- Txaro Zabalza regenta en Garísoain, en el valle de Guesálaz, una de las 40 casas rurales de Tierra Estella. “Es una casa pequeña y eso este año me ha dado ventaja ya que solo pueden venir unidades familiares”. Con todo, aseguraba que en este negocio siempre hay cancelaciones inesperadas. “Esta semana me ha llegado una que la había alquilado siendo de fuera y ahora se encuentran con que todavía no pueden moverse de su comunidad”.

En pleno valle de Allín está la casa rural Basaula, en la localidad de Muneta, que tiene una capacidad de seis personas “más dos supletorias”. Al frente está Mari Paz San Juan, quien comentó la locura de estos días esperando que finalmente se abriera el acceso a las otras comunidades “hasta última hora no sabíamos si podríamos abrir o no, pero al final ha sido que no”. Navidad es una fecha muy buena pero este año va a ser diferente. “Nosotros solo tenemos reserva para el día de Nochevieja”.

Las casas de mayor tamaño y que pueden albergar a diferentes unidades familiares son las más dañadas por las restricciones de reunión. En Ollogoyen, María Martínez regenta la casa rural Txandia, también gestiona la asociación de casas rurales de Tierra Estella, un sector que engloba a 38 socios con 40 alojamientos. “El confinamiento fue muy duro ya que se produjo en marzo cuando mejor estábamos trabajando. Luego vino el verano que fue muy bueno pero tras el puente de octubre con el cierre de Navarra tuvimos que cerrar también las casas porque los clientes de aquí apenas trabajamos. Nuestros clientes son de las provincias limítrofes”.

“Entendemos las medidas pero está siendo nefasto” aseguró María quien insistió en el daño que están sufriendo estos pequeños negocios que han apostado por fijarse también en pequeñas localidades de las que en muchos casos son la única actividad económica activa fuera de la agricultura y la ganadería. “Ahora, lo que necesitamos son ayudas porque de la noche a la mañana nos hemos quedado sin nada”, comentó María.