pamplona - "Llegamos todos los días con una sonrisa y salimos con un nudo en el estómago". El personal que trabaja en el colegio público de educación especial Andrés Muñoz no puede más. Está agotado y estresado, pero sobre todo se siente frustrado "porque queremos realizar nuestro trabajo de una manera y no podemos". Estas profesionales se desviven a diario para que su alumnado mejore su autonomía y comunicación siempre desde un punto de vista educativo. Pero cada vez se lo ponen más difícil. Los espacios son insuficientes e inadecuados para atender a un alumnado que requiere una atención individualizada para su aprendizaje, y la falta de recursos humanos "es drástica". "Estamos dejando lo importante para atender lo urgente. Sabemos y deberíamos hacer más cosas, pero no llegamos. Y ni siquiera tienes la sensación de cumplir bien en el día a día", se lamenta la única enfermera del colegio Paula Larumbe Oroz.

Sus palabras resumen el sentir del personal del único centro público de educación especial de Pamplona, comarca y zona norte. Un colegio que se inauguró en 1993 para 40 escolares y que este curso ha alcanzado los 96 alumnos y alumnas de 3 a 21 años. "En 2013, con el traslado del Creena, ganamos espacio pero no está adaptado para nuestro alumnado. No tenemos rampa de acceso, sólo un ascensor donde entran de uno en uno. Si se declara un incendio...", explica la profesora Begoña Irujo Asurmendi.

La comunidad educativa de este centro lleva años reclamando una solución para combatir el incremento de matrícula, solución que, tal y como explica la directora Mª Carmen San Miguel García, pasa por un aumento de los recursos humanos (sobre todo de personal cuidador, orientación y enfemería) y un incremento y mejora de los espacios. Otro aspecto clave es reducir las ratios, 5 alumnos por docente en todas las etapas salvo en FP especial que son 8. "Nuestro alumnado requiere una atención personalizada para su aprendizaje y con esa ratio no podemos ofrecerla. La calidad se resiente. Si algo es importante es trabajar la autonomía del alumnado e impregnarlo todo de educativo. Yo no quiero dar de comer, quiero enseñar a comer. Que aprenda a coger la cuchara y se la lleve a la boca. Eso requiere tiempo, espacio y recursos, y no lo tenemos", asegura la cuidadora Belén Arróniz Orduña. En esta misma línea interviene la especialista en Pedagogía Terapéutica Begoña Irujo: "Hay que desterrar la idea de que es un centro asistencial. Somos un colegio. Es cierto que el alumnado que viene cada vez es de más grave afectación e igual no adquieren la competencia educativa tan alta, pero nos pagan para enseñar y educar. Lo que pasa es que si estamos hacinados nos lo ponen difícil. Tenemos un volumen de trabajo altísimo y una carga de estrés que se transmite al alumnado. Hay mucha frustración porque quieres hacer tu trabajo de una manera y no puedes y tenemos muchas bajas".

Todos los alumnos del CPEE Andrés Muñoz tienen alguna discapacidad intelectual, que en muchos casos viene acompañada de una discapacidad motriz, auditiva o visual, un trastorno del espectro autista o problemas psiquiátricos. "A este perfil de alumnado hay que sumarle que cada vez llegan más escolares de incorporación tardía, que en muchas ocasiones proceden de familias desestructuradas, socioeconómicamente desfavorecidas y con otro idioma. Esto requiere un salto cualitativo que repercute en todos los ámbitos", explica la orientadora Charo Casas Oscoz, que asegura que en 2018-19 recibieron catorce escolares de incorporación tardía. Su compañera Irujo pone un ejemplo de las consecuencias de la saturación. "A día de hoy dos alumnos de incorporación tardía no se pueden quedar a comer porque no hay recursos y no les podemos atender", asegura.

Otros ejemplos que demuestran que el actual colegio no responde a las necesidades del alumno, ya sea por falta de espacio como por inadecuación de los mismos, son la ausencia de baños adaptados en el centro y de agua caliente en los lavabos del primer piso, la desaparición del aula libre de estimulación, del aula hogar, del aula y de la biblioteca; o la obligación de cambiar los pañales en clase porque no hay sitio en los baños.

atención personalizada El personal que trabaja en este colegio se implica al 200% por dar la mejor educación a su alumnado. "El colegio funciona porque las personas que trabajamos aquí creemos que estos chavales tienen dignidad y tienen una serie de derechos, pero necesitan nuestra ayuda para poder ejercerlos", asegura la enfermera. Izaskun Adot Larumbe, vicepresidenta de la apyma y madre de un alumno, comparte esta visión. "Para las familias es muy duro aceptar que tu hijo tiene que venir a un centro específico. Es la única opción que tenemos. El Creena te lo vende super bonito pero luego llegas aquí y lo único que te salva son los profesionales", asegura Adot, que asegura que en los centros ordinarios hay más recursos que en el específico. Lo que resulta muy contradictorio ya que el alumnado que acude a un colegio específico lo hace con un informe psicopedagógico que dice que tiene más necesidades de apoyo. "En educación especial en vez de ir a mejor estamos yendo para atrás. Hablamos de dignidad, de intimidad...", afirma la tutora Estíbaliz Alfaro Sada, quien recuerda que "nuestro alumnado necesita un espacio adecuado, con estímulos y tiempos adecuados, y herramientas de apoyo para garantizar una atención personalizada. Las tutoras tenemos claro los objetivos, pero llega el día a día y no tenemos recursos para cumplirlos y para que el alumnado desarrolle sus capacidades al máximo. Venimos todos los días con una sonrisa y nos vamos con un nudo en el estómago".

Estas profesionales creen que Educación debe dar por fin una solución al CPEE Andrés Muñoz. "El concepto de discapacidad ha cambiado. Antes se pensaba como un déficit que tenía el alumnado y éste se tenía que adaptar. Desde que se habla de necesidades educativas especiales, la legislación dice que son las administraciones las garantes de dotar de recursos humanos y espaciales al alumnado para adaptarnos nosotros a ellos. Para eliminar barreras en todos los sentidos", resume la orientadora.

Sus peticiones son claras. Lo más inmediato: paralizar las matrículas y que no lleguen más alumnos, e incrementar los recursos humanos, y después construir un nuevo centro que responda a las necesidades de este alumnado. Por último, a medio plazo, exigen una legislación propia para la educación especial.

96

escolares de 3 a 21 años.

El 48% del alumnado tiene asociada a la discapacidad intelectual una discapacidad motórica (de ellos el 34% se desplaza en silla de ruedas). Un 34% del alumnado tiene trastorno del espectro autista con discapacidad intelectual; y el 27% tiene pluridiscapacidad. También hay escolares con enfermedades raras y con patología dual (tienen un trastorno psiquiátrico además de discapacidad intelectual). Un perfil al alza y complejo ya que acarrea problemas de conducta.

Diferentes profesionales muchos con jornada reducida. En el colegio Andrés Muñoz trabajan 48 docentes (muchos con jornada reducida), 43 cuidadores (22 a jornada completa y 21 que acuden sólo 12,5 horas a la semana para dar de comer), una enfermera y dos orientadoras (una sólo va 4 horas a la semana).