Pogacar despega hacia ParísA.S.O/TOUR DE FRANCE
James Bond se lanzó al vacío, hacia al abismo, para salvar el mundo desde el altipuerto de Peyragudes, donde se rodó la primera secuencia, la introducción, de El mañana nunca muere.
Después de explosiones de distinto calibre y de meterse en un caza de combate donde elimina a su cazador tras acrobacias varias y algún que otro toque de humor para soportar la tensión, se articulan los títulos de crédito con la banda sonara y los bailes para el festejo de una nueva hazaña.
La saga de 007 es un entramado de gestas. Un serial de lo imposible. Show y entretenimiento. Solo las vacas que pastan en las alturas, felices en su hábitat, son ajenas al set de rodaje de la Grande Boucle, la saga de Tadej Pogacar, el galán que, sin despeinarse, cautivadora la sonrisa, se encamina hacia su cuarta coronación en los Campos Elíseos de París.
El Tour también eligió Peyragudes para seguir con su relato, un plató estupendo para la vista. La rampa definitiva de la cronoescalada al altipuerto, (10,9 kilómetros desde Loudenvielle) es un final desplomado, una cuesta para subir a gatas, a modo de los penitentes, que cerró con el plano de siempre –victorioso Pogacar– la segunda jornada de los Pirineos.
Peyragudes es un buen recuerdo para el esloveno, que festejó la victoria sobre esa tarima en un duelo agónico con Jonas Vingegaard en 2022. Entonces el danés era el líder. Tres años después de aquel encuentro, el esloveno volador, manda, autoritario, sobre el Tour, su patio de juegos.
Un recreo para él, una agonía para los demás, que padecen su tiranía, a la que no se atisba final en el futuro próximo. Nadie tan voraz como Pogacar, que todo lo fagocita. El mañana es hoy. El esloveno viene del futuro.
Un registro sideral
Pogacar se impuso con ese deje de siempre, el del campeón imbatible, con una marca de 23:00 minutos. Rodó a 28,4 kilómetros por hora de media para colgar otra sonrisa en el Tour. Contó su cuarta victoria en lo que va de carrera, la 21ª de su idilio con la Grande Boucle y la 103 de su biografía.
Los números no son suficientes para radiografiar a Pogacar, único en su especie. En la cronoescalada aventajó en 36 segundos a Vingegaard. Primoz Roglic fue tercero, a 1:20 de su compatriota.
El líder fue tres segundos más rápido por kilómetro que el danés en un territorio idóneo para Vingegaard, que no encuentra consuelo, otra vez aniquilado por Pogacar, que pedalea con rabia y furia al encuentro de su amado cuarto Tour. El reflejo exacto de su jerarquía.
Pogacar, durante la cronoescalada.
Un universo les separa en la general, donde el esloveno le aventaja en 4:07. Remco Evenepoel, doblado por Vingegaard en el esfuerzo final, es tercero, a 7:24 del astro esloveno. Al belga le encima Florian Lipowitz, a 7:30. El Tour es lo que quiera Pogacar. Sus deseos son órdenes. Un ciclista de otra galaxia.
El líder rascó el mejor tiempo en la primera baliza. Eso le marcó el camino. Prescindió de la radio, que le molestaba en un recorrido corto, de la pintura, de las pegatinas y de la cinta del manillar para quitarle unos gramos a la bici y aligerar el impulso, como si lo necesitara. Desnudó la bici.
Detalles para el relato. Incluso con una saca de plomo vencería. El esloveno se alimentó de ambición cuando observó la tabla de tiempos. Arañó cuatro segundos a Evenepoel y ocho a Vingegaard en la referencia inicial.
Vingegaard dobla a Evenepoel
El esloveno es una fotocopiadora de grandes éxitos inagotable. A medida que la montaña elevaba el mentón, Evenepoel se fue arrugando. Vingegaard, escalador puro, creció y dobló al belga en la cuesta final. El danés se exprimió hasta los estertores y completó un gran ejercicio.
Insuficiente, empero, ante el colosal esloveno, una central de vatios capaz de iluminar Francia dando pedales. El líder es una bola de demolición dispuesto a destruirlo todo. Estrategia de tierra quemada.
El campeón del Mundo abrazó la celebridad cuando remontó el Tour de 2020 a Roglic con una actuación psicodélica. Un asombro. El veterano esloveno, cicerone de Lipowitz, mostró pinceladas de su espíritu competitivo en Peyragudes. Fijó un 24:20 en la cima.
Vingegaard alcanza la meta tras doblar a Evenepoel.
Vingegaard se disparó, pero no acertó en la diana. Se cobró el dorsal de Evenepoel. No había logrado serenar el pálpito de su corazón, ni ordenado la respiración, cuando asomó su pesadilla amarilla, que le persigue sin descanso. Pogacar mejoró el tiempo del danés en 36 segundos. Otro muesca para su palmarés infinito. El ciclista que no atisba los límites.
La Grande Boucle recuperó la cronoescalada, modalidad en desuso, tras dos décadas, sin apenas reclamos después de que Pogacar fumigara la carrera en Hautacam con una ascensión en solitario, él contra sí mismo y la historia, que sirvió de ensayo general de la cronoescalada. La organización del Tour amplió el cierre de control, el tiempo reglamentario en el que completar el pasaje. No quiere que el pelotón, hecho legajos, pierda más hojas.
Tour de Francia
Decimotercera etapa
1. Tadej Pogacar (UAE) 23:00
2. Jonas Vingegaard (Visma) a 36’’
3. Primoz Roglic (Red Bull) a 1:20
4. Florian Lipowitz (Red Bull) a 1:56
5. Luke Plapp (Jayco) a 1:58
6. Matteo Jorgenson (Visma) a 2:02
7. Oscar Onley (Picnic) a 2:06
8. Adam Yates (UAE) a 2:15
42. Ion Izagirre (Cofidis) a 4:42
67. Alex Aranburu (Cofidis) a 5:19
General
1. Tadej Pogacar (UAE) 45h45:51
2. Jonas Vingegaard (Visma) a 4:07
3. Remco Evenepoel (Soudal) a 7:24
4. Florian Lipowitz (Red Bull) a 7:30
5. Oscar Onley (Picnic) a 8:11
6. Kévin Vauquelin (Arkéa) a 8:15
7. Primoz Roglic (Red Bull) a 8:50
8. Tobias Johannessen (Uno-X) a 10:36
76. Alex Aranburu (Cofidis) a 1h38:01
82. Ion Izagirre (Cofidis) a 1h41:58
Dominio absoluto
El espejo del Tour solo refleja el amarillo del esloveno, poderoso como el sol. Quien se acerca se quema. Su influjo es tal que nadie osa a aproximarse. La cronoescalada evitaba una derrotar cara a cara.
Era el crono, insobornable juez, el que ordenaba a unos y a otros bajo un cielo azul de cuento luminosos, verdes las montañas, magníficas, sincero el ánimo de la afición, vociferando ánimos y alumbrando aplausos.
La carretera gris, por momentos cuartada, ajada, sugerente el curveo que festonea las vías de montaña, contaba el paso de los ciclistas, escasos los que tenían objetivos y encararon la cronoescalada con fervor y entusiasmo.
La mayoría no tenía más ambición que pasar otro día, que en el Tour es un logro. Luke Plapp estableció la mejor marca, 24:58, durante un buen rato, consciente el australiano de que su supremacía perdería lustre cuando se lanzaran los mejores.
El UAE envió la sonda de Adam Yates como avanzadilla para Pogacar, el buzo amarillo pegado en la piel, sereno, esperando su turno, ajeno a preocupaciones o diatribas. Solo la protección del brazo izquierdo a la altura del codo le recordaba que en un instante fue humano.
Su mente rememoraba cada palmo de la rampa definitiva, un lugar que hace envejecer, que encorva el cuerpo, amasijo de piel y huesos, y descompone la alegría.
Una cuesta que arrodilla esperanzas, que difumina a los hombres, informes por ese punto de fuga, donde desaparece la carretera en un cambio de rasante espeluznante.
340 metros al 16%. Una pared que apunta hacia el cielo, donde reside el genio. En el altipuerto de Peyragudes, el esloveno protagonizó un vuelo de película hacia su cuarto Tour. Pogacar despega hacia París.