pamplona - Desde el crack de 2008 vivimos una crisis honda, que perdura. ¿Cómo se puede interpretar?

-No está siendo una crisis más. Algunos la han interpretado como una crisis financiera, o de un tipo de capitalismo, el neoliberal. Pero, ahora no se trata de la mera necesidad financiera de ese 1% de la sociedad que quiere enriquecerse a cualquier precio. Por su duración y su carácter, se ve que ésta no es una crisis coyuntural, provocada por desajustes menores, que se resuelve más o menos rápidamente, para volver a la senda del crecimiento y el empleo. Las expectativas de la mayoría y los discursos políticos que escuchamos tienen escaso soporte en la realidad. Se espera una recuperación y se piensa en volver a niveles de empleo, salarios y consumo perdidos. Se intenta sembrar confianza en que esto es posible y en que las administraciones del Estado y los partidos políticos saben qué hacer para que las expectativas se cumplan. Pero, la amenaza de recesión, el desempleo y la precarización no terminan de desaparecer después de más diez, años. Las iniciativas y estrategias para fomentar el crecimiento se vuelven cada vez más desesperadas e ineficientes. Son muchos, y bien informados, los analistas que dicen que hay que reflexionar sobre una cuestión fundamental: que las tendencias a la polarización social, a la destrucción ecológica o la sobreacumulación provienen del núcleo estructural de la economía capitalista.

¿Por qué en el sistema capitalista se suceden, tan a menudo, las crisis?

-Porque el sistema capitalista necesita las crisis; son su elemento constitutivo. Algunos de sus defensores dicen que las crisis del capitalismo son una “destrucción creativa”. Pueda llamarnos la atención, pero el capitalismo es el sistema más revolucionario: no quiere conservar nada; todo es estación de paso para la reproducción del capital, y por tanto, tiene que estar constantemente moviendo y revolucionándolo todo. Las crisis capitalistas siempre tienen que ver con el sistema productivo,

Esta actual, ¿es una crisis múltiple?

-Muchos la llaman así, multicrisis, y con razón. Hay una crisis de revalorización del capital con dificultades enormes de relanzar la economía productiva, de que haya crecimiento económico y las tasas de beneficio estén lozanas. (Alemania está ahora mismo en crecimiento cero y veremos si entra en recesión). Es también una crisis ecológica en que el productivismo está chocando con los límites del ecosistema, y hay que ver si el crecimiento es posible y deseable. En una crisis de reproducción social, porque el avance de la mercantilización de todas las relaciones humanas ha llegado a poner en peligro la existencia humana y una vida digna. Tenemos una crisis de credibilidad y confianza en la política, en que unos votan y otros deciden, y cuyos márgenes de acción se han reducido de manera drástica. Y una crisis de hegemonía mundial con un embate tremendo al reparto internacional de la riqueza que hemos tenido hasta ahora. Un Informe de hace tres años, “Tendencias Globales 2030” del Consejo Nacional de Inteligencia estadounidense, que depende de la CIA, prevé que los bloques, hasta ahora hegemónicos de EEUU, China y Japón que tenían, hace 3 años el 56% del Producto Bruto Mundial, pasarán a tener en 2030 sólo el 25%, lo que supone una contracción tremenda de espacios hasta ahora hegemónicos.

¿Cómo es posible abordar la grave situación actual?

-La crisis afecta a todas las realidades: al sistema económico y al modelo de sociedad. Aunque nos abrume y deprima, hay que mirar la realidad de frente. Hay que considerar primero por dónde no debemos seguir caminando; porque un proverbio chino indica que “para salir del hoyo, lo primero que hay que hacer es dejar de cavar”. Y, luego, saber que, como dijo Gramsci, “frente al pesimismo de la razón, contamos con el optimismo de la acción”. Aunque tengamos escasas posibilidades de éxito, es preciso comprometerse porque la situación está mal para una gran mayoría de las personas. Pero las soluciones son difíciles. Yo no creo que puedan darse dentro del marco del sistema capitalista.

¿Qué han pretendido y cómo han actuado las políticas neoliberales?

-El conjunto de estrategias y medidas económicas impuestas tenía un objetivo fundamental: restablecer las tasas de beneficio y relazar la acumulación de capital, con crecimiento económico. Los elementos fundamentales de la reacción neoliberal fueron: desregular y flexibilizar los mercados de trabajo para debilitar a los trabajadores y reducir los costes del factor trabajo, disminuir los salarios reales, y sostener el consumo con un masivo endeudamiento privado. Otra línea de política económica neoliberal para restablecer las tasas de beneficio ha sido la reducir costes de producción y distribución; y reestructurar los procesos productivos y de comercialización gracias a las nuevas tecnologías y los avances en logística y transporte. Se han desarrollado redes de producción transnacional, se ha extendido e intensificado la penetración capitalista de la sociedad con la privatización de servicios públicos y sectores económicos estratégicos. Se han mercantilizado y configurado con tecnología amplias áreas del trabajo, de la cotidianidad, del medio ambiente, y del cuerpo y el psiquismo de los individuos a través de las redes sociales.

¿Qué resultados ha tenido todo eso?

-Los Estados sociales se han transformado en Estados competitivos; se han reorganizado las relaciones de clase y de género; y ha crecido la profunda fragmentación de la sociedad. El evidente fracaso de los objetivos que pretendían las políticas neoliberales no ha menoscabado su hegemonía ni revertido sus efectos sociales o políticos. Tampoco la crisis que sufren las formaciones sociales capitalistas desde el 2007 ha conducido a la conformación y consolidación de movimientos sociales y políticos suficientemente potentes como para poner dicha hegemonía seriamente en peligro. Ni los movimientos altermundistas ni los escasos gobiernos cuyas declaraciones programáticas decían enfrentarse a dicha hegemonía han demostrado capacidad para sustraerse a ella o debilitarla de manera sustancial.

¿Por qué es tan difícil salir de la crisis?

-El capital lo soporta todo, salvo una cosa: que caigan sus beneficios. Las empresas están locas por disminuir costos y reducir las demandas salariales, y han aminorado mucho las inversiones productivas. La redistribución ha crecido solo hacia arriba y, al disminuir los ingresos de la mayoría de la población, ha decaído la demanda de bienes y servicios. La caída de la inversión pública en infraestructuras, y en educación e investigación, a causa del alto endeudamiento y la carga en gastos sociales, ha reforzado la tendencia al estancamiento económico y se han debilitado los avances en la productividad. Ha crecido mucho la deuda: La deuda pública del Estado, que ha aumentado con el rescate bancario, es mayor que el PIB. Y la deuda privada es todavía mayor, y sólo se mantiene con créditos. El consumo se sostiene porque la mayoría de la gente vive endeudada. En esta situación ni las fórmulas neokeynesianas, ni las neoliberales, tienen capacidad para cambiar el curso de la economía.

¿Tiene futuro el capitalismo?

-Esa frase, tan citada, de Fredric Jameson, de que “es más fácil pensar el fin del mundo que el fin del capitalismo” reflejaba bien el equilibrio de fuerzas sociales y políticas durante las décadas de hegemonía de la ideología neoliberal, y la sensación de que, tras la caída del muro, el capitalismo carecía de alternativa. Si esa frase merece ser revisada hoy, desde luego no es tanto porque la balanza haya sufrido un vuelco a favor de las fuerzas sociales que pretenden liquidar el modo de producción capitalista, sino, en todo caso, por las contradicciones internas que amenazan la supervivencia del sistema.

¿El final del capitalismo es posible o probable?

-El “final del capitalismo”, bien por incapacidad de superar sus propias contradicciones, bien como resultado de la insostenibilidad de los efectos sociales, ecológicos y políticos de su dinámica depredadora, ha dejado de ser la ensoñación de algunos intelectuales o movimientos antisistema que resistían a contracorriente la propaganda triunfalista neoliberal. Se ha convertido en un horizonte posible. Independientemente de la duración de ese “final”, no faltan razones para hablar de un “capitalismo terminal”. Según esta tesis, ya no estaría en cuestión tanto el final mismo, cuanto el cómo y la duración de su descomposición, derrumbe o colapso.

En tal caso, parece que hay caminos de futuro intransitables. ¿Se puede seguir con el crecimiento económico?

-En un planeta finito no puede existir un crecimiento infinito del consumo de recursos. Las políticas económicas neoliberales o socialdemócratas coinciden, sin embargo, en la necesidad de recuperar el crecimiento, al que se añade la muletilla de “sostenible” para desactivar a los críticos, cuando en realidad está fuera de toda duda la incompatibilidad entre crecimiento y sostenibilidad. La crítica habitual del “austericidio” por parte de alguna izquierda parece ciega a la amenaza de “ecocidio” que implica el crecimiento. Si nada cambia, la extralimitación ecológica alcanzaría 2,8 planetas en el 2050. La inercia del pasado y la escasez de tiempo no hacen sino agrandar las dudas sobre si será posible evitar los efectos abruptos e irreversibles sobre el clima y los ecosistemas que sostienen nuestra civilización. El crecimiento ya no es una llave mágica. Es uno de los problemas más graves a resolver.

¿Qué va a pasar con el empleo y el trabajo asalariado?

-Ya nadie espera alcanzar aquellos niveles de empleo de los “años dorados”, que constituyen una excepción en la historia del capitalismo. Las condiciones de rentabilización del capital determinan las posibilidades de explotación de la fuerza de trabajo, y los límites de su remuneración directa e indirecta. Esto se manifiesta hoy en el desempleo estructural y la precarización de una parte creciente del empleo. El trabajo asalariado pierde a toda velocidad su capacidad para integrar a toda la población y asegurar su reproducción incluso material. La mayoría de los expertos pronostican que las innovaciones tecnológicas de nueva generación van a significar una gran transformación del universo laboral y la integración social.

Si esto es grave para los países industrializados, ¿Qué pasará en los países empobrecidos?

-El relato de una “vía al desarrollo” para las periferias del mundo que universalizaría el bienestar para el conjunto de la humanidad ha ido a parar al cajón de los trastos viejos. El sostenimiento de la acumulación exige hoy más bien formas de expropiación y saqueo, que desencadenan movimientos de huida y desplazamientos masivos. El injustificable rechazo a inmigrantes y el blindaje de las fronteras, la multiplicación de muros entre la riqueza y la pobreza manifiestan la violencia que va a ser precisa para mantener a raya a la “humanidad sobrante”. Las falsas salidas autoritarias, xenófobas, chovinistas e insolidarias no han dejado de ganar adeptos desde la irrupción de la crisis. Pero, los partidos o grupos que corean eslóganes xenófobos no quieren saber que esa proliferación de fronteras (administrativas, sanitarias, o de protección social) indica una evolución que terminará incluyéndolos, porque una parte creciente de los antiguos “sujetos nacionales de derecho” se va a ver afectada por el destino de la “humanidad sobrante”.

Colapso, desintegración social, un panorama que intranquiliza y nos hace sentirnos pequeños e impotentes. La teoría y la acción social no pueden quedarse ahí. El asunto de las “transiciones poscapitalistas” se ha vuelto un asunto urgente, y complicado también. ¿Qué hacer pues?

-Resumiendo, yo diría que, partiendo de lo que existe, hay que politizarse, convertirse en sujetos de cambio aprendiendo en los conflictos, fomentar la esperanza en un cambio posible y cambiar nuestros estilos de vida consumistas e insolidarios.

¿Cuáles pueden ser los ámbitos cercanos de intervención?

-En la constitución y consolidación de los procesos de emancipación es preciso atender a las principales líneas de conflicto: la destrucción de las bases ecológicas de la vida humana (patrimonio natural común: recursos, clima, agua, paisaje, mares?); la fragmentación y destrucción del patrimonio social y cultural (trabajo, cultura, salud, solidaridad, libre comunicación, dignidad y reconocimiento..); la erosión de los fundamentos normativos e institucionales de la democracia (limitación de los derechos humanos, crecimiento del control y la represión policial, cooptación de los poderes públicos por los grupos de interés?); las crecientes dificultades para asegurar las tareas de reproducción social, de las relaciones entre lo laboral y lo privado, de las relaciones de género, de los desarrollos urbanos, de los sistemas educativos y los cuidados sanitarios. Estas líneas de conflicto son el espacio social de politización, de creación de sujetos de cambio, y de experimentación de alternativas colectivas orientadas a la transformación profunda y superación del sistema capitalista.

¿Qué escenarios posibles, qué alternativas, se nos pueden presentar?

-Un primer escenario apunta hacia un neoliberalismo autoritario. Con todo, tampoco se puede excluir que algunas fracciones del capital se muestren dispuestas a hacer concesiones para asegurar un consenso pasivo de las poblaciones. Esta dirección apuntaría a un escenario de capitalismo verde. Lo fundamental consistiría en un giro de las inversiones hacia la modernización ecológica y hacia nuevas formas de energía. Esto puede exigir un nuevo pacto socia· con un mayor papel del Estado, descentralizando las soluciones ecológicas, introduciendo una mayor reglamentación del mercado y del consumo e involucrando a las organizaciones sociales y políticas de manera más intensa. Este escenario resulta todavía improbable por las resistencias de buena parte de las élites económicas. Un escenario por ahora más improbable, conduciría a una transformación social-ecológica del sistema social. Harían falta planificación global de recursos y materias primas y prescripción de límites de su volumen, democracia económica y planificación descentralizada y participativa, comunalización, formas diferentes de socialización, ampliación de lo público, redistribución global, socialización de la función de inversión, redistribución del reparto social y de género del trabajo. Sería la transición a una economía socialista y verde de reproducción más allá del crecimiento.

¿Qué puede aportar el ecofeminismo?

-Ayuda para afrontar dinámicas económicas que socavan las condiciones de la reproducción social. Algo que experimentan especialmente las mujeres que soportan la doble socialización del trabajo y las tareas reproductivas. Extender a hombres y mujeres la lógica del cuidado para la reproducción social y la regeneración de la naturaleza.

¿Qué papel aguardaría a un Estado social?

-En las transiciones postcapitalistas no podemos olvidar al Estado social. Este ya no se puede apoyar exclusivamente en derechos derivados de una relación salarial segura, estable y duradera, ni en una política social administrada burocráticamente. Es necesario pensar en una política social desvinculada del trabajo asalariado, una política social focalizada en la producción de una infraestructura social que sirva de palanca para ampliar el concepto de trabajo y acabar con el fetiche del trabajo asalariado. Habría que pensar una transición desde unas políticas sociales convencionales hacia una nueva “política de lo social”, precisamente a partir de aquellos espacios y de aquellos sujetos que son abandonados por las políticas sociales dominantes por “inintegrables” o “sobrantes”.

“Escenarios posibles tras la crisis: Neocapitalismo Autoritario, Capitalismo Verde, Nuevo Pacto Social, y Transformación Social y Ecológica”

“Para una transición poscapitalista, hay que politizarse y cambiar nuestros estilos de vida consumistas e insolidarios”