pamplona - “La coincidencia de estas dos enfermedades es una epidemia. La enfermedad renal facilita la cardíaca y la cardíaca facilita la renal, se establece ese diálogo perverso entre un corazón enfermo y un riñón enfermo que deviene en cada vez más enfermos en peor estado y con peor diagnóstico. Es una plaga”, sostiene el doctor Javier Díez Martínez, nefrólogo de la Clínica Universidad de Navarra (CUN), científico del Cima e investigador principal del proyecto MINERVA (acrónimo de Medicina cardIorreNal pERsonalizada en NaVArra). Un estudio que se enmarca en el Idisna, liderado por el Cima y en el que colaboran el Complejo Hospitalario de Navarra (CHN), la CUN, la Universidad de Navarra e Ikan Biotech, que se está llevando a cabo gracias a la participación de 980 pacientes y que financia con 1.267.022,84 ? el departamento de Desarrollo Económico para impulsar el desarrollo de técnicas genómicas que ayuden a los profesionales sanitarios de la Comunidad Foral a implantar una medicina de precisión para mejorar el diagnóstico y el tratamiento de los pacientes cardiorrenales.

En la actualidad, hay más de 15.000 navarros con insuficiencia cardíaca crónica y 64.000 con enfermedad renal crónica. Tras apuntar que “muchos de los pacientes con enfermedad cardíaca crónica con el tiempo desarrollan una enfermedad renal, que se hace crónica también, y viceversa”, el doctor Díez explica que el pronóstico de una persona con cada una de estas patologías “es malo”, pero “cuando las dos coinciden es muy malo. Y no es por sumación solo de malos pronósticos, sino porque entre un riñón enfermo y un corazón enfermo se establece un diálogo equivocado, nocivo, que afecta al pronóstico del paciente muy negativamente”. Por ello, basándose en el análisis de aspectos genético-moleculares, este proyecto pretende “investigar qué es lo que hay en ese diálogo de malvados”, para “ver si lo podemos detectar analíticamente precozmente, en la clínica, e incluso para ver si eso lo podemos tratar eficazmente” e, incluso, llegar a “cortarlo”. Así, prosigue el especialista, “estudiando aspectos genéticos moleculares queremos saber de qué manera el corazón y el riñón se ponen de acuerdo para perjudicar al paciente, pero no solo por conocer más, primer objetivo, sino por trasladar ese conocimiento al diagnóstico de estas personas, cuanto más temprano mejor, y a su tratamiento, cuanto más efectivo mejor, para impedir ese diálogo que les perjudica”.

proyecto minerva

36 personas trabajando, 32 meses y casi 1.000 pacientes

En junio de 2018 la dirección general de Industria, Energía e Innovación concedió esta subvención para desarrollar nuevos biomarcadores con utilidad diagnóstica y/o nuevas dianas con potencial terapéutico que ayuden a los especialistas del Servicio Navarro de Salud-Osasunbidea (SNS-O) y de la Comunidad Foral en su conjunto a aplicar una medicina de precisión en estos pacientes. Como apunta Begoña López Salazar, investigadora del Cima, “es una convocatoria de 32 meses y ahora mismo participamos 36 profesionales”. Un estudio que, como expone, tiene dos fases: “La primera, de identificación de moléculas que sean clave para ver qué es lo que hace que esas dos patologías se encuentren y sean dañinas, es de 240 pacientes, y habrá una segunda fase de validación -para demostrar que eso sirve para algo-, con un total de 740 pacientes”. Actualmente, están acabando la 1ª fase de descubrimiento -en la que el 70% de los pacientes provienen del CHN y el otro 30%, de la CUN- y están empezando a analizar conjuntamente todos esos datos utilizando técnicas de biología computacional para construir “un panel de indicadores moleculares, de alteraciones en el DNA y en proteínas, para hacer un diagnóstico más precoz y un tratamiento más personalizado”.

La cardióloga Mayte Basurte Elorz, coordinadora del proyecto en el CHN, destaca que “la insuficiencia cardíaca es un problema muy serio, muy grave, es un auténtico reto sanitario y está yendo a más”. Tras incidir en que se trata de una patología “frecuente, grave, que mata a los pacientes -a los cinco años el 50% ha fallecido-, que les quita mucha calidad de vida y que, encima, es carísima”, porque “supone un porcentaje muy elevado del presupuesto sanitario”, a la especialista le “llama la atención que esto tiene una mortalidad igual o mayor que la del cáncer y no es algo conocido en la población general”. Por ello, recalca que “la sociedad entera tiene que ser consciente de este problema”.

Por su parte, la nefróloga Nuria García Fernández, de la CUN, considera que el estudio “nos va a concienciar más del seguimiento de los problemas cardiológicos en los pacientes con enfermedad renal, que a veces los abordamos cuando ya hay un evento (un ingreso, una angina de pecho o una arritmia)”. Señala también que la enfermedad renal crónica es una patología con “gran presencia en la población general, hablamos de un 15% en España y de un 9,9% en Navarra. Dentro de esa población, además, hay un crecimiento en todo el mundo relacionado con los estilos de vida y con el envejecimiento, pero especialmente hay un aumento de esos pacientes en los que el deterioro del riñón está en fase avanzada y mueren de causa cardíaca”. De hecho, “la mortalidad de los pacientes en fase terminal a los cinco años es del 41%”; una cifra “también elevada”, apunta.

testimonio de los pacientes

“Pasas de vivir a estar vivo, que no es lo mismo”

“Llevo 32 años de enfermo renal crónico. Desde 1988 a 1995 estuve en diálisis en la CUN. Ese año me trasplantaron el riñón de un hermano, injerto que me ha durado 23 años, hasta hace año y medio. Durante ese tiempo, estuve viviendo bastante bien, teniendo mejor calidad de vida que ahora, que estoy otra vez haciendo diálisis. Todos estos años el estar tres días a la semana cuatro horas en la máquina, pues cansa, agota mucho”, explica Isidro Otano Remiro, paciente de Nefrología que también sufre problemas cardíacos y que, al igual que su compañero, no dudó ni un segundo cuando le propusieron colaborar en este estudio porque, aunque “igual a nosotros no nos puede ayudar, porque somos mayores, pero sí lo puede hacer a los pacientes venideros”. Natural de Aoiz, con 72 años y en lista de espera para un trasplante de riñón, Isidro reconoce la pérdida de calidad de vida que ha sufrido con la enfermedad: “Yo de estar haciendo deporte, trabajando, tuve que dejar de trabajar, no sales tanto con los amigos como antes...”. No obstante, comenta que la situación mejoró algo con el trasplante.

El caso de Federico Velasco Fleta, como él mismo relata, es “igual pero al revés. Isidro empezó con el riñón y siguió con el corazón. Yo empecé con el corazón y seguí con el riñón”. Su primera intervención, recuerda, “fue el 8 de julio de 2016” y, en cuanto a la calidad de vida, sostiene que “pasas de vivir a estar vivo, que no es lo mismo”. De hecho, este pamplonés de 79 años casi se atrevería a decir “que desaparece porque esto no puedes hacer, aquello no puedes comer, lo otro te sienta mal y si te sienta bien para una cosa para lo otro no... Hombre, dicen que lo principal es estar vivo, yo digo vivir -remarca- y estar vivo es muy distinto. Yo ahora estoy vivo, vivir vivía antes”. Sin embargo, asegura que, de alguna manera, gracias al equipo que le está tratando en el Complejo Hospitalario y al proyecto MINERVA “me ha hecho, no resucitar, pero sí revivir”. Afirma que puede que los resultados del estudio “a lo mejor a nosotros no nos llegan, pero sí a personas más jóvenes” porque la insuficiencia cardíaca le puede afectar a cualquiera. “Yo pensaba que no me iba a tocar, porque dos días antes de darme dos infartos estaba buceando en el Mediterráneo”, pero “pasas de bucear a nada; y ese es el cambio de vida”. Ahora, manifiesta ilusionado que participa en este estudio pensando en los demás: “Yo tengo hijos, tengo nietos. Entonces, a todos estos herederos míos, si les puedo dejar, aparte de lo que les deje, una colaboración en un estudio como éste habrá merecido la pena. Que lo hagan, como lo están haciendo, con una ciencia y un cariño que no se puede pedir más”.

Como concluye el doctor Díez, los retos actuales mayores de la sanidad no se limitan al cáncer o a las enfermedades neurodegenerativas, “las enfermedades cardiorrenales son tremendamente importantes, condicionan mucho la vida, impactan sobre el sistema sanitario y sobre la economía nacional, pero primero condicionan la vida”. Tras señalar que “no solo son malas y caras, sino que cada vez son más frecuentes”, aboga por fomentar la investigación con “un esfuerzo sostenido” en el tiempo. No obstante, adelanta que “vamos a tener que continuar este estudio una vez acabado el plazo en el que el Gobierno de Navarra nos subvenciona”, porque “son proyectos de una tremenda complejidad, que en 32 meses no es posible que salgan ni aquí, ni en Harvard”. Y es que casos como los de Isidro y Federico “cada vez hay más” y “esto sólo se puede cortar investigando para llegar cuanto antes”. Por eso, nace MINERVA. Un proyecto en el que están implicados científicos, empresarios y pacientes, tanto del sistema sanitario público como del privado, porque “sólo con este tipo de colaboración proyectos tan ambiciosos como éste salen adelante”.

27%

En 2017 el 27% de los fallecimientos en Navarra se produjeron por causas cardiovasculares.

Insuficiencia cardíaca. En Navarra hay más de 15.000 personas con insuficiencia cardíaca crónica. Uno de cada cinco navarros mayores de 40 años sufrirá esta patología. Se trata de la primera causa de hospitalización en mayores de 65 años y presenta un mal pronóstico, ya que la mortalidad a los 5 años del diagnóstico es casi del 50%.

Enfermedad renal crónica. 64.000 navarros sufren enfermedad renal crónica. La media de pacientes que precisan tratamiento renal sustitutivo en el Estado es de 1.100/millón de habitantes y en Navarra asciende a 1.340/millón.

Javier díez “cuando el corazón y el riñón están enfermos a la vez la enfermedad se complica”

El doctor Díez afirma que “cuando el corazón y el riñón están enfermos a la vez la enfermedad se complica severamente. Se complica cómo la diagnosticamos y cómo la tratamos, se complica la vida del paciente, con más pruebas, más medicaciones; lo que estamos estudiando no es sólo un problema que tenga repercusión médica, es que tiene gran impacto social y sanitario. El precio de tratar a un paciente en diálisis aumenta en un 40-50% si además tiene insuficiencia cardíaca”.

Satisfacción de colaborar. La cardióloga Mayte Basurte explica que a los pacientes con insuficiencia cardíaca “les seguimos muy de cerca” y ellos “saben que el participar en este proyecto no es algo que interfiera con su asistencia habitual”. Sus datos quedan reflejados de forma anónima en este proyecto de investigación y “se llevan la satisfacción de estar colaborando en el conocimiento de la patología que padecen”, señala. Prevención. El objetivo del estudio es prevenir las enfermedades cardiorrenales porque “si hallamos que hay moléculas que se alteran cuando los órganos están enfermos eso nos da una pista de lo que tenemos que buscar en pacientes muy precozmente que hoy en día no buscamos para prevenir la progresión de la enfermedad y mejorar el pronóstico”, explica Díez.