El capítulo final apenas duró dos horas después de casi tres años de procedimiento. 120 minutos de vista por unos recursos requeteconocidos, que fueron expuestos en el mismo salón imponente, barroco y ciertamente incómodo en el que se desarrolló el juicio del procés. Esta vez, al contrario que en la repleta sala 102 del Palacio de Justicia de Navarra en la que se comunicó el primer fallo, apenas una veintena de personas ejercieron de observadores y público (entre ellos el antiguo magistrado de la Sección Segunda de la Audiencia, Paco Goyena, ahora en la Audiencia de Madrid; y el abogado Jesús Pérez, anterior defensor del guardia civil acusado). A las 10.30 comenzó la exposición, advirtiendo el presidente Andrés Martínez-Arrieta de que cada parte dispondría de 15 minutos para su argumentario. A la acusación particular le sobraron prácticamente todos, ya que declinó verbalizar los motivos de su casación y se limitó a leer la calificación jurídica y pena que solicitaba. La defensa ejercida por el letrado sevillano Agustín Martínez-Becerra, quien había llegado bien pronto al tribunal y había realizado su desfile entre cámaras, no pudo citar en su exposición, al contrario que las acusaciones, ni una sentencia previa que avalara su tesis de que en aquel portal hubo consentimiento. Becerra, apelando más al sentimentalismo que a la ciencia jurídica, se sabía ayer derrotado de antemano. Al abandonar la sala, tras el visto para sentencia, a las partes implicadas se les solicitaron los números de teléfono para ponerse en contacto con ellos. Ahí, todos sabían ya que la decisión iba a ser inminente. Y, solo tras dos horas de deliberación, el Supremo comunicó su fallo. Se hacia Justicia. - E.C.