Entre casas desperdigadas, aisladas, encapsuladas por la naturaleza, zigzagueaba una ruta más vecinal que secundaria en una paraje verde y asfalto viejo, parcheado, avejentado en la Collada de Brenes, un puerto de vía estrecha, un camino de pastores y de laderas para el pasto.

La fuga, que fue numerosísima hasta que la fatiga la fue laminando, se adentró con el método de los exploradores. Un ensayo general del Angliru que esperaba con la ferocidad de sus rampas imposibles al día siguiente a los mejores.

No estará Juan Ayuso, el maillot abierto, descamisado, la cadena balanceándose sobe el cuello, que alzó el orgullo en el soliloquio de su Vuelta. Yo, minoría absoluta.

El alicantino, que transpira con la polémica, desautorizado por su equipo, en el que está pero al que no pertenece, en el que no se siente parte, del que se irá a finales de año al Lidl, se le unió Javier Romo.

Encorbatado el maillot, cerrado hasta el gaznate en un final en los Corrales de Buelna que resolvió con triunfo Ayuso, que celebró su segunda diana en la carrera tras su exhibición en Cerler.

“Me gusta hablar en la carretera, con las piernas, y creo que lo he demostrado. No sé si llamarlo reivindicación. Tuve que hablar cosas desagradables estos días y hoy hablé encima de la bici como mejor sé hacer. Ganar no es una señal ni nada, pero es muy bonito”, expuso el alicantino, que dedicó la conquista a su madre, presente en la llegada. “No podía fallar”, subrayó.

Desconectado de su escuadra, de la dirección del equipo, al que comparó con una dictadura tras el cruce de comunicados, se sintió libre Ayuso, para reclamar otro éxito después de rematar otra fuga que ondeó libertad durante 110 kilómetros.

Agradeció el alicantino el tajo de Soler, su colega, en esa travesía que le llevó a la gloria. Con la de Ayuso, el UAE sumó su quinta victoria en la Vuelta, casi la mitad de las etapas disputadas.

Landa y Markel Beloki lo intentan

En el corazón de Cantabria subían a tientas, con precaución, bacheada la ruta, incómoda la Collada de Brenes, Markel Beloki y Mikel Landa. El de Murgia acarreaba su dolorosa espalda.

El veterano Landa y el imberbe Markel se ganaron el foco hasta que se impuso la jerarquía de una montaña exigente, una suma de rampas de aspecto hosco y piel descarnada en el que sobresalieron Ayuso y Romo.

El pasional Ayuso y el académico Romo abrieron brecha en una ascensión bronca, sin descansos, siempre pendenciera, que vinculó sus destinos.

Coronaron la montaña con más de medio minuto de renta sobre Landa, Markel Beloki, Castrillo, Soler, Dunbar, Balderstone y resto de los ingredientes de la fuga.

Los jerarcas, comandados por Vingegaard, vivían ajenos a esos duelos intestinos porque la montaña que les inquieta es el Angliru, una de las llaves que abren el baúl del tesoro de la carrera. El danés alcanzará la mole asturiana con una renta de 50 segundos sobre Almeida y 56 respecto a Pidcock.

El descenso, revirado, el asfalto burlón, incrementó el empuje de Ayuso y Romo, que hablaron por los codos. Cuestión de probabilidades. Uno de los dos ganaría. Duelo cerrado. Vis a vis.

Vingegaard sigue en el liderato. Efe

A su espalda, en el retrovisor, presionaba Rolland, al que no le alcanzaba en solitario. Más atrás pujaban los rescoldos de la fuga sin el aliciente de la gloria, penalizados por el conflicto de intereses de las comunidades de vecinos, donde el modelo asambleario de Jean-Jacques Rousseau no suele funcionar porque se topa con los límites del ser humano y su codicia.

Ayuso comenzó a racanear los relevos y le abroncó Romo, que gastaba más que el alicantino, reservando energía para el descorche. Romo, demasiado generoso, cometió el error de abrir el esprint con Ayuso colgado de su rebufo, consciente de su mejor punta de velocidad.

Cuando arrancó, Romo era una derrota y frustración, golpeando de rabia el manillar tras ser electrocutado por el alicantino, trabajador a cuenta propia. Autónomo. Ayuso Sociedad Limitada.