os hospitales no estaban preparados para asumir una pandemia como la que llegó hace ahora dos años. Sin embargo, la asumieron. Con dificultades, estrés, incertidumbre, sacrificio y, sobre todo, trabajo en equipo y ayuda mutua. La pandemia de covid-19 ha cambiado nuestra sociedad y especialmente un sistema sanitario que tuvo que adaptarse a algo totalmente nuevo. “Al principio veíamos que íbamos a tener un ascenso de pacientes de 8 o 12 semanas y que la demanda iba a superar los recursos que teníamos”, recuerda el subdirector de Procesos de Hospitalización y Urgentes del Hospital Universitario de Navarra (HUN), Carlos Ibero, que ha sido uno de los encargados de gestionar las plantas covid.

En aquellos primeros momentos, en los que prácticamente se funcionaba día a día, la organización fue fundamental tanto para la atención de los pacientes, como para los profesionales, que asumieron situaciones extremas. “Fue importante cuidar el componente psicológico y ello se conseguía con organización. Todos los días nos reuníamos con cada uno de los equipos viendo las dudas o cuestiones; ese trabajo en equipo fue uno de los éxitos de atención al covid”, sostiene Ibero.

Los hospitales navarros se encontraban en el plan de contingencia invernal cuando el 28 de febrero ingresó la primera paciente covid. “Después nos vino un tsunami, en menos de un mes teníamos preparadas más de 600 camas y 100 de críticos”, explica Marta Ancín directora de Cuidados Sanitarios. Cómo gestionar las camas y los recursos humanos fue algo esencial en un momento en el que el hospital dejó de ser el hospital: la 6ª general fue la primera en pasar a ser covid; la zona de tránsito pasó a ser una extensión de urgencias, al igual que las consultas, “aquí llegaban pacientes y esperaban aquí a que hubiese una cama libre; los despachos y las habitaciones de los médicos se prepararon para pacientes y los profesionales pasaron a dormir en salas habilitadas en gimnasios y otros espacios; y los servicios de Medicina Interna y Geriatría tuvieron que desplazarse al hospital de Ubarmin.

“Para críticos teníamos abiertas la UCI-A y la UCI-B. El problema era habilitar camas en otros espacios no preparados. Se pusieron puestos en las salas de Endoscopia y en las URPAs. Teníamos material suficiente pero lo que nos faltaban eran profesionales”, recuerda Ancín.

Pero el cambio que se produjo en los hospitales no solo afectó en el plano sanitario. “Uno de los puntos que quisimos asegurar fue la alimentación, porque es parte de la recuperación de los pacientes. Quisimos que funcionara sin incidencias y lo hicimos”, cuenta Mila Larrayoz, de Gestión Económica y Servicios Generales del HUN, quien destaca “la importantísima labor del personal de limpieza, que se adaptaron a los nuevos protocolos, tuvieron que usar EPIs... fue un punto que sufrió mucho”.

En toda esa vorágine, Estrella Petrina, directora asistencial del HUN, fue una de las encargadas de garantizar que en el hospital se seguía atendiendo lo no covid. “Al principio establecimos una separación total entre covid y no covid, para evitar contagios; pero hubo unidades (Coronaria, Infarto o Ictus) en la que se atendió a pacientes que ingresaban por otras cosas, aunque tuviesen covid”, apunta.

“Con las operaciones teníamos dudas, nos daba miedo si en el postoperatorio alguien se contagiaba y le afectaba desfavorablemente, pero conseguimos que de las 21.000 intervenciones realizadas, solo dos fallecieron en el postoperatorio con covid”, señala Petrina.