qué etapa me encuentre tras haber vuelto del vuelo. Por ejemplo, tras pasar el periodo de adaptación y la revisión médica, lo primero es un entrenamiento físico y luego hacemos unas visitas de trabajo en diferentes estaciones espaciales del mundo”, relata Kornienko.

En cambio, en el espacio todo es más rutinario, como bien recuerda el cosmonauta de su última misión allá por 2015. “Todos los días por la tarde-noche hacía el plan de trabajo para el día siguiente. Lo más importante era encontrar todos los equipos e instrumentos, que no era fácil porque era como tener un piso de 10 habitaciones con muchos armarios”, cuenta Mikhail.

misión de un año Precisamente su última misión es la que más le ha marcado. La complejidad de la misma, estar un año entero en el espacio (desde la primavera de 2015 hasta la de 2016), le da un carácter casi inhumano. Una misión relevante para la futura exploración humana de nuestro sistema solar. “Sobre nosotros había científicos que analizaban como influía en el cuerpo humano una estancia tan larga. La misión era puramente científica”, dice el ingeniero de vuelo ruso.

Sobre como no venirse abajo y saber automotivarse en el día a día durante tanto tiempo, la solución de Kornienko es clara: el deporte. “Hay momentos que evidentemente el estado de animo se viene abajo, pero hay un procedimiento mediante el cual se combate esto y es el deporte. Hay veces que no te apetece nada estar en la bici o correr, pero eso es lo que te hace mantenerte vivo y superar los momentos de bajón”, relata Mikhail.

Un año da para mucho y también para alguna que otra anécdota graciosa. En ocasiones, los cosmonautas piden a los psicólogos que les pongan sonidos para recordarlos, relajarse, etc. Sonidos como cantos de pájaros o el ruido de las olas en el mar. Pero algunos van más allá como es el caso de Scott Kelly, compañero de Mikhail. Él pidió el ruido de una motosierra. A la mañana siguiente, Kornienko despertó a Kelly con dicho sonido lo que provocó que este se levantase asustado.

momentos intensos El cosmonauta señala está ultima misión como el acontecimiento más intenso de toda su vida, pero cada una tiene su complejidad. “Lo más intenso es el vuelo en sí mismo, pero siempre hay tres momentos importantes: a la hora de despegar, la salida al espacio abierto y el de aterrizaje”, dice Kornienko. Además, hay que añadir como otro momento muy peligroso al que se produce cuando la nave entra en contacto con la atmósfera, puesto que literalmente arde. “Lo peor es que es algo que no depende de nosotros, solo hay que dejarse estar, y eso a veces es lo más complicado”, asegura Mikhail.

El ingeniero de vuelo quiso además lanzar un mensaje al mundo entero al asegurar que desde ahí “arriba” se ven cosas que demuestran el deterioro del planeta. “Por ejemplo, se contempla como se está talando el Amazonas. Si no despertamos y nos empezamos a ocupar desde ya del tema ecológico, lo demás no va a hacer ninguna falta”, zanja Kornienko.

La primera. En 2005, y tras llevar desde 1999 entrenando con la Estación Espacial Internacional, fue asignado a la Expedición 15 en la Soyuz TMA-10 de tripulación de respaldo como ingeniero de vuelo 1.

Caminata espacial. En 2010 fue parte de la tripulación de la Expedición 23/24. Junto al cosmonauta ruso Fiódor Yurchijin participó en una caminata espacial fuera de la ISS. La caminata espacial duró seis horas y 42 minutos y fue la número 25 realizada desde la estación.

La más importante, la misión de un año. En 2012, la NASA, la Agencia Espacial Federal Rusa (Roscosmos), y sus socios internacionales seleccionan dos viajeros espaciales veteranos para una misión de un año a bordo de la Estación Espacial Internacional (ISS) que tendría lugar en 2015 y que duraría un año. Esta misión incluía la recogida de datos científicos importantes para la futura exploración humana de nuestro sistema solar. La NASA seleccionó al norteamericano Scott Kelly y Roscosmos eligió al ruso Mikhail Kornienko.