Más de 1.200 personas tuvieron que huir de Navarra tras el golpe de estado de 1936, muchas de ellas, para no volver jamás. Es el caso de Enrique Cayuela, que permaneció más de medio año escondido en Pamplona y finalmente consiguió llegar a Chile. Su historia ha sido descubierta ahora por los autores del libro Y el tiempo se detuvo. Natalio Cayuela, Osasuna y Justicia, que pronto verá la luz, que tras ponerse en contacto con la familia, ésta decidió volver a sus orígenes.

Enrique Cayuela fue secretario del Ayuntamiento de Pamplona y miembro de Izquierda Republicana, de igual forma que sus dos hermanos, Natalio y Santiago, ambos abogados. Natalio, además, fue durante 9 años presidente del Club Atlético Osasuna y secretario de sala de la Audiencia Provincial. Los dos hermanos de Enrique fueron asesinados junto a otros 50 compañeros en Cadreita, pero si algo tiene de novedoso esta historia es el escondite de nuestro protagonista.

Cumplió más de 6 meses escondido en su casa gracias a la solidaridad de diversas personas. Para asegurar el escondite, construyeron un doble tabique en la casa, lo que evitó su detención durante las incesables rondas que hacía la policía en su búsqueda. En la suya y en la de un amigo, ya que Enrique no se encontraba solo en su guarida.

El lunes, los descendientes de Enrique Cayuela visitaron el mismo ayuntamiento del que él fue secretario, y tras una visita al archivo familiar les recibieron los grupos de la oposición en el zaguàn, ya que el alcalde no quiso hacerles una recepción oficial. Quién hizo de anfitrión oficial en ausencia de Maya fue Joseba Asiron. Después, a última hora, Maya se reunió con ellos a puerta cerrada. En el Ayuntamiento en el que trabajó Cayuela hablaron sobre “los procesos de memoria en general, de lo importante que es para las familias, pero también para la historia”, contó Marisa Weinstein, nieta de Enrique, ya que les ha permitido “conocer una parte de esa historia invisibilizada que ha sido dura y cruel con muchos”.

Explicó que “hemos estado en una búsqueda permanente de nuestras raíces, conocer quienes somos”, por lo que tras contactar con los autores de la investigación decidieron venir, porque “nos han dado mucha información, nos han motivado y nos han mostrado que no es solo un tema familiar, sino un tema de toda la sociedad”.

“La historia de la familia de los Cayuela la conocí a través de una investigación que llevamos haciendo unos tres años, con el tema de los represaliados de Osasuna”, apuntó Mikel Huarte, uno de los escritores de Y el tiempo se detuvo. Natalio Cayuela, Osasuna y Justicia, que se puso en contacto con la familia, que, de momento, quiere mantener en la privacidad el lugar en el que se guareció y consiguió salvar la vida su antepasado.

Una historia que se repite

Marisa narró cómo su abuelo consiguió huir de su escondite en Pamplona a Francia, para volver a cruzar los Pirineos, esta vez hacia el sur, e incorporarse a la defensa de la República en Valencia. Sin embargo, tras la derrota antifascista tuvo que volver a huir al país galo, y de ahí consiguió pasaje en un barco con destino a Chile.

Su bisnieta, Tamara Dupre, siempre ha oído hablar de la historia en casa. “Siempre supimos que nuestra abuela tuvo que venir a Chile de muy pequeña escapando de la guerra junto a sus padres”, narró, y contó que “trataba de imaginármela con 6 o 7 años cuando se fueron, y lo que ello significó para la familia”.

La historia de su bisabuelo “nos la imaginábamos como de película: estuvo medio año escondido, logró huir dos veces, una de ellas buceando en un río con una pajita para poder respirar sin ser visto, cogió un barco a otro continente… es una historia de película, pero a la vez muy triste”, lamentó. Cuando llegan a Chile, Enrique no tarda muchos años en fallecer, “y mi bisabuela María Luisa tuvo que hacerse cargo de los hijos, en un país nuevo, en soledad”, reveló.

Años después, la estancia de la familia en Chile se vio interrumpida por el golpe de estado de Pinochet, en 1973, cuando la propia Marisa Weinstein junto a sus padres y hermanos tuvo que exiliarse en Argentina. Pero el viaje no acaba ahí, ya que poco después, otro golpe de estado, el argentino de 1976, los obligó a volver a huir.

Esta vez, los hijos regresaron a Chile, mientras los padres volvieron a España, “cerrando así el círculo”, según la propia Marisa. La historia familiar de lucha y exilio “marcó profundamente a mi madre el compromiso de su padre y sus tíos, y se encargó de transmitirnos a nosotros. Unos valores, un compromiso con el sentido público y los cambios sociales. Fue una enseñanza que llevamos en la sangre”, reivindicó.

Y de igual forma que se lo trasmitieron a Marisa lo hizo ella con sus hijos. Tamara cree que “en Chile sí existe esa conciencia colectiva respecto al dolor y la injusticia gratuita que se ha vivido”, aunque considera que “todavía no tenemos una verdadera reparación, ya que el proceso de memoria avanza lento y los crímenes continúan impunes”. “Se escucha mucho lo del borrón y cuenta nueva, pero no partimos de cero, partimos el dolor de muchas familias”, por lo que considera “imprescindible” que “que la juventud tengamos conciencia de lo que ha pasado”.

Según Marisa, “es una forma de cerrar el círculo, un círculo muy vinculado a la historia de nuestros países”, y lo hacen precisamente en el lugar en el que su antepasado se mantuvo fiel a sus principios.