A veces el infierno es el paraíso. El Col d'Aubisque, la niebla cerrada, abrochada la vista con un velo ceniciento en la mirada, la lluvia incesante, era una tempestad, un averno de 16,8 kilómetros al 7,1% de pendiente media. Un desafío superlativo. Sobre la cima pirenaica se desató Usoa Ostolaza, la tormenta perfecta.

La ciclista del Laboral Kutxa se encaramó al liderato del Tour de los Pirineos después de una conquista hiperbólica. La guipuzcoana completó una actuación prodigiosa para descorcharse en el profesionalismo. Bautizó su palmarés bajo la lluvia, nada más simbólico. Se abrió paso a tientas Ostolaza en una montaña que mordía con saña, que apenas dejaba ver.

La zarautztarra veía más allá. Atravesó al resistencia de Valentina Cavallar, a la que dejó caer en el olvido como lágrimas en la lluvia. En ese hábitat hostil, que exigió un esfuerzo extraordinario, que llevó al límite a las ciclistas, sobresalió la entereza de Ostolaza, que se alió con los elementos, para descargar su energía.

Una gran ascensión

Tronó en una cima mítica, un lugar de culto. Ostolaza fue el rayo que partió a Cavallar y el que prendió su liderato en el Tour de los Pirineos. La de Ostolaza fue una victoria electrizante y estimulante. El premio a un persecución implacable.

Segunda en el G. P. Ciudad de Eibar por detrás de Iurani Blanco, su compañera, Ostolaza reivindicó su estatus con una victoria estupenda. Venció en solitario, como las grandes campeonas, imponiéndose a una meteorología terrible. Eso no achicó a Ostolaza, gigantesca si subida.

Colosal, arrugó a Valentina Cavallar, que partió con ventaja en la mole. Ostolaza no tuvo piedad y destempló a la austriaca, que solo pudo observar el poderío de la guipuzcoana en su camino hacia la victoria. En la cima, después del laurel, Ostolaza y Blanco se fundieron en un abrazo. Repitieron la escena de Arrate.

El Laboral Kutxa, en racha

En ese vínculo unieron las historias de dos escenarios con raíz en el ciclismo. La costura del Laboral Kutxa, su Matria. El cordón umbilical del ciclismo femenino que nació con esperanza, gateó con entusiasmo y después de aprender a andar, inicia un esprint hacia la gloria.

La primera victoria siempre es la más difícil. Después, como si todo fluyera, los triunfos se antojan parte de una corriente, del árbol de la vida que va ramificando y da sus frutos. Blanco abrió el maná de las sonrisas y Ostolaza continuó con el festejo y la dicha en la escuadra vasca.

"Es una victoria muy especial. Estamos muy contentas con la carrera que hemos realizado y por conseguir el triunfo en un puerto de montaña tan importante como el Aubisque", apuntó Ostolaza.

El Laboral Kutxa ríe con ganas. Felicidad. La risa del alivio y de la felicidad que concede más sentido a un proyecto que ilumina el camino del ciclismo femenino vasco. Ostolaza representa esa idea, el sueño de una tarde de primavera.

Empapada de entusiasmo, la zarautztarra se encaramó en lo más alto. Desde el El Col d'Aubisque, la atalaya del Tour de los Pirineos contempla su obra. La carrera se cierra este domingo con Ostolaza en lo más alto. Aventaja en más de medio minuto a Cavallar y en 58 segundos a su compañera Iurani Blanco. Ostolaza reina en el Aubisque.