Un traqueteo, el piso de piedra, una alfombra de adoquines en el corazón de Irun, daba la bienvenida con un sopapo de realidad al reloj de la Itzulia, que fijó a Primoz Roglic en el trono. Es el primer líder. Se pintó de amarillo el esloveno, campeón en 2018 y 2021.

Casa bien Roglic con la carrera vasca. Comparten el mismo idioma. Se entrelazan de maravilla. Le sienta bien. Posó en la orla con el orgullo del que se sabe de vuelta de la tempestad y el frío que le retrataron en la París-Niza.

En la Carrera del Sol, Roglic fue sombra. Irreconocible en la oscuridad, preso del mal tiempo que le vapuleó el organismo. El Caballero de la mano en el pecho de El Greco. Se camufló en el anonimato Roglic. Lejos de sí mismo.

En el ciclismo en el que las estrellas solo parecen cumplir cuando ganan, donde todo lo que no sea la conquista son diván y dudas, la incertidumbre y el misterio perseguían a Roglic, de mudanza este curso.

Los comienzos nunca son sencillos. Muchas cajas que desembalar, recuerdos que gestionar y nostalgia con la que vivir en su nueva casa, el Bora, después de los maravilloso años en el Jumbo.

El esloveno, que se sintió extraño en la París-Niza, se destapó con una crono sideral en Irun a pesar de que confundió el camino en el desenlace. Ni eso le derrotó.

En la bocana de meta, el esloveno tomó una salida equivocada a la derecha y para cuando cayó en la cuenta, giró y regresó al esprint, perdió unos 8 segundos. Su marca: 12:34. Registró una media de 47,745 kilómetros por hora. Inalcanzable.

Sumó su 81ª victoria. La quinta victoria en una crono de la Itzulia. Eibar 2017, Lodosa 2018, Bilbao 2021, Hondarribia 2022 e Irun. Otra vez líder. Roglic dio la hora exacta.

Roglic, primer líder de la Itzulia Efe

Victoria a pesar del equívoco

Incluso con la penitencia del incidente en la procesión de la crono, sometió a Jay Vine, el muchacho que agarró el profesionalismo desde el rodillo y amenazó al esloveno. Siete segundos les separaron.

Roglic también pudo con Skjelmose por una decena de segundos. El otro gran danés. Evenepoel, señalado con el neón rojo del favoritismo en su especialidad, tuvo que plegarse ante Roglic, que se reconoció ante el espejo. No así el belga. Se le rompió el reflejo en las calles de Irun. Perdió 11 segundos.

Evenepoel rueda por el tramo adoquinado atestado de aficionados. Naikereo / Itzulia

El campeón del mundo contra el reloj resbaló en una curva. El arcoíris rodó por el suelo en el segundo giro de la crono. Las curvas siempre acechan. En esa caída lijó el cuerpo y se le esfumó la concentración. Se le escapó la victoria.

Ni la rabia con la que atacó después el recorrido le alcanzó para morder al esloveno. Vingegaard, el campeón en curso, se manejó de maravilla, sin apuntes en la página de sucesos. El danés otea el horizonte de Eibar e imagina las montañas una vez descontado el pasaje por el túnel del tiempo.

Vingegaard se deja 15 segundos

Mejoró su puesta en escena de la Tirreno-Adriático, en aquella crono donde fue noticia por su casco. Cuando la carrera creció a las alturas, Vingegaard no tuvo piedad. Ese es su plan en la Itzulia. El danés se dejó 15 segundos.

Juan Ayuso, el muchacho que voló en la crono de la carrera de los Dos Mares, concedió un chasquido más que Vingegaard. Ion Izagirre, visceral, mostró el colmillo y se quedó a 21 segundos de Roglic.

Jonas Vingegaard completó una buena crono. Efe

Pello Bilbao, que recalentó el motor en el repecho de piedras, entregó 25 segundos tras un buen desenlace. Los favoritos se apretaron en el juicio de las manecillas. El engranaje de la Itzulia nace en un puño.

No conviene subestimar a Roglic, un campeón capaz de reponerse de una de las derrotas más duras que se recuerdan en el Tour. En 2020, en La Planche de Belles Filles, en lo que de estimaba su ceremonia de coronación, le sepultó el irreverente Pogacar, un ciclista de época.

También lo es Roglic, que demostró un coraje, determinación y dignidad extraordinarias para reponerse de aquel trauma sin agarrarse a coartadas y excusas.

Carácter de campeón

La capacidad de los más grandes no se mide por cuántas veces caen en la lona, sino por la entereza que demuestran para regresar de los infiernos. Roglic, excelso competidor, se recompuso de todo aquello. Tres coronas de la Vuelta, una del Giro y un palmarés extraordinario le acreditan. En la Itzulia, ungido por el orgullo, se exhibió.

La crono, abrigada por la afición entusiasta, bajo el sol de mechas rubias y melena al viento, las ráfagas empujaban caprichosas, exigía un arrebato. El rodillo que hace sudar y aísla la mente elevó la temperatura, encendida con la música que activa el cuerpo.

Los cascos inalámbricos, los auriculares de botón, ponían la música sobre los favoritos, en busca del éxito. La Marcha Radetzky o la música de Wagner y la Cabalgata de las valkirias emparentan con ese sentimiento. En los tiempos modernos los sonidos son otros, pero el estímulo musical provoca sensaciones similares.

Apagada la música, asomaron los cascos, algunos extravagantes, como el de Vingegaard. Otros polémicos. El que aún podían lucir Roglic y Evenepoel porque la prohibición de la UCI comienza este martes. El yelmo de los ciclistas modernos en sus corceles de carbono dio cuerda al reloj de la Itzulia.

Los favoritos, apelotonados

La contrarreloj, apenas 10 kilómetros, arañaba las piernas en la cintura, sacaba la tripa con la subida al alto de Olaberria, una cota de 1,7 kilómetros, un pendiente media del 5,2% y alguna rampa al 8%. Ese relieve marcó la bisagra de la crono.

Por la cresta, elevó el mentón Roglic, excepcional el esloveno, en su versión más fotogénica. Estableció la mejor marca entre los favoritos, apelmazados en un escueto arco temporal para aprovechar la ventana del buen tiempo.

En un modalidad en la que cada centímetro cuenta, en la que se miden los calcetines, los buzos se patronean al milímetro como una segunda piel, donde los cascos reproducen diseños radicales para que el viento resbale mejor, la bici es extrema, y cada detalle es importante, nadie tomó riesgos con el parte meteorológico.

Solo Ion Izagirre se expuso al contraste. No le afectó. Las condiciones meteorológicas se mantuvieron inalterables entre los favoritos. Más tarde llovió y repiqueteó el granizo. Roglic, sentado, vio pasar el tiempo. Para el esloveno lució el sol. Roglic se enciende en la Itzulia.