Pamplona - El colectivo cristiano Solasbide ha publicado el documento con las conclusiones de la jornada celebrada el sábado 8 de junio en torno al medio ambiente, la ecología y el cambio climático. En el texto Cuidar la casa común: por una ecología integral, reconocen la complejidad de un tema en debate y con muchos ingredientes y apuesta por encararlo desde una perspectiva de compromiso local y global con una implicación personal y social.

El eje inspirador de este debate realizado en el Seminario fue la encíclica Laudatio Si del papa Francisco. Las aportaciones, desde posiciones muy “plurales”, configuraron una serie de consensos y otros disensos. En el primer bloque hubo acuerdo en calificar de “dramática” la situación de “deterioro ambiental de nuestro planeta”, lo que exige una “acción decidida de movilización de la opinión pública mundial”. Pero más aún, consideran que hay que pasar también de los dichos a los hechos impulsando “un cambio del modelo económico-social de producción y de consumo ya que el actual nos conduce a un escenario sin salida”. No obstante, no ocultan que es un problema de carácter “sistémico” y muy complejo ya que toda acción humana tiene efectos ambientales que interactúan entre ellos produciendo a veces efectos perversos.

“Cualquier reacción para cuidar el planeta ha de ser transversal, tanto desde la política, implicando a todas las instituciones y a todas las actuaciones sectoriales, como desde el ámbito social, incluyendo al sistema económico, a las empresas, a la tecnocracia, a los ciudadanos en su doble vertiente de actores políticos y sociales, como votantes y como activistas, y muy especialmente como consumidores. El cambio ha de ser a escala global, exige que los compromisos de las cumbres internacionales dejen de ser sistemáticamente incumplidos, y a escala local que, aunque sea insuficiente en sí misma, resulta imprescindible porque es donde se adoptan las medidas concretas y donde se pueden ofrecer alternativas que penetren en el tejido social. Un cambio que no puede ser solo político, sino un auténtico cambio cultural, de conciencia, de educación, una conversión a otros valores (austeridad, responsabilidad, equidad, solidaridad, biocentrismo que supere el antropocentrismo) y a otros hábitos (de trabajo, de consumo, de movilidad, de ocio). Un cambio que ha de ser personal y colectivo, estructural, que exigirá también normas obligatorias, acciones legislativas e institucionales”, explica el texto.

Pero si sobre estas ideas, por lo demás nada novedosas, hubo consenso, también en el debate aparecieron cuestiones polémicas que dificultan y frenan poder avanzar en acuerdos más precisos y operativos en la materia, reconocen. “El sistema económico y social en el que vivimos, basado en la competitividad, el crecimiento y el consumismo compulsivo, y la degradación ambiental que provoca, tiene ganadores, sectores sociales que se benefician (la minoría que acumula riquezas, los países en desarrollo acelerado), y perdedores, los que pagan la cuenta (sectores empobrecidos, precarizados, países subdesarrollados). Ello implica -continúan- que cualquier propuesta de cambio se enfrenta a determinados intereses económicos, que cualquier alternativa vaya a encontrar feroz resistencia entre quienes debieran soportar sus costes. Frente a lo que sugiere la propaganda política, ninguna medida puede favorecer a todo el mundo, no todos pueden ganar. Si pedimos solidaridad, quiere decir que algunos tendrán/tendremos que compartir, que renunciar a algunos privilegios”, aventuran. En este punto pasan la pelota al ámbito político ya que una apuesta decida en esta línea exigiría planteamientos que no prioricen la rentabilidad electoral cortoplacista ya que salvar el medio ambiente puede suponer medidas impopulares o sacrificios que hay que explicar y asumir. Por todo ello consideran que hay que buscar un nuevo “paradigma” aunque los participantes no se pusieron de acuerdo sobre su contenido aunque valoraron el clima de debate creado. - D.N.