El Erasmus en Italia está siendo un vaivén de cifras de contagios que cada semana alteran la vida prácticamente normal que estamos consiguiendo llevar. El día 8 de septiembre me embarcaba en un avión hacia un país con 1.150 casos de covid-19, huyendo, en parte, de la mala situación en la que estaba entrando Navarra, pero el país de la bota no ha necesitado ni mes y medio para multiplicar esas cifras por más de diez, llegando al 21 de octubre con 15.199 nuevos positivos, cifra record en la pandemia.

A pesar de los buenos datos que Italia iba registrando a lo largo del verano, las autoridades se mostraron prudentes con la vuelta a las aulas y la decidieron que la docencia sería íntegramente online, con algunas clases vía streaming y otras directamente con el vídeo colgado en la plataforma para verlo cuando mejor nos venga. Esto supone hacer un mayor esfuerzo por nuestra cuenta para aprender el italiano, ya que no tenemos relación con los compañeros, además de la fuerza de voluntad que siempre se necesita para no descuidar las clases, pero también te da libertad a la hora de organizarte al no tener un horario cuadriculado.

Por eso estoy teniendo tiempo para hacer todo lo que ahora está restringido en la Comunidad Foral, o al menos en parte. Hasta hace apenas una semana beber en la vía pública era totalmente legal en Módena, en la región de la Emilia-Romaña, y había tiendas de alimentos y bebidas que aguantaban abiertas hasta bien entrada la madrugada. Los bares, con un precio de las cañas mucho más alto que lo que estaba acostumbrado, también abrían hasta las dos y, por lo general, no había limitaciones a la hora de sentarnos mucha gente en las mesas. Pero todo esto se acabó.

La subida exponencial de los contagios en Italia ha obligado al Ejecutivo a adoptar medidas mucho más restrictivas. En los bares debemos permanecer sentados y antes de medianoche los cierran, beber en la calle está totalmente prohibido y las tiendas de alimentación y bebida también deben cerrar. A esto se le suma la nueva obligatoriedad de la mascarilla en la vía pública, en todo momento. Cuando llegué al país, supuestamente, era obligatorio su uso de seis de la tarde a seis de la mañana, pero debido al incumplimiento general de la norma, tardamos días en enterarnos.

Aun así, el tiempo libre no falta, y el ocio no solo se limita al nocturno. Los viajes para ver ciudades del norte del país como Milán, Bérgamo o Bolonia siguen en pie e incluso podremos visitar Sicilia en las próximas fechas. En un momento en el que los vuelos nacionales están tirados de precio, mucho más baratos que el tren o el autobús, ni siquiera nos planteamos como opción no visitar ciudades como Roma o Venecia. Pero estas ventajas, entre comillas, a la hora de movernos por Italia, con sus zonas turísticas mucho menos masificadas que de costumbre, pueden convertirse en un inconveniente conforme se vayan acercando las fechas navideñas

Y es que ya están empezando a cancelar vuelos con España. Cuando yo llegué a Italia el país pedía PCR negativa a todos los viajeros procedentes del Estado y otros países con alta incidencia del virus, pero los aeropuertos son un coladero y no hay nadie que controle quién entra o quién trae la prueba realizada. Pero con la cancelación de algunos vuelos las dudas afloran entre los estudiantes extranjeros que estamos en Módena. ¿Podremos volver a casa a pasar la Navidad?

La intención es esa, y de momento no me planteo nada diferente. Si cierran el espacio aéreo con el Estado habrá que volar a Biarritz, o buscarnos la vida como podamos para poder entrar y salir del país de los Apeninos. No es un tema que me preocupe lo más mínimo de momento. Lo que toca ahora es disfrutar de la experiencia, pasarlo bien y aprender bien el idioma, y ya veremos lo que viene. Al fin y al cabo, no es un Erasmus al cien por cien, pero la vida tampoco lo es ya.