Triste favor le han hecho el Real Madrid y el Partizan de Belgrado a la Euroliga y al baloncesto con la batalla campal que liaron el jueves, eso que comenzó Llull con un golpe más cercano a la agresión que a la falta antideportiva (y se ha ido de rositas) y que desencadenó la tangana en la que ambos equipos participaron con un sorprendente entusiasmo. Mal perder de un Real Madrid que se veía este año sí o sí en la Final Four y se ha encontrado con un 0-2, y en ambos equipos emociones a flor de piel y, suponemos, unas cuantas cuentas pendientes. El cóctel perfecto para liarla parda. La Euroliga ha actuado con celeridad –podía aprender la Federación de Fútbol, que el puñetazo de Valverde a Baena fue hace ya 21 días–, pero hay quien opina que ha sido benigna con tanto empujón, guantazo y hasta arte marcial.