- Unos 500 puestos de trabajo que se emplean en el gran complejo comercial de Dantxarinea se encuentran ahora mismo en el aire, a expensas de lo que puedan decidir los propietarios de los establecimientos ante la orden de cierre de fronteras a causa de la pandemia del coronavirus. En total, se trata de una veintena de bentak (ventas) cuya clientela, de nacionalidad francesa al 99%, se calcula que ingresa del orden de 200 millones de euros al año.

Todos los días del año, desde primera hora de la mañana, microbuses o furgonetas de pasajeros, y automóviles que comparten varios de loa empleados, circulan desde distintos puntos de la cuenca del Bidasoa para converger en Dantxarinea donde trabajan. Ahora mismo, después de la siderurgia de Lesaka, Bera y Legasa es la mayor “fábrica” de la comarca, la que ofrece más empleos.

El cierre de la frontera no afecta a los ciudadanos españoles o que tengan fijada su residencia a este lado de la muga, pero ahí radica precisamente el problema ya que son los franceses quienes representan el mayor número de clientes. En realidad, los comercios, como en Valcarlos, como en Irun, como en Andorra o en La Junquera están dirigidos especialmente a ellos.

Tabaco, licores y gasolina, que les ofrecen un diferencial en los precios que favorece al comercio de este lado de la muga, pero también una oferta total, comparable a la de los grandes centros comerciales de las capitales. A raíz de la integración de España en la Unión Europea, durante algún tiempo se produjo una cierta recesión pero aquello pasó y en la actualidad el comercio ha vuelto a ser pujante como nunca en Dantxarinea.

Dantxarinea es un barrio que históricamente comparten Ainhoa y Urdazubi/Urdax, únicamente separados desde el Tratado de Límites de 1856 por las aguas del río Lapitxuri y el paso fronterizo. La aduana que cobija a la gendarmería francesa, frente a la imponente Kaxerna que fue cuartel militar en viejas guerras pasadas, tiene alrededor de un cuarto de siglo, ya que antes solo disponían de una más que modesta garita, pero en cualquier caso la presencia permanente de los gendarmes no es habitual.

Ahora, con la prohibición, tampoco lo será ya que serán la Policía Foral y la Guardia Civil quienes se ocupen de controlar a los viajeros que llegan desde todos los puntos de Aquitania. Los perjudicados serán los ciudadanos franceses que no podrán acudir a comprar, los venteros que verán reducidas sus operaciones comerciales a la mínima expresión y el medio millar de empleados que quedan pendientes de la decisión, un ERE temporal se comentaba ayer mismo, que adopten sus patrones obligados por las circunstancias. Los daños que en los que nadie pensaba y se dicen “colaterales”, por imprevisibles.