pamplona - Olga Martín, psicóloga clínica experta en trastorno alimentario, participó en la mesa de la jornada Los retos y amenazas ocultas en la adolescencia, organizada en Pamplona por la facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra. Lleva 24 años atendiendo a pacientes con trastornos alimentarios.

¿Por qué existe este riesgo en la adolescencia?

-Es un momento de gran cambio, de enfrentarse a cambios corporales, en las amistades (porque cada uno tira para un lado, hacia unos estudios...) es un periodo en el que la identidad y la autoestima hacen aguas porque no tienes la seguridad ni el conocimiento que puede tener un adulto. Ahí te vas identificando con figuras que te sirven de referentes.

Estas pueden ser referentes buenos.

-Sí, pueden ser personas que te dan seguridad. Pero también te puedes identificar con figuras que te generen inseguridad o tener modelos de imitación centrados en la percepción del cuerpo, por ejemplo. Esos modelos estéticos lo único que venden es frustración porque proponen unos estándares físicos que no todo el mundo puede alcanzar, por pura genética o constitución.

¿Por qué se llega, en lo que a priori es un cuidarse bien, hasta el padecimiento de un trastorno?

-Hay personas con un perfil más perfeccionista, con una tendencia más obsesiva o que han recibido determinados modelos vinculares a nivel familiar en el que la imagen corporal y la imagen en general es muy importante. Ahí es cuando tienen una vulnerabilidad mayor a desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria.

¿Cómo actuar ante la sospecha de un trastorno alimenticio?

-En un menor, ante los primeros signos de sospecha, los padres deben acudir al médico de atención primaria o al pediatra. También se deriva desde la escuela. A esta edad el problema es que las niñas no lo identifican como una patología, sino que piensan que ellas lo controlan.

¿Cuál es el primer paso a realizar en un caso de trastorno alimentario?

-La primera pauta es restituir la situación nutricional. Es decir, llevarle a un índice de masa corporal adecuado y a una restitución nutricional de proteínas. Si el cuerpo no está mínimamente nutrido, no puedes empezar a trabajar con terapias, porque su pensamiento está en modo obsesión con lo que come y deja de comer.

¿Hay un protocolo estándar a seguir en casos de anorexia y bulimia?

-A lo largo de 24 años de experiencia, creo que no, que los casos que he tratado y se han recuperado completamente han sido porque se ha hecho un traje de alta costura, a medida. Además, hay que llegar a unos acuerdos con los pacientes y confiar en ellos. De tal manera que si el paciente un día vomita o ha dejado de comer, te lo cuente. A la vez que al paciente se le está restituyendo alimentariamente -muy de a poco, porque si han sido restrictivos, no puedes darle una alimentación normal porque puede tener desgarros gástricos-, de manera simultánea, tenéis que empezar a caminar juntos y que él tenga una actitud completamente activa en su proceso.

¿Hay un perfil dibujado donde estos trastornos se den más a menudo?

-No podría hablar de un perfil rígido. Depende de cada persona. Además de la etapa de edad (entre los 13 y 18 años y de los 16 a los 21), puede pasar que gente que ha estado en el extranjero estudiando con dificultades de adaptación desarrollen este tipo de patologías. También pueden ser deportistas de alto rendimiento. Asimismo, familias rotas por separaciones contenciosas o con fallecimiento de un familiar cercano. O factores estresantes, como por ejemplo, que se metan contigo en el colegio por ser algo gordito o/y que te hagan bullying. Todo eso influye.

Entonces, no hay un tipo de personalidad asociado a estas patologías.

-Sumado a todo lo anterior, los casos más perfeccionistas suelen desarrollar una anorexia nerviosa. Y la bulimia nerviosa suele debutar años posteriores, y con gente más impulsiva. El perfil de los bulímicos va muchas veces de la mano de conductas de promiscuidad y conductas adictivas.

¿Estos trastornos tienen cura?

-Hay casos que bien llevados desde el principio, con la atención psicológica, terapéutica y endocrina correspondiente se pueden recuperar. Los tratamientos como poco suelen ser de cuatro años. Excepcionalmente, dos. ¿Un problema? Que en la adolescencia si juntas a muchas pacientes con estos trastornos pueden contagiarse por imitación (porque una cuenta a otra cómo hace para adelgazar, etc).

¿Qué recomendaría a alguien que presencia este trastorno en un familiar, amigo...?

-Lo primero que hay que intentar controlar son los atracones o vómitos. Muchas veces vomitan tanto que pierden electrolitos, que tienen niveles muy bajos de potasio; lo que puede provocar paradas cardiacas. No es lo mismo que en el tratamiento de un alcohólico, quien no necesita el alcohol para vivir. La comida sí es necesaria. Por ello, hay que trabajar el manejo y control de los atracones. Con los pacientes que sufren bulimia viene muy bien la ayuda farmacológica de prozac. O sea, la fluoxetina, con 60-90 mg/día, porque produce bastante inapetencia.

Una medicación fuerte puede sonar peligrosa en cuanto al riesgo de adicción o descontrol.

-Una medicación antidepresiva siempre debe estar recetada por un psiquiatra. Y en cuanto al tratamiento de este tipo de trastornos, siempre, es multidisciplinar. Es necesario ser atendido por endocrino, internista, psiquiatra y psicólogo.

Expone que el tratamiento es multidisplinar. ¿Qué más debe atenderse aparte de los atracones?

-Me parece fundamental que el terapeuta o psicólogo sepa terapia de familia, porque hay que hacer sesiones con esta. La familia también se enferma, no sabe manejar la situación. Hay que escuchar a los padres primero, recoger todas sus angustias y todos sus miedos. El terapeuta luego tiene que hacer una valoración y devolución de la información, haciendo de filtro para con la hija o hijo. Hay que dedicar tiempo a los padres, al paciente y luego hay que hacer la sesión familiar conjunta. Los grupos de padres funcionan muy bien en la evolución de estos trastornos.

Con 24 años de experiencia en este campo, ¿qué cambios ve en este terreno?

-Ahora hay casos que debutan mucho más temprano. Antes era muy raro ver un caso de trastorno alimentario a los 8 años. Ahora sí se están viendo cuadros clínicos de niños muy pequeños. Pero, también, hay servicios especializados para niños. La cosa ha cambiado y a medida que la patología se ha ido manifestando, se generan los recursos y adaptan a las necesidades.

Trastornos de alimentación y obsesión con la imagen en niños y niñas, ¿son habituales?

-Ahora sí se dan casos que antes no se daban. Con la cultura del cuerpo, del deporte, de la tableta... se está dando más en chicos. Descubren que vomitando mantienen el control de todo, y esto es una anorexia purgativa, más que restrictiva.

Una duda frecuente es: si se ha sufrido este tipo de trastorno en la adolescencia, ¿se llega a superar o permanece?

-Hay casos que se recuperan completamente. Pero en el 99% de los casos siempre tienen una preocupación por comer sano. En la población que no lo ha sufrido llega el verano y se preocupan por las dietas. Alguien que ha sufrido esto aprende mucho, sabe cómo comer bien y sigue teniendo cuidado con no descontrolar su peso. Eso no es que no se hayan curado, sino que la persona no quiere sentirse incómoda con exceso de kilos, y se cuida.

¿Alguna recomendación para personas que en su vida hayan sufrido este tipo de trastornos?

-Es importante no hacer tonterías con la comida, que no se salten ninguna, y controlar las horas de descanso y el estrés. Si no controlan ni cuidan esos factores, puede influir en que vuelva el trastorno. No con la virulencia del principio, pero sí con alguna alteración.