- Un laboratorio a pleno rendimiento, las 24 horas del día, los siete días de la semana. Las necesidades de diagnóstico del coronavirus han llevado al Laboratorio de Microbiología del Complejo Hospitalario de Navarra (CHN) a exprimirse al máximo y ya desde este último fin de semana realiza analíticas a lo largo de toda la jornada, incluido el horario nocturno, lo que permite efectuar más de medio millar de pruebas PCR para determinar la presencia de COVID-19.

Este servicio, que ha visto su personal multiplicarse por siete en un mes, al pasar de dos técnicos de laboratorio a un total de 15, para poder atender los tres turnos de mañana, tarde y noche, es uno de los eslabones cruciales del Servicio Navarro de Salud-Osasunbidea para aplacar la pandemia en la Comunidad Foral. Desde el comienzo de la epidemia del COVID-19, se han realizado en el sistema sanitario público navarro casi 5.000 pruebas de PCR para diagnosticar infecciones por coronavirus.

Enclavado en el pabellón L del CHN, el Laboratorio de Microbiología es el destino de las muestras tomadas en la red sanitaria y en el recinto de Refena a posibles infectados, "bajo unas estrictas medidas de seguridad biológica", explica la coordinadora técnica de Microbiología y Genética del CHN, Marta Aristu, que recuerda que el primer caso positivo en Navarra, el 29 de febrero, "fue un momento de nervios. Significaba que el coronavirus ya había llegado a nuestra tierra, a la puerta de nuestras casas".

Una docena de trabajadores repartidos en los tres turnos, recepcionan las muestras que llegan al Laboratorio de Microbiología y que consisten en dos hisopos que han sido introducidos en la nariz y en la faringe del posible enfermo, que deben ser cotejadas con la documentación del paciente. "Esta tarea se realiza con todos los sistemas de protección posibles para evitar riesgos de contagio. A cada una de las muestras se le adjudica un número, que es registrado en el sistema informático".

A través de un montacargas, las muestras bajan a la primera planta del edificio. Técnicos de laboratorio, equipados con EPI integrales (bata impermeable, guantes, mascarilla de máxima protección y pantalla o gafas), se encargan de organizar las muestras para introducirlas en los cinco aparatos de extracción de los que dispone el laboratorio. "Son máquinas que sirven para obtener el material genético de cada muestra, que posteriormente es sometido a la prueba PCR", explica Marta Aristu.

El proceso de extracción de los ácidos nucleicos, que tiene una duración que ronda los 60 minutos, concluye con la obtención de un eluido de cada una de las muestras, que resulta inofensivo, carente de riesgo de contagio. "Tras la extracción, las muestras dejan de ser infecciosas", confirma Aristu. A partir de ahí, un técnico de laboratorio, usando una pipeta, deposita una pequeña parte de la muestra en un pocillo de una placa con capacidad para 96 muestras diferentes, y a cada una de ellas se le añade una mezcla de reactivos, que servirán para revelar la presencia o no del COVID-19.

En la fase final del proceso, las muestras son introducidas en un termociclador, que aplica variaciones de temperatura a las muestras. "Está técnica provoca que aquellas en las que hay genes que corresponden al coronavirus, el material genético se duplique hasta obtener una cantidad mucho mayor, mientras que en las muestras que no hay virus, esa duplicación no se produce". señala Aristu. "Un adjunto microbiólogo, que también se encarga de garantizar la disponibilidad de reactivos, interpreta los resultados que ofrece en tiempo real un programa informático conectado al termociclador, -en caso de exisitir dudas, puede pedir la repetición de la prueba-, que son incorporados a la historia clínica de cada paciente".