El 11 de noviembre de 2020, en un Anaitasuna vacío por culpa de la pandemia, Mikel Redondo debutaba en la Liga Asobal ante el Cangas con sólo 18 años. Los nervios eran inevitables, pero el extremo derecho navarro tuvo el aplomo suficiente para disimularlos, no titubear, elevarse con soltura y endorsarle dos goles a toda una leyenda bajo los palos como Javi Díaz. Ese día fue el punto de partida para un chaval que con 8 años empezó a jugar al balonmano en Maristas, de ahí pasó al club pamplonés y ahora, con 20, forma parte de pleno derecho del primer equipo. Redondo toma el relevo esta temporada de Xabi Etxeberria, con quien también ha compartido pista, y formará pareja de baile en el ala zurda con Álvaro Gastón que, casualidades de la vida, fue su primer entrenador en el colegio cuando era un niño. El reto no le asusta.

Apenas llevan unos días de pretemporada. ¿Cómo están siendo las primeras sesiones?

–De primeras están siendo suaves, vamos poco a poco. Todos estamos con mucha ilusión, con muchísimas ganas y además hay buen ambiente en el equipo. Preparándonos para lo que nos viene a partir de septiembre, así que hay que darle duro.

Esta temporada da un gran paso y asume un nuevo papel. ¿Cómo afronta el reto?

–Voy poco a poco asimilándolo. Es verdad que el año pasado ya entrenaba prácticamente con ellos y jugaba, pero creo que seré más consciente de todo cuando pasen unas semanas y vea que estoy todo el tiempo con mis compañeros y jugando como uno más. Mis sensaciones son esas. Lo voy asimilando y a la vez me resulta bastante parecido a la temporada pasada. Sobre todo estoy muy contento, con ganas de seguir aprendiendo y de disfrutar de este deporte.

En su caso el relevo ha sido natural, al haber jugado activamente con el equipo. Eso habrá facilitado todo.

–Sí, sin duda. Desde el primer momento Quique (Domínguez) confió en mí y me fue dando minutos. Empecé entrenando, al principio no jugaba, más tarde fui convocado a algún partido y ya desde enero prácticamente he ido citado a todos los encuentros. Además, he tenido minutos de valor. El hecho de que Quique haya confiado en mí desde el principio me ha facilitado la adaptación.

Debutó en 2020. ¿Cómo se sintió entonces y cómo se siente ahora?

–Ni me lo creía. Cuando el entrenador me mandó a calentar ese día, hasta se me debió de cambiar la cara. Era increíble. Lo único malo fue que el pabellón estaba vacío por la pandemia, no estaban ni mi familia ni mis amigos. Aun así, el debut fue soñado porque ganamos con holgura al Cangas y metí además dos goles. Ahora es verdad que cuando salto a la pista estoy menos nervioso y se me hace más fácil, porque me siento uno más en el vestuario. Todo va más fluido.

A partir de entonces ha gozado de minutos de calidad, en un puesto además que estaba muy asentado con Gastón y Etxeberria. Eso le habrá dado mucha confianza.

–Muchísima. Al principio, cuando me convocaba y alguno de los dos estaba lesionado o tocado, pensaba que era mi turno. Pero cuando me incluía estando los dos bien, yo no me lo acababa de creer. Parece que andaba bien y el entrenador quería darme esa oportunidad, imagino de cara al futuro también. Así que yo encantado.

Le va a tocar cubrir el hueco dejado por un peso pesado como Etxeberria. ¿Cómo lo afronta?

–Con muchas ganas. Con la intención de ser yo mismo y no meterme presión. Puede ser un poco responsabilidad, pero mi idea es no perder mi esencia y seguir aprendiendo de Gastón, de Quique y de Pablo Galech (segundo entrenador). Mi objetivo es mejorar y no ponerme ningún límite.

Compartir puesto con Gastón, canterano en su día como usted y ya con un amplio bagaje, le dará seguridad.

–Sin duda. Como curiosidad diré que Álvaro fue mi primer entrenador en Maristas (se ríe). Nos llevamos muy bien. También me enseña mucho Galech, con el que hago entrenamientos específicos e incluso jugué con él. Y, por supuesto, Quique. Entre los tres me hacen mejorar bastante.

¿Cómo se define como jugador?

–Yo creo que mis puntos fuertes son la definición y el contraataque. No tengo miedo, soy yo mismo y siempre que he saltado a la pista he intentado tener descaro. Me considero un jugador decidido.

Unas características que encajan muy bien dentro del estilo de juego que le gusta al entrenador.

–Sí, eso es. Desde meterla desde la esquina cuando surja a correr lo máximo posible. Así es el puesto.

Usted es el ejemplo de que la cantera, en un club como Anaitasuna, puede llegar a lo más alto.

–Sí. Desde pequeño iba al pabellón y veía a los jugadores como ídolos. De repente pasan diez años y resulta que ahora entreno y juego con algunos de ellos. He pasado de sacarme fotos con ellos y pedirles autógrafos a jugar en el mismo equipo. De verdad, no lo asimilo aún del todo. Al final es un sueño para todos los chavales. Para mí al menos lo era. Desde Anaitasuna, con las instalaciones, los entrenadores y demás, se pone todo para que seamos jugadores de balonmano.

¿Y quiénes eran sus ídolos cuando era pequeño?

–Etxebe y Gastón. Eran los dos en los que más me fijaba por el puesto. Aunque intentaba siempre tener una foto con cualquier jugador del equipo.

¿Su familia qué le dice tras el salto que ha dado? ¿Qué consejos le da?

–Sobre todo que disfrute mucho y aproveche la oportunidad. Están muy orgullosos de lo que he conseguido. Así que, sobre todo, que me lo pase bien con lo que hago.

¿Qué le pide a la nueva temporada?

–Principalmente que nos respeten las lesiones a todos, que el año pasado tuvimos muy mala suerte. Que el covid no esté muy presente, que parece que no. Que nos vaya bien a todos y que soñemos con puestos altos. A nivel particular, no tener lesiones y seguir aprendiendo. Tengo aún mucho margen de mejora en todos los aspectos.