pamplona - Nadie puede ganar solo. Hasta el deportista más virtuoso agradece el apoyo de unos compañeros entregados. Y a Harm Vanhoucke no le faltan aliados. Lotto, el equipo del que presume ser punta de lanza, fue un escudo, una muralla flamenca ante la amenaza de su mayor opositor por el maillot rojo de la Vuelta a Navarra, Lizarte, que asistió impotente a la exhibición del conjunto belga para proteger la ventaja, aunque mínima (dos segundos), que separaba al líder de Jaime Castrillo, segundo en la general y caudillo de los navarros. Así, gracias al trabajo de su memorable equipo, Harm Vanhoucke se proclamó ayer campeón de la Vuelta y mejor ciclista sub-23, por delante de Castrillo y de Óscar Pelegrí, corredor del Caja Rural que disfrutó del liderato, brevemente, tras la segunda etapa. Aunque sin trascendencia, la victoria en la última carrera fue para Juan Antonio López-Cozar de Euskadi.

Los prolegómenos de la etapa reina fueron un nido de especulación. De estrategias fundadas en el intento de aprovechar las pequeñas fisuras que pudieran suponer los demoledores puertos.

El líder renacido de su caída, Harm Vanhoucke, debía conservar los dos segundos que evitaban que Lizarte le arrebatara el maillot rojo, ambición que pretendía salvaguardar gracias a uno de los mejores equipos que ha competido por Navarra, Lotto. Mientras que Lizarte, e incluso Caja Rural, confiaban en que los belgas perdieran fuelle en las escaladas a los altos de montaña y fueran desgastándose en el sofoco de las múltiples escapadas que, sin duda, ocurrirían.

Y no tardaron. La subida hacia la cima de Otxondo fue escenario del ataque de cuatro ciclistas: Iker Azkarate (Caja Rural), Diego López (Euskadi), Danielle Cantoni (Fundación Contador) y Antonio Gómez (Cartucho.es), quienes afincaron una ventaja estable de en torno a un minuto, hasta llegar a aumentarla hasta los dos minutos y 45 segundos en la subida al exigente puerto de Artesiaga.

Con la llegada a Erro, el pelotón aumentó el ritmo de la mano del engrasado motor belga y recortó la distancia hasta los 60 segundos, tendencia que el ciclista brasileño de Lizarte Nicolás Sessler intentó encauzar al unirse al grupo de cabeza para tirar de él en clave de darle aire a su líder, Castrillo.

Llegados al esperanzador cartel que prometía que la meta estaba a 20 kilómetros, solo Sessler y Azkarate soportaban estoicamente el extremo esfuerzo de la huida, que fue prolongándose agónicamente bajo la amenaza de la pérdida de tiempo continua respecto al pelotón, donde Vanhoucke se limitaba a agarrarse a la rueda de Castrillo.

Después de 120 kilómetros de escapada, murieron sus opciones en el último, al igual que las de Castrillo, que fue atado de pies y manos y rindió su sueño de ser campeón.