El 19 de marzo de 2022, Alessio Lisci, técnico del Levante UD, descubrió en primera persona uno de los estadios más intensos y singulares del fútbol: El Sadar, hogar de una afición que no concede tregua. Aquella tarde, correspondiente a la jornada 29 de LaLiga, Osasuna se impuso por 3-1 y reafirmó la fama de su feudo como uno de los más imponentes del campeonato. Ahora, tres años y medio después, revive el partido, pero ahora desde el prisma local pero con una situación también bastante agobiante.
Casi tres años después, la vida le ha dado la vuelta al tablero. Lisci regresa a ese mismo lugar, pero ya no como visitante, ahora es el entrenador de Osasuna. Y lo que entonces fue descubrimiento, hoy es responsabilidad. Lo que entonces fue ruido, hoy es impulso. Lo que entonces fue una fortaleza ajena, hoy es su hogar. Y sobre todo su ayuda más preciada para poder sacar adelante una situación complicada. No tanto como la que vivía en aquel momento en tierras valencianas, pero sí lo suficiente como para crear incomodidad en el italiano.
El Sadar se ha convertido en su herramienta, en su refugio. Lo reconoce siempre que puede, aunque también sabe que el lunes el equipo va a tener que empujar a la grada primero tras unas semanas que han dejado congelado a cualquier rojillo. Sabe, porque lo vivió desde el otro lado, que ningún rival sale indemne de su atmósfera si logras encenderla. Sabe que cuando la grada presiona, el equipo se agiganta, y que cada balón dividido es una declaración de principios. Ahora le toca canalizar esa energía, transformarla en fútbol, convertirla en puntos y en identidad, algo que hasta ahora no ha sido posible.
3-1 para Osasuna
Aquel 3-1 final dejó sensaciones encontradas en el banquillo visitante. Para Lisci, un técnico novato y muy joven por entonces, el duelo supuso una lección sobre lo que significa competir en escenarios de semejante intensidad. Al terminar, el técnico reconoció la superioridad local y el peso ambiental que había acompañado cada fase del partido.
Para Lisci, este partido con Levante en El Sadar simboliza un círculo cerrado. De técnico visitante, experimentó la intensidad, el ambiente, la dificultad. Ahora vuelve como capitán del barco osasunista. Esa experiencia previa le da un punto de vista valioso ya que sabe lo que sentía cuando estaba fuera, y puede usarlo para preparar al equipo desde dentro.
Aquella tarde, en la que Osasuna venció 3-1, Lisci salió del césped con la sensación de haber competido en un escenario que empuja, que golpea, que respira por su equipo. Un estadio que él, entonces entrenador visitante, no pudo controlar. Ahora tiene el reto de lograr hacerlo como capitán del barco y que pueda usarlo como gasolina para el equipo le dé la vuelta a una situación que se está empezando a complicar en demasía. Si Lisci recuerda aquel marzo a lo mejor le sirve para dar con la tecla. Osasuna lo necesita.