Nueve de cada diez españoles asegura conocer la inteligencia artificial (IA), pero más del 60% reconoce tener un conocimiento bajo o nulo, frente al 5,5% que declara un conocimiento alto, según los resultados del primer Observatorio Anual IAON, una iniciativa del Gobierno de Aragón, Microsoft, Ibercaja y Fundación Ibercaja.
El informe, presentado en Madrid, analiza las respuestas de 1.300 entrevistas sobre el nivel de conocimiento de la IA, factores que influyen en él, frecuencia de uso, ámbitos en los que se utiliza, barreras que impiden su desarrollo o percepción del impacto futuro que tendrá en la sociedad.
La generación más joven, con un 12,6% de conocimiento alto a nivel nacional, es la que más domina esta tecnología por su cercanía a entornos digitales y su capacidad para adaptarse y experimentar tecnologías emergentes.
Brecha formativa
El nivel formativo actúa como un multiplicador del acceso y comprensión tecnológica: el 46,7% de quienes cuentan con estudios universitarios o de posgrado poseen un conocimiento medio y alto de la IA. "Esta brecha formativa sugiere que, sin intervenciones educativas inclusivas, amplias capas de la población podrían quedar rezagadas en la transición digital" subraya el informe, que indica que el 78% de los trabajadores españoles demanda formarse en tecnologías digitales e IA.
En cuanto al uso, más del 51% de la población en España afirma haber recurrido a la IA, aunque no todos se consideren conocedores de la tecnología. El 20,2% de los encuestados la usan de forma esporádica, el 16% de forma diaria, y el 11,6% de forma semanal, entre otras.
El ámbito privado concentra el uso más extendido de la IA generativa en España: un 69,4% de los entrevistados la emplea con este fin, un 48,3% recurre a ella en el ámbito laboral y un 27,4% en el académico. En el trabajo, la IA generativa es más utilizada por personas entre 27 y 58 años, con estudios universitarios y en mayor proporción por hombres.
Percepción
El 39% de los encuestados que cree que la IA contribuirá a mejorar la sociedad, y un 31% considera que tendrá consecuencias negativas. El 68,2% de los ciudadanos cree que los beneficios de la IA se concentran en ciertos grupos, especialmente en quienes ya tienen poder económico, acceso a tecnología o formación especializada. Y solo un 9,2% piensa que el valor generado se reparte de forma equitativa.
Los ciudadanos identifican beneficios claros de la IA en ámbitos como la salud, la educación o la innovación, pero también muestran un alto grado de inquietud frente a los riesgos: la desinformación, la pérdida de privacidad o la opacidad en el funcionamiento de los sistemas son las principales preocupaciones.
La aceptación de la IA como herramienta de apoyo varía según el tipo de decisión, la mayoría de las personas está dispuesta a delegar tareas funcionales o técnicas, pero hay una fuerte resistencia cuando se trata de ámbitos sensibles, como la salud mental o la atención personalizada. La ciudadanía establece así una frontera clara: valora la eficiencia, pero no a costa del juicio ético o del contacto humano.
Preocupaciones y frenos
Los encuestados también temen que estas tecnologías destruyan puestos de trabajo (un 61,9% así lo ve), que deteriore las habilidades cognitivas (58%) o que vulnere la privacidad (temor del 64% de los entrevistados).
Respecto a los frenos al desarrollo de la IA, dos de cada tres personas encuestadas (66,6%) identifican la falta de información o formación como el principal obstáculo para adoptar herramientas de IA; muy cerca aparecen la desconfianza o temor a estas tecnologías (58,5%) y la falta de habilidades digitales o técnicas (56,5%).
El informe concluye que avanzar en IA no es solo una cuestión tecnológica, sino también social, ética y política; que el reto no está solo en innovar, sino en cerrar las brechas, reforzar la confianza y asegurar un desarrollo verdaderamente inclusivo para que la IA actúe como una palanca de transformación positiva.