El 53% de las 4.997 personas atendidas por Cáritas en Navarra en 2021 viven hacinadas en habitaciones, muchas veces compartidas con sus hijos o con otros adultos que les acogen. El grave problema de la vivienda no deja de agudizarse y el hacinamiento se ha convertido en una práctica habitual, especialmente entre la población con menos recursos.

Carolina Ibáñez, jefa de la sección de Acogida de Cáritas, explica la complicada situación en la que se encuentran muchas de las personas que llegan a la ONG. “El problema viene de que una vivienda de alquiler económica es prácticamente imposible de encontrar ni en el mercado libre ni en el público. Los procesos de intervención con personas con problemas de vivienda son cada vez más largos y complicados por esta escasez de vivienda asequible y por los requisitos imposibles que les piden: uno o dos contratos laborales indefinidos y unos ingresos mensuales muy altos. Como la demanda de habitaciones es alta, los precios se han disparado y hay un auténtico negocio de realquiler de habitaciones”.

Cáritas dispone de recursos de alojamiento (residencias y pisos), pero no es suficiente para atender a la ingente demanda. “Es imposible. Nosotros ponemos en contacto a diferentes personas para que se alquilen habitación o compartan piso, ayudamos con la fianza y formalización de contratos, informamos y ayudamos con las inscripciones en el Censo de Vivienda y para la solicitud de ayudas públicas como el David. También, si es posible, derivamos a recursos de alojamiento públicos o de otras entidades, pero suelen estar igual de saturados. Sería necesario una mayor oferta de alojamientos de emergencia, aunque sean plazas hoteleras como se hizo durante la pandemia, mientras se buscan otras soluciones”, propone Ibáñez.

El informe FOESSA publicado en enero señalaba que el 19,1% de la población se alojaba en hogares con deficiencias. “El coste de la vida ha subido y las familias tienen dificultades para llegar a fin de mes y más aún para afrontar gastos imprevistos. Muchas familias han perdido el trabajo y han visto reducidos sus ingresos o se han quedado sin ellos. En consecuencia, han tenido que reducir sus gastos habituales en alimentación o ropa y han tenido dificultades para pagar el alquiler de la vivienda. Como además los precios han subido, aumenta el riesgo de perder la vivienda por impago y la dificultad para asumir los costes de la energía. Viven con el miedo a un corte de luz o gas. Esto se traduce en que muchas familias tienen que prescindir de la calefacción. El encarecimiento de la vivienda y la energía, añadido a la escasez o ausencia de ingresos, lleva a las familias a compartir alojamiento para compartir también gastos, pero esto trae consigo problemas de hacimiento y conflictos derivados de la convivencia con personas ajenas a su familia”.

SUBEN LAS ATENCIONES A MIGRANTES Las atenciones en Cáritas en 2021 han bajado un 20% respecto a las de 2020, principalmente por el cierre del servicio de inmigración desde finales de 2020 hasta septiembre de 2021. En los últimos meses, tras la reapertura de las fronteras al reducirse las restricciones por el covid, se ha constatado un aumento de las personas extranjeras que acuden a sus servicios.

Por ejemplo, en enero de 2022, la asociación atendió a cien personas recién llegadas, mayoritariamente de Colombia, pero también de otros países como Perú, Marruecos, Honduras, Venezuela, Bolivia o Nicaragua.

El perfil de los atendidos sigue siendo similar al de años anteriores. El 72% son extranjeros, el 64% son mujeres y el 42% tienen entre 30 y 44 años.

PERPETUACIÓN DE LA POBREZA Por otro lado, Cáritas constata la perpetuación de la pobreza. Más de la mitad de sus usuarios han vuelto a pedir ayuda después de dos años sin necesitarla. De las 4.997 personas atendidas este 2021, el 52% regresan a los servicios de la ONG después de dos años, un porcentaje que ha aumentado un 6% respecto al año pasado. Un claro indicador de lo difícil que es salir de la pobreza en la sociedad actual.