En 2017, la ONU reveló que el número de hombres supera al de las mujeres en casi 60 millones de personas. Esta realidad no sería ningún problema si no fuera porque, en muchas partes del mundo, esa diferencia se manifiesta también en otros ámbitos en que no debería: menos oportunidades para las mujeres de ejercer sus derechos, menos acceso a la educación, menos posibilidades de realizarse en el campo profesional que deseen y, desde luego, menos referentes.

Cambiar estas circunstancias depende de compromisos globales que aúnen esfuerzos entre los distintos sectores de la sociedad y de que nos tomemos en serio el lema de la Agenda 2030 que propone “no dejar a nadie atrás” en aquello de lograr el desarrollo sostenible. Pero, sobre todo, depende de tener buenos referentes femeninos que sirvan de ejemplo a niñas y jóvenes, para que no consideren su condición como algo inamovible y para que dispongan de fuentes de inspiración reales y accesibles.

El consenso internacional es deseable decía, pero el papel lo aguanta todo y si esperamos a que llegue, todo será más lento. Como una cosa es predicar y otra es dar trigo, iniciamos hace un par de años el proyecto Innovactoras, que hoy ya recoge en la web y en un libro la trayectoria y los testimonios de 50 mujeres y jóvenes innovadoras de 16 países. Nuestro objetivo es que cualquier organización que desee promover la innovación, disponga de referentes inspiradores y reales.

Más allá de las actividades y funciones que estas Innovactoras desempeñan, están sus actitudes y conductas que de verdad marcan la diferencia entre quienes innovan para crear y quienes se mantienen en la comodidad de lo conocido aunque no funcione. El Word Economic Forum propuso las “habilidades” que serán necesarias para abordar y afrontar los retos actuales: pensamiento crítico y resolución de problemas, creatividad, comunicación, colaboración, curiosidad, iniciativa, persistencia, adaptabilidad, liderazgo y conciencia social. Y, aunque el especialista en el futuro del trabajo Stowe Boyd las considere desactualizadas, seamos hombres o mujeres, necesitamos referentes reales y cercanos con estas habilidades. Las innovactoras son una demostración empírica de que estas competencias permiten obtener mejores resultados sociales y económicos.

A lo largo de los años que he trabajado con mujeres emprendedoras he podido constatar su mayor motivación intrínseca y trascendental. Mi teoría es que la innovación social va a ser liderada por mujeres, en el Norte y en el Sur. Aun así, necesitamos buenos referentes reales y cercanos para inspirarnos. Recordemos que, para educar, las palabras convencen, pero el ejemplo arrastra.La autora es profesora del Máster en Dirección de Personas de la Univ. de Navarra y cofundadora del proyecto Innovactoras (www.innovactoras.eu)