Todavía son belarriprest pero quieren ir mucho más allá. “Les llama la atención cómo se crean algunos vocablos en euskera, juntando dos palabras. Ocurre como con el alemán, que es un idioma aglutinante. Ayer aprendimos (porque estábamos hablando del tiempo) cómo se dice arcoíris, ostadarra, el cuerno del cielo. Les ayuda a recordarlo. Les fascina lo de udaberria, (verano nuevo, es decir primavera) y flipan con las onomatopeyas”. La profesora Izaskun Kortazar empieza a relatar anécdotas de sus alumnos y no para. Aunque hace ya tres años que la Escuela Oficial de Idiomas de Valencia incluyó el euskera en su plan regular de idiomas, este año Castellón y Alicante se han sumado a la oferta. En esta última ciudad, Kortazar lleva la batuta de las clases y ya tiene 30 alumnos. “Entre ellos hablan en valencià y buscan la similitud con el euskera. Les choca mucho la terminología referida a la familia y que para decir hermano, hijo o hija tengamos dos palabras. Para quitarle un poco de hierro a la dificultad del idioma yo, que he estudiado un poco de quechua, los comparo y les cuento que también tiene una pronunciación complicada y funciona con esa misma idea”, señala.

Kortazar, una docente de larga trayectoria vinculada a la enseñanza del euskera en la diáspora, fue para un año a la ikastola de Boise, la única fuera de Euskadi, y se quedó trece años en Estados Unidos. Allí fue la primera coordinadora de euskera de NABO, la federación de centros vascos de Norteamérica. Posteriormente impartió cursos y talleres en Brasil y Uruguay e hizo sus pinitos con el euskera en Perú y Ecuador.

Ahora, recién recalada en Alicante “porque la Escuela Oficial de Idiomas oferta euskera por primera vez”, abre la puerta de un mundo nuevo a estudiantes sedientos de introducirse en la lengua más antigua de Europa. “Siempre me ha interesado enseñar a adultos y fuera de Euskal Herria porque existe mayor dificultad y más motivación del alumnado, que está en una situación más complicada porque no puede escuchar el idioma en la calle. Además es un reto personal”, explica. “Yo empiezo las clases de cero porque hay muchas cosas que los vascos damos por asumidas, pero ellos no conocen. Mucha gente te pregunta dónde colocar la entonación en la sílaba porque no viven en Euskadi, no oyen dónde se coloca la fuerza”, matiza Kortazar.

Las motivaciones para estudiar son diversas. “Hay personas que vivieron allí muy pequeñas, es el caso de la mitad de los jubilados. Pero tengo otro alumno de edad que aprende euskera porque tiene amigos vascos con los que se ve todos los años y lo quiere conocer por respeto hacia ellos y para que puedan hablar todos en euskera”. “A mi alumno más jovencito, que se apellida Ubieta, casi le arrastró a su madre para que se apuntaran juntos a las clases. Tengo otros estudiantes rondando la treintena que son profesores de inglés, de valencià y les encantan los idiomas. A uno le entusiasma la sociolingüística”, dice. “Además viven en un lugar donde conviven dos idiomas y el euskera les suscita curiosidad porque es el único de la península que no procede del latín”. “Uno de los matriculados dice que sabiendo euskera quizá pueda conseguir trabajo en Euskadi y a otro le gustaría hacer oposiciones e irse a vivir allí”. Kortazar deja huella y recuerda multitud de alumnos como un estadounidense al que enseñó euskera en la Universidad Estatal de Boise, donde puedes graduarte en un curso de especialista en temas vascos, y ahora cursa EGA en un barnetegi de Lazkao.