La isla de Lesbos se ha quedado pequeña para recibir a más personas refugiadas. Maider Iriarte, de Zaporeak, lo explica: “Cada vez llegan más personas, ya hay más de 10.000 varadas, que han solicitado asilo y que se quedan esperando más de un año.”

Zaporeak sabe por experiencia, por lo que ha vivido, que la isla no puede asumir más personas. Ya en 2016, cuando se sobrepasaron las 10.000, la tensión se incrementó de forma evidente, porque en “muy poco espacio, y con muy pocos servicios conviven gentes de culturas muy diferentes y desesperadas”.

Malen Garmendia Gómez está en Lesbos, es la coordinadora de Zaporeak en esta isla griega situada muy cerca de Turquía. Malen ha vivido en primera persona una situación en la que, lo tiene muy claro, las víctimas son las personas refugiadas a las que Europa no da la respuesta adecuada.

El domingo pasado el equipo de Zaporeak acudió con su furgoneta a las instalaciones que Team Humanity, la ONG danesa con la que colabora, gestiona a cinco minutos a pie de Moria, un campamento donde malviven miles de refugiados.

Estas instalaciones abren sus puertas funcionando casi como centro de día para que mujeres y niños y niñas pasen unas horas de relativa tranquilidad y reciban las 1.800 raciones de comida que prepara Zaporeak todos los días.

Era Eid al-Adha, una importante fiesta para los musulmanes en la acostumbran sacrificar corderos. Un día más en una Lesbos llena de carencias, una jornada en la que llegaron al centro “casi 3.000 mujeres y niños y niñas”.

Los hombres del campo se acercaron allí, se situaron tras la valla y con la tensión reinante protagonizaron un encontronazo con algunos voluntarios de la ONG. La furgoneta de Zaporeak salió muy mal parada, la luna y los retrovisores rotos, pero ninguno de sus voluntarios (en la actualidad hay nueve personas en Lesbos) sufrió daño alguno.

“No sabemos cuáles fueron las razones, pero creo que no importan. Las condiciones en las que viven son muy duras. En verano está llegando mucha gente y Moria está desbordado. Las personas que viven en el campamento están en una situación terrible, no todas tienen sitio para dormir y la comida que se les da no es buena, no aporta los nutrientes necesarios”, explica Garmendia.

Zaporeak trata de “complementar” esas carencias en la alimentación, en la medida que puede.

“Hay mucha tensión y cualquier chispa generar un conflicto. La responsabilidad es de quienes permiten que esta situación se perpetúe”, denuncia.

Y es que quienes llegan a Lesbos, escapando de situaciones vitales terribles, buscan un futuro, “aportar y trabajar” y se encuentran “con las puertas cerradas”, varados “en una cárcel natural”, sin futuro.

La tramitación de las solicitudes de asilo “se ha bloqueado” y ante sus demandas reciben la callada por respuesta, cuando no es una negativa tajante. Llueve sobre mojado. Duras condiciones de subsistencia y una peor situación a nivel psicológico.

“Hace dos años, cuando también se dio un incremento de las llegadas y se hacinaban más de 10.000 personas, vinieron los grandes medios, como la BBC. Entonces sí se hizo caso a lo que pasaba y empezaron a responder enviando a la península a familias, elegidas aleatoriamente, para descongestionar la isla”, recuerda Malen.

Esta realidad tiene todos los visos de repetirse, ya que solo en una semana han llegado a Lesbos 745 personas en 20 embarcaciones, el mayor número de entradas desde 2016.

La situación se repite en esta “cárcel natural”, en un cementerio de ilusiones y de futuro. “Emocionalmente es terrible. Llegan con esperanza y te das cuenta de que nunca se cumplirá”, añade Garmendia.

De lo que pasó el domingo y de los incidentes que proliferan Zaporeak no culpa “a quien no tiene culpa. Quienes la tienen dormirán tranquilos en sus casas. Lo que pasa aquí hay que verlo con perspectiva”.

Las personas que están en Lesbos y las que siguen llegando “quieren ser parte activa de la sociedad que les dé acogida. No han podido garantizar su seguridad en sus países de origen y por eso inician el proceso migratorio. Cuando piensan que han dado un gran paso adelante se encuentran que la realidad es otra. Solo quieren seguir adelante con su vida”.

De momento, el centro de Team Humanity cerrará hasta el viernes para evidenciar la importancia de esta dotación. “Queremos demostrar qué útil es, ya que posibilita a las mujeres tomarse un respiro, aunque la mente siempre esté en otro sitio”.

Zaporeak, hasta entonces, no permanecerá inactiva porque, además del gran reparto de 1.800 raciones, lleva a cabo otros de menor tamaño: 35 raciones para los voluntarios de una ONG, 170 para los refugiados que atiende otra organización y 315 para los voluntarios que viviendo en Moria trabajan en el centro de Team Humanity, así como para sus familias.

El viernes el centro volverá a abrir sus puertas a mujeres, niñas y niños y Zaporeak retomará su reparto más potente, el de 1.800 raciones, 500 más de las que calculaban distribuir cuando regresaron a Lesbos el pasado mes de febrero. Porque con anterioridad, en 2017, desmontaron sus cocinas después de que fueran atacadas de madrugada por un grupo de desconocidos.

“Que nos hayan pillado en medio es casualidad, es lo de menos. Porque situaciones como estas pasan todos los días. La tensión es grande y ellos y ellas tienen que vivir así a diario, son quienes tienen que volver a Moria”, insiste Garmendia.

Mientras, quienes trabajan sobre el terreno son muy conscientes de la necesidad de que Europa dé una respuesta con urgencia a una situación insostenible. “Entendemos que Grecia no puede atender a todas las personas refugiadas que llegan. Es Europa la que debe responder, la que debe de encontrar la solución”.

Zaporeak está siendo testigo directo de una situación que se agrava día a día ante “la pasividad de la Unión Europea para dar solución a la mayor crisis humanitaria que vive el continente desde la Segunda Guerra Mundial”.

sin tregua Maider Iriarte estuvo en Lesbos en junio y ya desde Gipuzkoa quiere dejar patente que, una vez más, “la sociedad va por delante de los gobiernos. Cualquier iniciativa que hemos organizado, como la recogida de alimentos secos, siempre ha obtenido una gran respuesta solidaria”.

Iriarte también es consciente de que cualquier situación puede ser “la gota que colma el vaso” para las gentes que sobreviven en Lesbos. Zaporeak, que desde hace unos meses es ya una entidad legal en Grecia, tiene que enfrentarse además a otra limitación: no puede acceder a Moria porque no les han dado permiso para ello, por lo que trabajan con las personas refugiadas en este campo a través de Team Humanity.

“Estamos igual que en 2016 y entonces la situación se hizo insostenible”, subraya. “No se puede criminalizar a las víctimas. Viven en un campo de exterminio mental” señala.

Problemas médicos, de agua y de saneamiento, comida de mala calidad... La situación de saturación y tensión es tal que, explica Iriarte, Médicos sin Fronteras ha llegado a repartir pañales a las mujeres “para que se los pongan a la noche, no tengan que ir al baño y no sufran agresiones sexuales”.

El lugar donde mueren las ilusiones es un “paraíso” que para miles de personas, las que han salido de sus países para salvar la vida, se ha vuelto un infierno. En esa paradisíaca isla griega existe el conocido como “cementerio de los chalecos”, donde yacen estos salvavidas, muchas de las barcas utilizadas en la huida, juguetes infantiles y hasta “piernas postizas”. Una imagen que lo dice todo.

la labor de zaporeak Mientras, desde Zaporeak se quiere seguir contribuyendo a mejorar en cierta medida la situación de quienes viven en Moria.

Actualmente trabajan en Lesbos nueves personas de esta organización. Los turnos son, aproximadamente, de tres semanas y se van haciendo los relevos de tres en tres. Así, siempre permanecen en la isla tres personas que pueden preparar a las nuevas que llegan.

Si las personas voluntarias adoptan el compromiso de permanecer en Lesbos esas tres semanas Zaporeak se hace cargo de los gastos del avión, además de la estancia, ya que han alquilado una casa donde se aloja el voluntariado. En el caso de que se vaya para menos de tres semanas el vuelo lo abona la persona que viaja, aunque Zaporeak se sigue haciendo cargo del alojamiento.

Iriarte asegura que, normalmente, no suelen tener problemas para contar con personas que quieran ir a Lesbos a echar una mano en las cocinas solidarias de Zaporeak.

“En verano y en todos los periodos vacacionales, como Navidad o Semana Santa, hasta nos sobran. Es algo más difícil fuera de estas épocas, pero siempre se consigue porque somos una sociedad muy solidaria”, añade.

Iriarte quiere poner en valor toda la labor que se lleva a cabo desde aquí. Iniciativas como la recogida de alimentos y otras que se llevan a cabo para la obtención de fondos son fundamentales.