¿Cómo se viven las brechas de género desde el mundo rural? Oihana Lorea Zabalegui (Abaurrea Alta), trabajadora social e impulsora del proyecto Artelan para el desarrollo del Pirineo, lo tiene claro. "Todas las problemáticas sociales que se perciben en la ciudad, como la conciliación o la violencia de género, aumentan en el ámbito rural y se redimensionan. Y esto se debería tener en cuenta a la hora de hacer programas, políticas y discursos", asegura esta joven de 36 años.

"Vivir en el Pirineo siendo mujer y con dos hijos pequeños es militancia porque no hay ni colegio, ni escuela infantil, ni centro de salud. La vida es complicada hay que desplazarse para ir al pediatra, para llevarles al colegio... Y todo esto con una orografía compleja, sin transporte público y con climatología no muy favorable", remarca Lorea.

La falta de servicios públicos es la realidad a la que se enfrentan las personas que viven en los pueblos. "Vivir en un entorno rural es una apuesta de vida. En nuestros pueblos hay una carencia de servicios públicos lo que empeora nuestra calidad de vida y la conciliación es mucho más costosa que en la ciudad más aún si no tienes apoyo familiar. Las mujeres se van a estudiar a la capi y no vuelven porque aquí no hay desarrollo profesional ni facilidades a nivel conciliación", reconoce Rakel Cabodevilla, responsable de enoturismo de Bodegas Máximo Abete.

"Somos una bodega dirigida por mujeres y la mirada que recibimos es extraña", afirma esta integradora social de 53 años y miembro de la Asociación Garnacha. Este colectivo, cuenta Cabodevilla,se ha propuesto "recuperar la historia de nuestras mujeres, generaciones que se han dejado la piel y han sido invisibilizadas. Porque lo que no se ve no se conoce".

La presidenta de la Unión de Cooperativas Agroalimentarias UCAN, Eva Aoiz, que vive a camino entre Pamplona y Olóriz, plantea otro obstáculo para el mundo rural. "En Navarra la gente se dedica principalmente a la ganadería y la agricultura donde las pensiones son muy bajas. Esto significa que cuando las personas mayores se jubilan son las hijas, porque casi siempre son mujeres, las que tienen que conciliar y cuidarles a ellos al tiempo que cuidan a sus hijos".

Isabel Díez lamenta el "politiqueo" en el que ha derivado la apuesta por equilibrar el mundo urbano y rural. "Si de verdad quieren hacerlo deben mantener las sucursales bancarias, los parques, bibliotecas...", afirma esta pensionista quien considera que "no se puede tener hijos en el Estado español y a ver quién va a pagar las pensiones. España debe copiar lo mejor de las políticas familiares y sociales de Europa".

Dificultades para socializar la violencia

La situación de la violencia machista se vuelve aún más compleja en los ámbitos rurales, donde "socializar estos problemas es muy difícil", según afirma Lorea. La cercanía de las relaciones son las que realzan esa dificultad. "Somos vecinos, compañeros de trabajo, de militancia..." explica la vecina del Pirineo.

Otra de las dificultades que entraña el mundo rural es "la distorsión" en torno a la violencia. "Me asusta terriblemente. Hay una percepción de que es un problema que nos es ajeno y va de lejos, pero ves los datos y son brutales", atestigua. Cabodevilla comparte esta apreciación. "Se hizo un estudio y era de asustar. La violencia se estereotipaba en personas de fuera y de otras culturas", asegura esta integradora social.