a ciudadanía se suele preguntar cómo es el trabajo de un rastreador de casos de coronavirus, pero, ¿cómo sería esta tarea si el rastreador tuviese un 75% de discapacidad visual? Es la situación de Ana Zabalza, una joven de 30 años de edad, vecina de Arre, que lleva ejerciendo desde el 14 de septiembre esta labor en Refena, el centro pamplonés desde el que se rastrea la covid en la Comunidad Foral.

Zabalza aprobó en 2018 una oposicion del sector sociosanitario de Navarra y debido a esto le llamaron para ofrecerle el puesto. Los anteriores intentos en los que trabajó para la administración, asegura, fueron anecdóticos, y así lo denunció el pasado públicamente el pasado 5 de agosto en este periódico. Trató de desempeñar sus funciones como trabajadora social en junio, y no pudo hacerlo debido a que su lector de pantalla, un programa que le lee lo que está escrito en los dispositivos digitales, no era compatible con la intranet del departamento en el que trabajaba. Lo mismo le volvió a ocurrir con otro empleo público poco después. Desde el Departamento de Universidad, Innovación y Transformación Digital del Ejecutivo foral, explicaron en agosto a DIARIO DE NOTICIAS que era la primera vez que ocurría, y que se trabajaría para tratar de solucionar el problema, pero esto no se ha hecho de momento.

Ahora, Ana anda embarcada en otra experiencia laboral. En Refena, donde lleva trabajando como rastreadora 3 meses, se felicita por contar con los que comparte puesto de trabajo. Gracias a este apoyo y a las funciones que puede desempeñar sin depender de Atenea, el programa de Osasunbidea, Zabalza ejerce su labor. “Puedo llamar a la gente para comunicarles que han sido diagnosticados como postitivos, después de que me pasen un documento excel con sus números de teléfono, el código de emergencia sanitaria y sus nombres”, explica sobre su modo de trabajar.

Dada la saturación de llamadas que realizan, a Ana se le encomendó gestionar el correo, para no perder ninguna información. Ello implica varias actividades como la de gestionar los nuevos positivos. A ellos tendrá que pedirles la lista de sus contactos para poder avisarles. “También te puede llegar alguien con una baja, lo cual hay que reenviarlo al equipo de bajas laborales. Hay días que hay cero mensajes, pero ha habido otros en lo que hemos recibido hasta 800”, explica.

Pero para Ana hay cosas que le siguen costando un mundo. Así, se enfrenta a que no dispone de un adaptador que le pueda leer el programa de Salud. Si le preguntan un resultado, por ejemplo, no puede acceder a la historia clínica, y si le piden una cita PCR, tampoco puede darla, “porque todo está en la intranet. En esos casos tengo que encargarme a ver si pillo a alguien por ahí y pedirle ayuda, o explicarle que hay que citar a tal paciente”. El rastreo, asegura, sí puede hacerlo y no tiene problemas para ello. Sin embargo, tampoco puede crear los registros de los casos, por lo que después de hacer las preguntas de rigor a los afectados, debe mandar toda la información al correo corporativo del equipo.

Para paliar esta situación, cuenta que ahora están creando en Google Drive carpetas de información compartida de todo el equipo. Sobre no poder consultar la historia clínica de la gente que rastrea, afirma sentirse frustrada. “Igual les hago preguntas y cosas que ellos piensan que ya sé porque figuran en el historial, por lo que se muestran sorprendidos. Entonces les explico que no tengo acceso”.

Zabalza recuerda que debido a estas tareas que no puede realizar, el primer mes lo pasó muy mal. “Lo que más me molesta es que todo siga igual desde junio, cuando se avisó a la Administración navarra de que las personas con discapacidad visual teníamos este problema de adaptación. El argumento que me dieron fue que el coste de la adaptación era muy elevado y que además llevaría mucho tiempo”. También le dijeron que la adaptación puede atentar contra la protección de datos. “Es como tratar de justificar por qué no se está cumpliendo un derecho básico, que es el derecho a la vida laboral”, señala.

Ahora se muestra más tranquila que al principio, y asegura que lo mejor de su labor son las muestras de agradecimiento que ha recibido de la gente atendida. “El tiempo que me sobra debido a no poder entrar en la Intranet lo dedico a hacer un mayor seguimiento de los casos que rastreo, lo cual a esas personas les produce mucha satisfacción. Es un trabajo que merece la pena”.

En lo referente al trabajo que han soportado en Refena durante estos meses, destaca que la situación está un poco más calmada. Cuenta que hace una semanas la situación era caótica, pero valora que las medidas que ha tomado el Gobierno de Navarra han sido positivas para reducir los contagios. De todos modos, Zabalza se muestra preocupada por lo que pueda ocurrir en navidad. “Entiendo que la gente tenga ganas de dar un abrazo a un familiar o irse de juerga, a mí también me apetece, pero tenemos que entender que ahora mismo no se puede”, sostiene.

Explica que su vida ha dado un cambio importante al convertirse en rastreadora, porque antes estuvo en el paro, pero también asegura que las personas con discapacidad visual como ella no podrán dar lo mejor de sí mismas sin una mejora de sus condiciones laborales. Desde los sectores de la discapacidad se anima al Ejecutivo navarro a que de un paso adelante en favor de la inclusión de este colectivo entre el funcionariado. Gracias a gente que no se rinde y alza la voz, como la reportajeada, puede que esta realidad esté más cerca de cumplirse.