PAMPLONA ? Ahora tiene 70 años y habla como una catarata de emociones,porque quizás lo ha tenido dentro desde hace tanto tiempo quequiere expresarlo todo de golpe. Mariví es la primera mujer queforma parte de la Asociación de víctimas de centros religiososen Navarra, que cuenta ya con nueve miembros. Esta pamplonesa,nacida en el corazón del Casco Viejo, eriza la angustia cuandorelata lo que vivió. Solo tenía 12 años cuando se quedó a dormiren el colegio Ursulinas de Pamplona y sufrió por primera vezabusos sexuales de una monja.

¿Cuál es su historia?

?Somos una familia numerosa. Las cinco hermanas estudiamos enel colegio Ursulinas. Yo estuve allí desde los 4 a los 17 años,entre 1954 y 1966. Era una alumna externa, es decir, volvía adormir a casa, salvo un año que pasó lo que pasó.

Luego entraremos a eso que pasó, pero ¿cómo recuerda su andadurapor el colegio?

?He negado tantas cosas todo el tiempo, incluso a mí misma, comopensando que negándolo era como si no hubieran ocurrido, quesiempre he sentido una especie de animadversión hacia el colegio.Yo no tengo un recuerdo ni bonito ni agradable del colegio comotienen muchas otras compañeras. Yo creo que en aquella épocadebía sentirme tan mal que igual no he sido muy consciente dela etapa escolar.¿Guarda relación con las compañeras del colegio, conserva amistadesde entonces?

?Ahora ya no conservo unas amistades de llamarnos y de quedar.Aquello ya se estropeó. He vivido mucho tiempo fuera, inclusome fui al extranjero, y todo ese contacto se pierde.

¿Por qué tiene ese mal recuerdo?

?Porque en el colegio me hacían sentirme que no valía, que novalía para estudiar. Me trataban como si no fuera digna de aprenderalgo ni de ser una persona normal. Y después, la familia me metióya a estudiar Secretariado para no sacarme del colegio a los14 años, pero la idea de mi madre era que me quedara en casapara ayudarle. Entonces, tenía la sensación de que no había formade que te valorasen, y después me pasó lo que me pasó y sentíque valía muy poco. Luego, cursé estudios siendo mayor y me resarcíde aquel sello de estupidez que me impusieron. Estudiar se convirtióen mi refugio e hizo que me volviese menos loca.¶Ya ha citado en dos ocasiones lo que le pasó. Negar aquello seguroque ha sido un sufrimiento añadido.

?Lo negué tanto porque no podía decirlo en casa ni a nadie. Loencerré a cal y canto en mí. En las edades mas conflictivas mesalió un gran malestar. A los 17 años me sentía tan mal porqueme quería morir. Sin decir nada a mis padres me fui a una psicólogaporque pensaba que me estaba volviendo loca. Cuando fui a casay mis padres lo supieron no me dijeron ni mu. No sabía verbalizarmi malestar, pero estaba ahí y, si no me suicidaba, tenía quesalir adelante. No había más opciones. Después, me fui a Inglaterray ahí me sentí como no me había sentido nunca de bien. Volvíy mis hermanas decían que había vuelto con unas ínfulas de libertad.Por lo visto debía ser lo que sentía. Mis amigas de Londres medecían que cada vez que iba a Pamplona volvía amargada.

¿Y cuál es el origen de todo? ¿Fue un trauma que vivió en elpropio colegio de Ursulinas?

?Aquello que niego es que alguien me manejase de tal forma queme hiciese sentirme asustada, sin valor, que estuviera anuladacomo persona. Fue a raíz de que a los 12 años me metieron internaun curso porque mi hermana mayor estaba allí y así para que estuviéramosjuntas. Pero nos pusieron a dormir en edificios diferentes. Yodormía con unas 15 chicas de mi edad en un cuarto amplio en Navasde Tolosa, en un edificio lindante a Maristas. En la habitaciónhabía dos filas de camas y, al final de una de ellas, había unamonja que estaba supuestamente para cuidarnos. Los baños estabandetrás de una puerta. Recuerdo que por las noches nos metíamoscon linternas debajo de las sábanas a leer y que nos reíamosmucho. Pero hubo un día en el que la monja que nos cuidaba, lamere Ángeles, me dijo que a partir de entonces iba a dormir enun cuarto separado, en uno que estaba al lado y que tenía doscamas. Ese cuarto tenía una puerta que daba al dormitorio grande,donde dormía antes con el resto, y otra puerta que daba al otrolado y por donde entraba la monja que abusó de mí. En ese cuartodormía una chica mayor, de unos 16 años, que cada vez que lamonja venía a por mí y ella me miraba y se reía. Recuerdo esasonrisa como si fuera ahora. Yo no entendía nada, ¿qué sentidotenía aquello?

¿Cómo le justificaron que pasara a dormir a aquel lugar?

?Que yo recuerde, no fue algo que me justificaran. Lo hicierony ya está. No recuerdo que me dieran explicaciones.

¿Qué ocurrió allí? ¿Fue al poco de instalarse cuando pasó?

?Había pasado poquísimo, creo que pudo ser la primera o la segundanoche. De repente vino una monja, la mere Magdalena de Cristo,que era la enfermera del colegio. Era chiquitita, muy pizpireta.Apareció con esa sonrisa que tenía y empezaba a sentarse a milado en la cama. A la mañana siguiente aparecía otra vez a saludarme,a darme los buenos días y a darme besos. Y aquello empezó siendola rutina de todas las mañanas y las tardes, me sobaba, me besuqueaba...Me dejaba un imperdible grande lleno de crucifijos y cadenaspara que sintiera que estaba conmigo toda la noche. Había a vecesque se ponía dentro de mi cama, me abrazaba y me tocaba. Y luegome dejaba esas medallas debajo de la almohada para que sintieraque estaba con ella. Así ocurrió mañana y noche durante todoel curso. No paraba. Recuerdo que yo trataba de empotrarme contrael colchón, de hacer fuerza con la espalda y contraerme, paraque eso pasase pronto y no sentirme mal.

Mientras tanto ella le hablaba, le decía algo, le amenazaba...¿cómo se comportaba?

?Recuerdo no hablar con ella ninguna palabra. Ni sí, ni no, nipor qué haces esto, ni por que me quieres tanto... No me salíadecir nada. Era como si fuera algo que tenía que pasar, comosi yo tuviera que pasar por esa cruz y que tuviese que aguantarhasta que ella me dijese hasta aquí. Recuerdo apretarme contrael colchón lo máximo posible para evitar que me tocara, peroaun así lo hacía. Yo no conté nada de esto en ningún sitio ysiguió así todo el curso. Y al callarme, eso me hizo daño. Traspasar los fines de semana en casa, recuerdo que los domingos,cuando volvía a ese cuarto, la monja se metía en mi cama y meechaba broncas. Me decía: "Por qué me haces esto, cómo puedesser tan mala, cómo me puedes hacer tanto daño, por qué te vasa tu casa y me abandonas y me dejas sola". Ya no sabía qué pensar,no sabía qué era real de todo aquello.

Ha citado anteriormente a la mere Ángeles, de quien ha comentadoque era la encargada de cuidar el dormitorio grande. ¿Cree queno se enteraba de esto?

?Ella sabía perfectamente para qué me había mandado ahí, peroes ahora cuando me doy cuenta de eso. Abusa tanto la que lo hacedirectamente como la que lo sabía y se lo permitía.

Después de ese curso, ¿volvió a tener contacto con esa monja?

?Nos cuidaba en clase de labor. En público se comportaba de formadistante, como si nada hubiera pasado. Cuando estaba en clase,conmigo no se comportaba mejor, ni era más amable, ni más cariñosa.Al acabar el año de interna, ya no hubo ningún acercamiento más.No se si ella esperaba que yo tuviera un sentimiento de dependencia.

¿Y cómo afrontó los años posteriores en el mismo lugar?

?Solía llorar a solas. Tenía tal tristeza en mi cuerpo que erauna forma de escapar. Yo no se lo decía a nadie. Así fue comolo afronté.

¿Cuántos años se ha guardado esto? ¿Cuándo lo contó por primeravez?

?Lo tenía tan cerrado en mi cabeza que no lo exterioricé hastacuando fui a ver la película de La mala educación, de Almodóvar,en el cine. Sería el año 2004. Entonces, al salir del cine, ledije a una de mis hermanas: "A mí me ha pasado eso que hemosvisto". Salí de aquella película con la piel de gallina, sintiéndomeigual que cuando era una niña que tenía 12 años.