Hace un mes, desde las cumbres de Sierra Nevada, Iván Romeo echó un vistazo a Francia. Desde esa atalaya quiso adivinar el futuro en el Dauphiné. Romeo dibujó un mapa con una equis para dar con el tesoro que soñó en Charantonnay. En ocasiones, los sueños se cumplen y la poesía hace pintadas de rebeldía sobre el muro de la prosa. El destino señaló el camino de la gloria de Romeo.

“Todo esto es un vida. Son 21 años para esto”, dijo Romeo, la emoción en la garganta y la alegría desplegada en la sonrisa de un muchacho que celebró su gran día. “No me lo puedo creer. Tomé el riesgo, este tipo de llegadas llanas y en grupo reducido me venía bien. Esta victoria significa todo. 21 años para lograr esto", analizó el vallisoletano.

"Es increíble, hace un mes en Sierra Nevada ya pensé en esta victoria. Se lo dedico a mi familia y a mis amigos y al grupo increíble que tengo al lado. Es de ellos. No sé ni qué decir. Quiero agradecer el trabajo de todos mis compañeros, sin el apoyo no hubiera sido posible. También sin mi familia, que ha creído en mí”, expuso Romeo desde la terraza de su talento.

Etapa y liderato

Conquistó Romeo la victoria que imaginó y además la pintó con el amarillo del líder del Dauphiné. Romeo se regaló una corona de laurel con una actuación extraordinaria que le fija en ese territorio de los grandes ciclistas.

Padeció, se sostuvo, tanteó, leyó la carrera a la perfección, se erizó en el momento exacto y venció con un descorche de clase. Articuló Romeo un discurso perfecto que le vistió de amarillo en la prueba francesa.

De ese color partirá Romeo en la crono de este miércoles que ordenara la general y fijará a los favoritos. Romeo completó con éxito una crono exprés con la que se consagró desde la fuga de sus compañeros de escapada.

Esa actuación le cosió con la otra crono, en la que defenderá el liderato tras bordar una victoria con el hilo de oro del talento, la determinación y la pasión. Romeo celebró en solitario un triunfo mayúsculo por el escenario y la jerarquía de los rivales.

Romeo, nuevo líder del Dauphiné. Movistar / Sprint Cycling

Se exhibió el vallisoletano, formidable su remate después de una dura travesía, donde tuvo que escapar del diván de las dudas y fortalecer su estatus con un movimiento instintivo e inteligente. No solo evidenció la capacidad de su motor de rodador, Romeo supo descifrar el momento exacto.

Para llegar a ese clic, a descerrajar su caballaje, cuando a la jornada le faltaban poco más de 5 kilómetros, el vallisoletano mostró una gran entereza.

Fuga de mucha calidad

“He sufrido mucho y tenía serias dudas de si era el hombre que tenía que estar aquí”, se sinceró Romeo, enérgico su despliegue, brutal su capacidad para masticar a dentelladas de furia el final, para devorarlo con la exuberancia de los jóvenes que no piden permiso para comerse el mundo.

Romeo, que dejó colgando en el retrovisor del olvido a Van der Poel, Tejada, Barré o Lipowitz, entre otros, celebró el triunfo llevándose las manos a la cabeza. El festejo de lo inesperado. La mejor sorpresa posible.

Antes de la fuga de corceles libres en estampida, del pulso de los trece, con Romeo al galope, Pogacar agarró un par de segundos de bonificación. Nunca se sabe con los caprichos del tiempo.

Critérium du Dauphiné

Tercera etapa

1. Iván Romeo (Movistar) 4h34:10

2. Harold Tejada (Astana) a 14’’

3. Louis Barré (Intermarché) m.t.


General

1. Iván Romeo (Movistar) 14h09:01

2. Louis Barré (Intermarché) a 17’’

3. Harold Tejada (Astana) a 18’’

Lemond conquistó un Tour por 8 segundos sobre Fignon. En un segundo cabe el infinito. También la posteridad. La vida. Allí convergen Pogacar y Vingegaard, que se miden en cada cuadrante.

El esloveno, devoto absoluto de la competición, que estaba empatado en el liderato con Milan, que padecía en las cuestas, sisó dos segundos para airear su posición y, sobre todo, para tener mejor perspectiva para encarar la crono.

Pogacar quería ser el último de los favoritos en despegar de la rampa. Conocer las referencias del resto es un buen lugar para buscar los límites de uno mismo y cotejar el quién es quién.

En la Côte du Château Jaune, la muchachada del esloveno encendió el pulso. Vingegaard remontó danzarín y cualquier conato quedó reducido. Se pausaron.

En el frente, la cota final fue el anuncio del certero disparo de Iván Romeo, que mostró lo mejor de su catálogo para triunfar con honores en Charantonnay cuando encontró el plano, su ecosistema.

Campeón del Mundo sub’23 de contrarreloj, Romeo, que no era el más fuerte, pero sí el que mejor supo leer las corrientes internas de la carrera, se encorajinó para imponerse al resto de los jinetes en una fuga repleta de especialistas.

En ese tránsito de 168 kilómetros en fuga, primero acompañado y después en solitario, desde el coche le dirigió Iván Velasco a la mejor victoria de su biografía. Decía Maradona cuando conquistó el Mundial, con la dorada copa a su lado, que era “más linda soñarla que tenerla”. Romeo cumple el sueño.