De natural risueño, pizpireto y de sonrisa fácil, el semblante de Pogacar cambió cuando supo que Joao Almeida, su alfil, el hombre que debía guiarle en la montaña y la mejor carta táctica que disponía, se bajó de la bici y abandonó el Tour sometido por el dolor, insoportable, de la fractura de costilla que se produjo en la jornada del viernes. Su ausencia es un duro golpe para la formación del esloveno. No solo en lo táctico, también en lo moral. “Es una gran pérdida para nosotros. Estaba en un gran momento de forma, es un compañero muy combativo, estaba siendo el héroe del equipo por su capacidad para aguantar. Es una pena que al final haya tenido que abandonar. Hoy (por ayer) se rodaba rápido, hasta yo estaba sufriendo en la bicicleta, no puedo ni imaginar lo que estaba pasando él”, señaló el líder del Tour tras concluir la segunda etapa más rápida de la historia.

Modificación de planes

Almeida estaba llamado a ser el principal escudero de Pogacar en la alta montaña. “Era un lujo tenerlo bien situado en la general. Ahora tenemos un escalador menos, hay que tenerlo en cuenta, modificar algo nuestros planes y afrontarlos con siete. Vamos a trabajar para que no nos afecte demasiado”, indicó. Pogacar es consciente que la jornada de este lunes, que se adentra en el infernal Macizo Central, será el primer test de choque del equipo, obligado a reinventarse. “Estoy seguro de que intentarán algo y nosotros también tendremos que estar preparados. Ahora tendremos que hacer algo diferente”, apuntó Pogacar, que sostiene que “el Visma tiene confianza, yo en su lugar la tendría. Aun quedan dos semanas y nosotros hemos perdido a un corredor, lo que supone un pequeño inconveniente. Pero eso no impide en que aguarde con confianza las etapas de montaña”.

Almeida era una pieza clave para el equipo, es un contratiempo haberlo perdido, pero tenemos que seguir con el plan, y veremos cómo va. Si antes teníamos que dar el 200%, ahora todavía más. Hay que continuar con ideas claras”, argumentó Marc Soler, compañero de Pogacar.