pamplona - Un exestudiante del colegio de los Hermanos Maristas de Pamplona, que estudió allí entre 1960 y 1970, desde los 6 a los 16 años de edad, ha compartido con este periódico y con la asociación de Víctimas de Abusos en centros religiosos su testimonio de que fue una de esas víctimas de abusos continuados por parte de tres religiosos -el hermano Braulio (impartía Religión), el hermano Pedro (impartía Francés y falleció) y otro hermano al que no puede identificar- que ejercían en el centro escolar de la capital navarra. Se trata del cuarto centro religioso navarro en el que se denuncian conductas abusivas de curas hace décadas. El estado psicológico y de ánimo de este hombre, vecino de la Comarca de Pamplona de 66 años, no hacen aconsejable que presente una denuncia policial en estos momentos: “Estoy bajo, depresivo a ratos y no tengo fuerzas para dar ese paso. Bastante me ha costado aparecer en la radio y en el periódico. Pero estar con los amigos de la asociación, con gente que ha vivido lo mismo, me refuerza. Porque todo esto lo he tenido en silencio 50 años y ahora me ha salido y me ha roto, y necesitas un contexto para poder explicarte y que te entiendan. Ahora no se conoce el miedo y el pánico que sentías entonces. Fui víctima de palizas, de malos tratos y de pederastia, y no eran casos aislados. Me sentí acosado. Llegué a creer que entre los curas que abusaban se contaban sus hazañas. Y cuento esto para que otros no se callen, no lo interioricen, y lo saquen. Lo cuento sin ningún ánimo de revancha, solo para curarme. Porque soy de lágrima fácil y estoy destrozado. Por eso también mi intención es que la Iglesia deje de ser hipócrita y arrogante, admitan su culpa y establezcan un diálogo. Por supuesto que la Iglesia ha ayudado a gente pero también ha hecho un daño inmenso”.

La primera vez que este exalumno -que responderá al nombre ficticio de Andoni- recuerda que fue víctima de abusos sexuales fue en el cine, al ver la película Más madera de los hermanos Marx. “Después de aquello no he podido ver ninguna película más de ellos. Me da ansiedad recordarlo. Pero nunca conté nada, ni lo sospechaban en casa. Pero yo lo que viví era miedo, sadismo y gente que te metía mano. Creo que la mayoría de aquellos curas estaban locos”. Como ejemplo, no basta solo el cine. Los tocamientos se producían en la biblioteca, en clase, incluso en el confesionario. “Te confesabas una vez a la semana. Era obligatorio. Y a veces lo hacías con el cura cara a cara y aprovechaban para ponerte la cara entre sus partes. Y pasaban cosas de esas a menudo. Lo sabe todo el mundo. Te empezaban a hablar de hacer el bien y si eras puro y luego te decían que si te la tocabas...”.

EL DERRUMBE, EN ARCO Andoni, que recuerda que en varias ocasiones acababan también con sangre por haber recibido golpes en clase, se atrevió a hablar de esto hace mes y medio. “Estuve en la feria de arte de Arco con parte de la familia. Había un cuadro de un cura con un niño que le llegaba a la altura de sus partes. Un cuadro representativo. Alguien hizo una broma y entonces fue cuando me derrumbé. Me llegó esa imagen. A la semana se lo conté a mi mujer y a mis hijas. Se quedaron a cuadros, pero es que me había sido imposible sacarlo”. El exestudiante de Maristas recuerda que después ha visitado al médico y le ha derivado al psiquiatra. “Me dice que tengo atrofiados los lóbulos del cerebro en los que se activa la emotividad. He vivido un bloqueo interno muy grande, que todavía me dura. En aquellos tiempos no entendías nada, era incomprensible todo. Incluso años después descubrí que era disléxico y, por eso, de niño, los miércoles me quedaba enfermo en casa porque había que leer en público y para mí era insoportable. Aquellas personas te cuidaban supuestamente, pero hacían lo contrario. Supongo que a lo largo de la vida he desarrollado una especie de autodefensa mientras he podido. Ahora relaciono todo aquello con las fobias y miedos que he experimentado a lo largo de la vida. Me rompí en el médico y me ha enviado al psiquiatra. Los lóbulos cerebrales donde está almacenada la emotividad está atrofiada , y suelta unas hormonas que afecta al comportamiento global del cerebro. Por eso tengo muchas fobias y miedos. No tenía ni idea que podía tener que ver con esto”.

Andoni dice que aquello le hizo reaccionar de adolescente y despertó especial efervescencia política, sindical y asociativa. “Te metes en ese rol. Me afectaba a la conducta. Dejé de estudiar y me puse a trabajar”. Y ahora, ya jubilado, comparte su drama porque le hace bien exteriorizarlo. “Para mí es muy duro todo esto, pero me animo al ver a los que han pasado por lo mismo, y es sano contarlo. Y la Iglesia sigue retratada en su arrogancia. No podemos dejar que siga pasando. Hace poco un amigo de la Cuenca de Pamplona me dijo que habían trasladado allí a un cura de la capital al que acusaban de lo mismo”.