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Experto en tecnología: "Deberíamos usar la IA para ampliar nuestras capacidades, y estamos haciendo lo contrario"

Nos escandaliza que una máquina pinte o escriba, pero no que una canción tenga derechos exclusivos durante casi un siglo. ¿Qué estamos protegiendo realmente: la cultura o los privilegios? Tal vez ha llegado el momento de cambiar las preguntas

Experto en tecnología: "Deberíamos usar la IA para ampliar nuestras capacidades, y estamos haciendo lo contrario"F.P.

El copyright fue pensado para proteger la creación humana, no para frenar el avance de la tecnología. Sin embargo, en los últimos años se ha convertido en un arma arrojadiza contra el progreso, especialmente cuando ese progreso adopta forma de inteligencia artificial.Los modelos de IA que escriben, pintan, componen o diseñan están siendo señalados por parte de la industria cultural como si fuesen delincuentes en potencia. ¿El motivo? Usan información para entrenarse. Información que, en muchos casos, está disponible públicamente y ha sido creada precisamente para ser compartida.

Lo más curioso es que las acusaciones no van tanto por el uso final que hace la IA, sino por su fase de entrenamiento. Como si aprender observando fuese algo ilegal. Si aplicásemos esa lógica a los humanos, ningún escritor podría leer novelas antes de escribir la suya, ni un músico escuchar a otros antes de componer. Pero cuando lo hace una máquina, todo cambia. Se activan los lobbies culturales, los titulares apocalípticos y las demandas judiciales, porque parece que la IA no solo crea, sino que amenaza.

Copyright

Y no hablamos de proteger a los pequeños creadores, sino a grandes corporaciones que llevan años exprimiendo el copyright más allá de lo razonable. El mismo sistema que permite que una farmacéutica explote durante 20 años una patente antes de que otros puedan fabricar un genérico, pretende que una canción tenga derechos exclusivos durante 70 años tras la muerte de su autor. Lo que era una protección razonable se ha convertido en un muro que impide el acceso, la innovación y, en muchos casos, la justicia.

Todas las tecnologías emergentes han tenido sus detractores. Desde la imprenta hasta el cine, pasando por la televisión o internet. El patrón se repite: miedo al cambio, leyes desfasadas, intereses creados y una reticencia a perder el control de lo que hasta ahora dominaban unos pocos. Lo que está ocurriendo con la inteligencia artificial no es nuevo, pero sí especialmente significativo, porque por primera vez, la tecnología puede imitar y superar tareas creativas.

¿Qué estamos haciendo?

Lo que deberíamos estar haciendo es justo lo contrario: enseñar a usar la IA como una herramienta que amplifica nuestras capacidades. Abrir el conocimiento, fomentar la colaboración, modernizar las leyes para que reflejen la realidad digital en la que vivimos. Y entender que la creatividad no es un monopolio humano, sino un proceso que puede enriquecerse cuando dejamos de pensar que toda novedad es una amenaza.