Pasaia - Una parada en boxes para volver a echarse a la mar en el menor tiempo posible. Ese es el objetivo que se plantea la tripulación del Aita Mari, que el domingo arribó al puerto de Pasaia de donde zarpará de nuevo en agosto. Se trata de una detención forzada, al no haber conseguido los permisos necesarios para llevar a cabo tareas de salvamento en el Mediterráneo central. Así, tras un mes realizando labores humanitarias en las islas griegas de Lesbos y Chios, el barco emprendió la vuelta a casa, adonde llegó el domingo. En Pasaia será sometido a diversas tareas de reparación de la nave, mientras la tripulación goza de un tiempo de descanso y en cuanto estos trabajos finalicen, volverán al mar. Pero este no será un periodo de vacaciones para los miembros de la ONG Salvamento Marítimo Humanitario (SHM), que opera el Aita Mari. En este tiempo que permanecerán en tierra, volverán a “pelear” por conseguir el despacho que les permita salvar vidas en el Mediterráneo.

“Pelearemos durante este mes para conseguir un despacho limpio, sin restricciones, y si no lo conseguimos, volveremos a hacer ayuda humanitaria en las islas”, informó ayer Iñigo Mijangos, presidente de SMH. La ONG ofreció una rueda de prensa en el puerto de Pasaia, acompañada por miembros de la plataforma Ongi Etorri Errefuxiatuak.

Mijangos explicó que, al contrario que el Open Arms, que la pasada semana decidió partir rumbo al Mediterráneo pese a no tener permiso para realizar rescates, SHM no contempla “desobedecer” las instrucciones de la Dirección General de la Marina Mercante.

En este sentido, recordó que saltarse la prohibición conlleva sanciones de hasta 1,2 millones de euros, una cifra “inviable” de asumir para la ONG guipuzcoana.

Por ello, en caso de no conseguir el permiso pertinente, el Aita Mari regresará a Grecia para desarrollar labores humanitarias.

labor humanitaria en cinco islas Esta, sin embargo, tampoco está exenta de dificultades y asociaciones como Salvamento Marítimo Humanitario padecen la “gran hostilidad” con la que algunos sectores de la población reciben su presencia. La situación, además, se ve agravada por el importante tirón turístico que tienen las islas, especialmente en época estival, una actividad económica que la población local quiere proteger a toda costa. “Sabemos que es verano e igual no les hace mucha gracia que llenemos el puerto con el barco”, planteó Mijangos, que reconoció que las ONG desarrollan allí su labor con mucha “tensión”.

“Las autoridades griegas están encantadas, porque hacemos una labor humanitaria que a ellos les sale gratis, pero los problemas surgen con las autoridades locales”, explicó.

Actualmente, Grecia cuenta con alrededor de 60.000 refugiados, de los cuales más de 15.000 se encuentran en las islas del Egeo (principalmente en Lesbos y Chios, pero también en Samos, Leros y Cos). Esto ha provocado que movimientos como la extrema derecha hayan proliferado en la zona, dificultando mucho la labor de las ONG. “Hay hostilidad y se nota mucha tensión. Estas semanas, por ejemplo, hemos tenido bastantes problemas para descargar el material que llevábamos”, aseveró, al tiempo que recordó: “Teníamos a bordo un electrocardiógrafo para entregar a los sanitarios allí y nos han puesto miles de trabas para sacarlo del barco”.

Toda esta tensión repercute también en la situación en la que se encuentran los refugiados. “Están mal, porque llevan un montón de meses ahí, hay mucha gente concentrada y la ayuda internacional que reciben es muy poca”, indicó. Además, la situación se agrava en las islas menos conocidas. “En algunas no sabemos ni cómo están. En Samos sabemos que muy mal, porque hay mucha gente concentrada; Leros y Cos son las más olvidadas, la gente ya ni se acuerda que hay campos de refugiados”, lamenta.

Por ello, a su regreso a Grecia, SMH quiere ampliar su radio de acción a estas cinco islas, y no limitarse únicamente a Chios y Lesbos, como han hecho en su último viaje.

A todas ellas llevarán materiales de primera necesidad, como productos higiénicos para mujeres, pañales o leche infantil, además de medicinas, mantas y ropa, que distribuirán entre los casi 16.000 refugiados que anhelan cualquier tipo de ayuda para solventar su precaria situación.