omo reconoce el doctor Juan Miguel Gil Jaurena, en la historia de Naiara se podría decir que “ha habido milagros detrás de milagros o se han alineado los astros”, pero también ha habido mucha ciencia, mucho trabajo en equipo, mucha coordinación y, por qué no, algo de magia. Así lo considera el jefe del servicio de Cirugía Cardíaca Infantil del Hospital Gregorio Marañón, centro que ha realizado el primer trasplante en el mundo de corazón infantil en parada en un recién nacido y con incompatibilidad sanguínea con su donante. Un hito posible gracias a los padres del donante, porque, como pone en valor el cirujano natural de Elizondo, “se te muere un familiar, en este caso un niño recién nacido, y en mitad de ese dolor indescriptible tienen la generosidad tan grande de donar para salvar otras vidas. Los médicos somos los que facilitamos las cosas, pero los protagonistas son los niños y los donantes”.

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El Gregorio Marañón comenzó en 2018 un programa para hacer trasplantes cardíacos en pequeños con grupos de sangre incompatibles, a lo que se suma que este es el primer caso en el Estado en que el injerto cardíaco de donante en asistolia se realiza a un bebé tan pequeño. Además, la donación tuvo lugar en un hospital de otra comunidad autónoma. En el procedimiento utilizado, el corazón del donante fallecido se recupera antes de su extracción a través de un sistema de circulación extracorpórea, que permite mantener oxigenados los órganos susceptibles de trasplante y valorar el funcionamiento cardíaco. Tras comprobar que el corazón funcionaba, se procedió a la extracción y al implante en el receptor. Así, como explica este hospital público, el caso de Naiara es único por tres motivos: por tratarse donante y receptor de niños muy pequeños; porque el injerto se implantó tras varias horas de isquemia fría en un centro alejado del hospital donante y por tratarse de un trasplante AB0 incompatible.

Tras explicar que en un trasplante convencional “el corazón va a estar parado desde que se extrae en el donante hasta que comienza a latir en el receptor”, el doctor Gil Jaurena destaca que en este caso “el corazón estuvo parado dos veces: una, antes de que lo pusiéramos en marcha y lo extrajéramos, y dos, en el traslado desde el donante hasta el receptor”. De este modo, vivieron “dos momentos de incertidumbre”, pero tras implantarlo, “el corazón comenzó a latir fuerte y estable”, recuerda el cirujano.

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La situación de Naiara antes de la operación era muy compleja, porque los problemas de corazón que se le detectaron en la gestación obligaron a adelantar el parto y, después, a esperar a que el resto de órganos “maduraran lo suficiente” para plantearse la posibilidad de entrar en lista de trasplante. Ahora, su caso da esperanza a familias con niños con enfermedades muy graves. “Naiara está muy bien. Pasó varias semanas en la UCI recuperándose de la cirugía, pero también de tener todos los órganos un tanto deteriorados por la situación tan delicada previa al trasplante y eso ha mejorado notablemente. Lleva varias semanas en planta esperando a ajustar la medicación para poder irse a casa”, concluye Gil Jaurena.

200

El Hospital Gregorio Marañón es un centro de referencia nacional para cardiopatías congénitas desde el feto, donde cada año operan a unos 200 niños y niñas, de los cuales aproximadamente un 20% son bebés de menos de un mes. Además, en los últimos cinco años han hecho 41 trasplantes -7 en 2020-.

¿Ha sido Naiara la más pequeñita? Gil Jaurena responde que han operado “a niños de menos de 3 kilos”. Recuerda a un niño de Pamplona que trasplantaron hace unos 3 años y que pesaba 2,800: “Este es de los más pequeños, probablemente no sea ni el que tenga menos edad ni menos peso, pero entra dentro del grupo de los trasplantes más delicados”.