El pasado 25 de agosto, en la ciudad china de Chuzhou y ante un pabellón a rebosar, la selección española juvenil de balonmano femenino levantaba, por primera vez en su historia, un título mundial. Lo hacía, además, con un campeonato impecable. Firmando ocho victorias en ocho partidos, la última y definitiva ante Dinamarca. Un éxito incuestionable del balonmano estatal, de su cantera y del trabajo que desde hace años se viene desarrollando desde la base –tanto a nivel de clubes como federativo–, que también gozó de protagonismo navarro. Y es que tres de las jugadoras que aquel día se colgaron la medalla de oro a miles de kilómetros son de la tierra: Kelly Nnonzie Fonkeng, Estitxu Rodríguez y Naroa Baquedano. Las dos primeras, jugadoras de la máxima categoría nacional con el Replasa Beti Onak; la tercera, de la División de Honor Oro –la segunda competición estatal– con el Wise Anaitasuna. Apenas tienen 18 años y un futuro –además de un presente– de lo más esperanzador en este deporte.
Las tres ya se encuentran a pleno rendimiento con sus equipos, inmersas en una temporada con extra de motivación después del logro alcanzado, y dispuestas a seguir creciendo y progresando en un deporte que les apasiona y que practican desde niñas. Han transcurrido ya varios días desde que se proclamaron campeonas del mundo, pero confiesan que aún no son “conscientes” ni han “asimilado” del todo el gran hito alcanzado.
“Yo todavía no he visto ni el partido de la final, aunque ya ha pasado un tiempo. Estoy que ni me lo creo”, reconoce Estitxu. “A mí me ha costado asumirlo. Siempre suelo mirar atrás y me doy cuenta de todo lo que he estado haciendo y de lo que he tenido que sacrificar. A veces piensas que a lo mejor no merece la pena, pero en estos momentos te das cuenta de que sí, aunque no lo parezca”, añade su compañera Kelly. Y es que colgarse una medalla, máxime mundial, no es nada fácil. Detrás hay mucho esfuerzo, compatibilizando partidos y entrenamientos con los estudios; sacrificio, ya que son jóvenes, pero a veces tienen que renunciar a ciertas cuestiones relacionadas con su edad; e, incluso, lágrimas. Y de esto último sabe mucho Naroa, quien saborea el oro “con mucha alegría” después de recorrer un tortuoso camino que ha sido “duro, de mucho trabajo y también de llorar”.
Naroa Baquedano
El resurgir tras una grave lesión
Un año “muy largo”
Naroa Baquedano (Pamplona, 27/08/2006) es primera línea y juega en el Wise Anaitasuna, que esta temporada da el salto a la División de Honor Oro. Empezó a jugar al balonmano con siete años en la entidad pamplonesa, de la que su familia es socia. “Quería hacer baloncesto, algo que practicaba mi madre, pero en Anaitasuna no había. Mi padre –portero, Patxi Baquedano– jugaba a balonmano, al igual que mi abuelo materno y mi tío. Ahora todos los primos jugamos en Anaita (se ríe). Al no haber baloncesto, mi padre me animó a probarlo y al final me gustó. Así es como empecé”, recuerda.
Al igual que sus compañeras en las Guerreras juveniles, Naroa ha tenido una progresión en las categorías inferiores de las selecciones navarra y estatal. En julio de 2023, preparando el Europeo, se rompió el ligamento cruzado anterior y el menisco de la rodilla derecha. Un año después, estaba en China peleando por un título mundial. “No me podía imaginar una vuelta mejor. Un sueño para la Naroa que de pequeña quería ir con la selección y un sueño también para la Naroa que hace un año estaba ingresada porque acababa de despertarse de una operación”, resalta. Ha pasado por una recuperación “con muchos altibajos”, con rehabilitación física, pero también poniéndose en manos de una psicóloga para sobrellevarlo mentalmente. Arropada por el cuerpo técnico de las Guerreras y su entorno, esta estudiante de primero de Enfermería en la UPNA regresó, jugó en China “con muy buenas sensaciones” y se colgó una valiosísima medalla de oro.
Ahora, afronta una campaña muy ilusionante en la Oro femenina, una exigente categoría en la que el Wise Anaitasuna tratará de completar el mejor papel posible. Naroa Baquedano muestra su alegría por que el club pamplonés haya impulsado con fuerza el balonmano femenino, que le permite competir ahora en cotas más altas. “Somos muy afortunadas. He tenido la suerte de que, de unos años aquí, se ha decidido apostar por el femenino, por ir subiendo categorías y optar a lo mejor, para que gente que venía de la cantera tuviese una oportunidad en casa. Así que estoy muy contenta y con ganas de debutar ya en esta nueva categoría”. El estreno será a principios de octubre.
Estitxu Rodríguez
La calidad en el lateral derecho
Una jugadora aventajada
Con sólo 16 años, Estitxu Rodríguez (Villava-Atarrabia, 21/01/2006) debutaba en la máxima categoría del balonmano, la Liga Guerreras Iberdrola. Acababa de dar el salto a juvenil en el Beti Onak, club en el que se inició en este deporte cuando contaba con 10, y cuyo primer equipo acababa de lograr un histórico ascenso a la elite. Desde el cuerpo técnico encabezado por Miguel Etxeberria pronto se empezó a contar con una de las joyas de la cantera para encarar la potente competición. Su calidad es extraordinaria, se maneja igual de bien con una mano que con la otra desde el lateral derecho e imprime descaro al ataque. La medalla de oro en China viene a confirmar a una jugadora aún con progresión, que tiene mucho que decir en esto del balonmano. Un deporte al que llegó después de practicar otras disciplinas.
“Yo había probado patinaje, atletismo, natación, gimnasia... Pero todos eran individuales. En el pueblo se hablaba mucho del balonmano y a mi madre le gustaban más los deportes colectivos. Una amiga y yo fuimos a probar. Me divertía. El reírnos con las compañeras, el jugar todas juntas... Así que al final opté por el balonmano”, recuerda.
Estitxu Rodríguez, que acaba de empezar en la UPNA la carrera de Psicología, cuajó muy buen torneo con las Guerreras juveniles en el Mundial. Sin ir más lejos, en los cuartos de final ante Japón fue elegida MVP del encuentro, si bien apunta que en este deporte, coral donde los haya, “sin las compañeras no me podrían haber dado ese reconocimiento”.
Más asentada en el Replasa Beti Onak, donde cumple su tercera campaña –al principio lo combinaba con el conjunto de la División de Honor Plata–, la joven lateral se siente “muy afortunada” de poder jugar en lo más alto de este deporte y hacerlo además en su pueblo. “He tenido muchísima suerte con el club y con los entrenadores. En infantil ya estuve con Imanol –Sanz, ayudante en el primer equipo y entrenador en el filial–, con quien volví a coincidir cuando estuve jugando con el Plata y con lo primer equipo. Fue de mucho apoyo. También Miguel –Etxeberria– me dio confianza plena. Lo tenía además en la selección navarra. Me siento muy afortunada por todo ello”.
Kelly Nnonzie Fonkeng
Potencia en el pivote
Paso a paso desde los 6 años
Estitxu Rodríguez aún no ha podido debutar con el Replasa Beti Onak esta temporada, que dio comienzo el pasado 31 de agosto. Tampoco lo hizo su compañera Kelly Nnonzie Fonkeng (Pamplona, 1/09/2006), ya que ambas gozaron de una semana de descanso tras el Mundial y la competición sufrió su primer parón hace unos días por la Supercopa Ibérica. Si todo va bien, podrán hacerlo este fin de semana en Gijón, en la segunda jornada de Liga.
Ambas se entienden a la perfección y eso se vio claramente en el torneo. Con esos pases que Estitxu sabe cómo y cuándo dar hacia el pivote, donde le aguarda una Kelly que va dando zancadas seguras en el mundo del balonmano. Un deporte que descubrió cuando sólo contaba con seis años. “Mi madre me quería apuntar a baloncesto pero Marisa, del Malkaitz, le animó para que empezara a jugar ahí. Hasta que no he sido mayor tampoco he sido muy consciente. Yo jugaba por rutina sobre todo, pero cada vez me empezó a interesar más, comencé a subir escalones y he llegado a la selección”, explica.
Después de formarse en el Malkaitz Eskubaloia de Burlada, la temporada pasada el Replasa Beti Onak la llamó para la máxima categoría, como una apuesta de futuro. Paso a paso, esta estudiante de un grado superior de Administración y Finanzas en Cuatro Vientos está creciendo e intentando afianzarse en una posición en la que trata de ser un muro gracias a su 1,85 m de altura. Ahora, tras ese primer “año de adaptación” en la elite, se centra en “otros objetivos”, como “mejorar en aspectos de cara al juego y desarrollarme como persona”. Además, coincidirá en esa demarcación de pivote con una compañera que también se ha alzado con el oro mundialista, Libe Arruabarrena, fichaje de esta temporada para el Replasa Beti Onak. “Me hace mucha ilusión jugar con ella”, afirma.
Kelly, Estitxu y Naroa son la prueba de que con paciencia, trabajo y esfuerzo el futuro del balonmano y su potencial están garantizados. Sólo hay que seguir creyendo y apostando por él . Ellas ya lo hacen.