pamplona - Aunque en la última década se ha reducido el número de niños y niñas con exceso de peso en Navarra, las cifras siguen siendo preocupantes. Casi uno de cada cinco menores de 14 años sufre sobrepeso y el 8% es obeso, lo que significa que ya presenta problemas de salud y muy probablemente los tendrá en el futuro. Y es tener la obesidad en la infancia triplica el que se perpetúe en la edad adulta. “Estamos haciendo muy poco. Es un problema muy serio en el que se tiene que implicar mucha gente: instituciones, escuela, sistema sanitario, industria alimentaria... O trabajamos juntos o sólo pondremos parches”, advirtió ayer Idoia Labayen, investigadora del IS-FOOD de la Universidad Pública de Navarra.

Este instituto organizó ayer una jornada en la que varios expertos pusieron el foco la escuela para prevenir la obesidad infantil y abogaron por concienciar al sistema educativo de la importancia que tiene la promoción de la salud y la necesidad de incluirla en el currículo. Y es que, tal y como expusieron, varios estudios han concluido que la actividad física mejora la salud y el rendimiento cognitivo y académico de los escolares. Durante la jornada también se analizó la segunda pata que influye en la obesidad infantil: los hábitos nutricionales. “El consumo de fruta y verdura y la adherencia a la dieta mediterránea es más alta en el norte de Europa que en el sur, cuando somos nosotros quienes lo producimos. Ellos saben que esto es salud y el consumo se fomenta y se interioriza desde pequeños. Aquí lo estamos perdiendo. Nuestra dieta es bastante mala y no existe un programa de educación nutricional en la escuela”, lamentó Labayen, quien apuntó que si bien es cierto que las cifras de obesidad se han estancado “hay zonas socioeconómicas desfavorecidos en las que no sólo no se han estancado sino que han crecido. Como sociedad no lo podemos permitir”.

El papel de la escuela

Más allá de la asignatura de Educación Física

La escuela es la segunda casa de los niños y niñas. Por ello los expertos creen que es ahí donde hay que incidir para que la prevención de la obesidad funcione. Si pensamos en actividad física en la escuela lo primero que viene a la cabeza es la asignatura de Educación Física. “Esta materia, las horas de patio ayudan, pero la Educación Física no está diseñada para combatir la obesidad”, afirmó el catedrático de la Universidad de Oporto, Jorge Mota, quien considera que para luchar contra “esta enfermdad” hay que realizar un ejercicio intenso y que se prolongue en el tiempo. “No hacemos nada si incrementamos la actividad física si ésta no tiene intensidad y también es fundamental que el niño se divierta”, remarcó.

En la mayoría de CCAA, salvo alguna que ha subido a 3, se imparten 2 sesiones semanales de Educación Física. “Es poco tiempo porque entre que se cambian de ropa, van y vienen al polideportivo... Además muchas veces las actividades extraescolares se pautan en el horario de Educación Física. Sigue siendo una asignatura maría cuando es la que trabaja por la salud de los niños”, afirmó Labayen, quien apostó por concienciar al sistema educativo de incluir la promoción de la salud en el currículo educativo. “Hoy en día es casi inexistente”, aseguró.

Pero la actividad física trasciende a esa asignatura. “Tenemos que hacer un esfuerzo para que la vida de los niños sea más activa. Hay herramientas pero hay ofrecérselas a los docentes y estos deben estar convencidos de su bondad. Y por supuesto es importante que haya concienciación de la Administración porque con recursos todo es más fácil”, remarcó Labayen.

Una de las propuestas planteadas fue integrar la actividad física en el aula. “Se trata de parar la clase 5 ó 10 minutos para hacer ejercicio. Se puede aprovechar ese tiempo para impartir contenido curricular o simplemente para desconectar y luego rendir más”, explicó la investigadora de la Universidad de Castilla La Mancha, Mairena Sánchez, quien señaló que “no basta con cumplir las recomendaciones de actividad física (60 minutos al día, algo que no cumple el 70% de los menores) sino que hay que evitar el sedentarismo”. En base a su investigacion, la integración de la actividad física en el aula “proporciona minutos de ejercicio, rompe con el sedentarismo y mejora la salud”.

Su colega de universidad Susana Aznar abordó la influencia del entorno en la obesidad y el sedentarismo. “El entorno es clave para promover la actividad física sobre todo para aquellos niños que no tienen voluntad”, señaló Aznar y añadió que “los que se sienten más capaces de ser activos también hacen más ejercicio”.

Efectos positivos

Mejorar el rendimiento y evitar enfermedades

La relación entre actividad física y rendimiento académico fue el tema que abordó Cristina Cárdenas investigadora de la Universidad de Cádiz, pero que hizo el trabajo en la de Granada. “A mayor capacidad aeróbica se ha demostrado que aumenta el volumen del cerebro y se mejora la capacidad de planificación, la atención y aumenta el rendimiento académico y cognitivo de los niños”, aseguró Cárdenas para añadir que el ejercicio “mejora la inteligencia cristalizada y la flexibilidad cognitiva”.

Pero aunque esta consecuencia en lo académico es interesante no hay que perder de vista la obesidad acarrea muchas complicaciones de salud. “Tenemos niños con hipertensión arterial, dislipemias, colesterol, hígado graso... lo que hace que desarrollen complicaciones serias, como la diabetes melitus, en la adolescencia o en adultos jóvenes”, señaló Labayen. Por no hablar de las secuelas psicosociales. “Son más propensos a la depresión, al aislamiento social, tienen peor calidad de vida...”, añadió Sánchez. Enfermedades y problemas evitables si se toma en serio la necesidad de aumentar la actividad física y mejorar los hábitos nutricionales en la infancia.