El día de descanso es una bendición decorada con un buen masaje, un desayuno tranquilo, un café en el entrenamiento, una animada charla y un encuentro con familiares y amigos. La jornada también sirve para pasar por la peluquería. Tadej Pogacar, que no es el líder, pero es el patrón, dibujó de ese modo el día de asueto. Remco Evenepoel también optó por raparse.

El corte de pelo no solo es estético, siempre anuncia cambios a medida que la carrera se calienta en las capas altas de la atmósfera y los dragones en bicicleta escupen fuego sobre el asfalto que quema y que es brea aligeran el calor. Arde el Tour y en su camino a Toulouse se remueven las brasas para que el sofoco no amaine. Estrategia de tierra quemada. En cada palmo, se desata un Vietnam.

El napalm del Tour también quemó al ignífugo Pogacar, el costado izquierdo en carne viva después de una caída extraña, al hacer el afilador, con el final desatado. El esloveno de la amplia sonrisa se asomó al pánico cuando se olía Toulouse.

El manillar perdió el norte y cayó al asfalto tras un afilador. Por fortuna, a pesar de los golpes y las abrasiones, los dados cayeron de su lado. Un bordillo le esperaba dispuesto a hacer presa. El esloveno apenas lo acarició y suspiró el Tour, que por un momento dejó de respirar al asistir a la caída del intocable.

La radio de su equipo lanzó ráfagas de preocupación. ¿Todo bien Tadej? Sí, todo bien, respondió el esloveno, con el codo emanando sangre y el costado izquierdo abollado.

Caída de Pogacar

El campeón del Mundo se levantó de inmediato, metió la cadena, que se le salió en el incidente, con la ayuda de un auxiliar de la moto neutra y recuperó el pulso cuando se encontró con el resto de nobles, que en un gesto de deportividad le esperaron.

Desde la dirección del Soudal, la formación de Evenepoel, advirtieron que no habría aceleración y esperarían al esloveno. Pogacar agradeció el gesto. Volvió el color al arcoíris, por unos instantes fundido a negro.

En el accidente, el campeón del Mundo había perdido una veintena de segundos, pero entre sus rivales decidieron que ese no era el modo de combatir al esloveno, que el honor no admite atajos.

Un respiro para Pogacar y se desconoce si una equivocación del resto para el futuro. El detalle de deportividad lo agradeció Pogacar, que saludó a muchos, en Toulouse, donde se impuso Jonas Abrahamsen en el vis a vis con Mauro Schmid tras una fuga loca de un día sin tregua.

El suizo no pudo con el noruego, que se fracturó la clavícula en Bélgica a tres semanas de comenzar la carrera en Lille. En Toulouse se hirió Pogacar.

Pogacar, tras la caída. Etb

Antes del accidente, el Visma quebró la paz mental del esloveno, hostigado desde todos los ángulos. Vingegaard, flamígero, y sus antorcheros aislaron al campeón del Mundo, solo y con los nervios a flor de piel, en medio de un ambiente completamente hostil.

Todo ardía y entre fogonazos, el esloveno se quemó. Es difícil concretar cuál será el efecto que la caída ha provocado en su organismo, pero todo desajuste en los límites implican daños colaterales de diagnóstico incierto.

Tour de Francia


Decimoprimera etapa

1. Jonas Abrahamsen (Uno-X) 3h15:56

2. Mauro Schmid (Jayco) m.t.

3. M. Van der Poel (Alpecin) a 7’’

4. Arnaud de Lie (Lotto) a 35’’

5. Wout van Aert (Visma) a 53’’

6. Axel Laurance (Ineos) m.t.

7. Fred Wright (Bahrain) m.t.

8. Mathieu Burgaudeau (TotalEner.) m.t.

19. Alex Aranburu (Cofidis) a 3:28

73. Ion Izagirre (Cofidis) a 5:32


General

1. Ben Healy (Education First) 41h01:13 

2. Tadej Pogacar (UAE) a 29’’

3. Remco Evenepoel (Soudal) a 1:29

3. Jonas Vingegaard (Visma) a 1:46

5. Matteo Jorgenson (Visma) a 2:05

6. Kévin Vauquelin (Arkéa) a 2:26

7. Oscar Onley (Picnic) a 3:24

8. Florian Lipowitz (Red Bull) a 3:34

62. Alex Aranburu (Cofidis) a 53:58

91. Ion Izagirre (Cofidis) a 1h08:47

Con la primera jornada del tríptico pirenaico de inmediato, la caída es una pésima noticia para el esloveno, consciente de que la travesía hacia Hautacam exigirá hasta el alma. Apenado Pogacar, preocupado, la sonrisa del liderato aún protege a Healy.

El esloveno comprobó que no es intocable porque el Tour es más grande que cualquiera que lo reta. Nadie queda a salvo de sus designios.

El pelo corto desahoga y alivia la asfixia que provoca la canícula del julio francés y mejora la aerodinámica, necesaria para poder atravesar el paisaje como en una huida de uno mismo.

Un espectador, en contra de la participación de Israel en el Tour, protesta en la llegada donde Abrahamsen puede con Schmid. Efe

No hay viaje al Tibet, ni yoga, ni libros de autoayuda, ni mindfullness que puedan serenar la Grande Boucle, urgente como las luces y las sirenas que tratan de apagar los incendios entre penachos de las cosechas recogidas en medio del verano. El sol, sin filtros ni valija diplomática, atizó con saña.

El Tour, encendido

Vuela la carrera, Pegasos con alas, otro disparo que recorre las carreteras secundarias con el redoble de tambor de los corazones y los sacos de arena que se vierten a modo dunas en los pulmones. Otro día fugaz, a 48,0 km/h de media.

Es el Tour de los prodigios, de ciclistas que levitan, casi sin posarse en el asfalto, en un campo magnético de competitividad extrema. Thomas Hobbes sugirió en su libro Leviatán un concepto que fijó el pensamiento. "El hombre es un lobo para el hombre". Ahí se concentra el origen individual, egoísta y violento del hombre.

En los campos de girasoles, giró su rostro níveo al sol Vingegaard. A Van Gogh, celebérrima su obra Los girasoles, le llamaban el loco del pelo rojo. Esa locura estaba en el espíritu del Visma, poseídos por los golpes de genio del pintor neerlandés. El danés, agresivo, invocó a una danza tribal, a un ritual de guerra. Pogacar no rehuyó el combate. Ni Healy, el líder, guardián orgulloso y honroso del amarillo.

Todos barnizados por la enajenación mental transitoria hasta que el arrebato dejó que se asentara la fuga con Abrahamsen, Ballerini, Schmid, Wright y Burgaudeau y la persecución de otro grupo con Wout van Aert , Van der Poel, De Lie, Simmons y Laurance.

Cinco dorsales en cada extremo da la cuerda en un cara a cara estupendo. Una lucha intestina que se tasaba en segundos en un terreno duro, con chepas y cotas.

La muchachada de Pogacar optaba por anestesiar el ritmo de un día programado en la centrifugadora. Otro fastuoso disparate de un Tour que no necesita efectos especiales ni cromas para asistir al vuelo de los humanos. Para entonces el mando en el pelotón lo tomaron los costaleros de Healy.

Ataque ganador

Simmons se lanzó como vaso comunicante entre los dos focos, pero fue una isla. Schmid y Abrahamsen abrieron un corte entre quienes desbrozaban la ruta de los escalones de la Côte de Vieille-Toulouse.

Plegadas las cotas precedentes, alzaba el mentón la Côte de Pech David, un muro de las lamentaciones. Un repecho con aspecto de paredón: 800 metros de largo y un 12,4% de pendiente, donde se camuflaba una rampa imposible, de un 20% y espinas al 25%.

El suizo y el noruego emprendieron juntos la escalada empapelados por el entusiasmo de la afición, un pasillo humano que vitoreaba su esgrima desde salida hacia Toulouse. Van der Poel salió de atrás.

Los jerarcas, advertidos de la vertical del muro, se lanzaron como posesos. Marcaje al hombre. Ni un resquicio. Prensados en la agitación. Vingegaard zapateó con energía. Pogacar le respondió. Jorgenson probó un fotograma después.

No laceraron al esloveno, pero no hubo paz para el campeón del Mundo, siempre exigido a una prueba de estrés. Ese nerviosismo lo anegó todo. En ese ecosistema de sálvese quien pueda, Pogacar, el hombre de la inmaculada armadura, a solas, sin compañeros, perdió el control de la bici y se fue al suelo, lijado.

El mal fario le humanizó. El esloveno que conecta con Dios era un hombre de carne y hueso. Quiso el destino, que en su caída no se golpeara con el bordillo, pero le recordó que él, luminoso, fuerte, jerárquico, ambicioso y, en ocasiones, sobrenatural, tampoco puede con el mecanismo que da vida a la carrera que a todos rinde antes o después. Esa que sacrifica a su antojo. El Tour muerde a Pogacar.